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Coronavirus: la "gripecita" que dejó medio millón de muertes en América Latina

El coronavirus profundizó las desigualdades en la región y socavó la capacidad sanitaria de la mayoría de los países
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27 de diciembre de 2020 a las 05:00

El coronavirus entró en América Latina el 26 de febrero por el aeropuerto de Guarulhos, en San Pablo, casi dos meses después de que la Organización Mundial de la Salud fuera avisada por China de su aparición en un mercado de animales de la ciudad de Wuhan.

Diez meses después, la región registra más de 14 millones de contagios, cerca de la quinta parte del total mundial, y se aproxima al medio millón de muertes lo que equivale a casi un tercio del 1.7 millones de muertos en el mundo.

Aunque llegó más tarde, el virus ha causado estragos, desde México hasta Argentina. Una situación que se temía ante la fragilidad de los sistemas sanitarios de la mayoría de los países de la región y por la enorme dificultad de mantener confinados a vastos sectores de la población que ganan el sustento en trabajos informales.

Las dos naciones más pobladas, Brasil y México, son las que registran la mayor cantidad de decesos: alrededor de 300 mil entre ambos, casi tantos como en Estados Unidos. Aún cuando es Perú, con más de un millón de contagios y más de 37 mil fallecidos, el que muestra la tasa más elevada de muertes por 100 mil habitantes: 113, solo por detrás de otros cuatro países en el mundo.

La "gripecita" que despreció el presidente brasileño Jair Bolsonaro colocó a su país como la segunda nación con más fallecidos y reprodujo el conflicto vivido en Estados Unidos entre el gobierno central y los gobiernos de los estados.

Opuesto a las restricciones, reacio a colocarse el tapabocas, Bolsonaro sostuvo conflictos incluso con sus ministros de Salud –destituyó a uno, Luiz Henrique Mandetta, y le renunció otro, Nelson Teich, que aguantó menos de un mes en el cargo– y al igual que Trump recomendó la cloroquina para tratar la enfermedad.

El presidente brasileño privilegió mantener la actividad económica. "Tienen que reabrir. Vamos a morir de hambre. El llamado que hago es a que los gobernadores revisen esa política. Estoy listo para hablar”, dijo Bolsonaro, que consideró "absurdas las medidas de cerrar todo".

Bolsonaro, que se reunía con sus seguidores en concentraciones y durante sus giras en claro desafío al distanciamiento social, se contagió en julio y tuvo una rápida recuperación física y, también, política: su electorado lo percibe valiente y decidido a enfrentar el virus a pecho descubierto.

En el polo opuesto al del mandatario brasileño, se ubicó Alberto Fernández, que se erigió en el protector de la salud pública y acordó sucesivas medidas de confinamiento, más o menos rigurosas, que, sin embargo, no impidieron que la pandemia se llevara la vida de más de 40 mil personas.

Aún cuando Fernández logró consensuar su política sanitaria frente al virus con el opositor Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, se sucedieron nutridas manifestaciones contra la política oficial.

La protesta, en todo caso, fue una expresión que se reprodujo en Colombia, Perú y Chile, bien contra las medidas oficiales en relación a la pandemia, o como parte de reclamos sociales y políticos acumulados y que explotaron en 2019 y pusieron en jaque a los gobiernos de varios países sudamericanos.

La pandemia logró contener solo parcialmente las manifestaciones y, en otros casos, procesos electorales como los realizados en Bolivia y Chile permitieron una canalización institucional del descontento.

Y en plena explosión del virus, miles de venezolanos que salieron de su país, sometido a una larga y profunda crisis política y económica, iniciaron el camino de regreso desde Perú, Ecuador y Colombia, inclusive caminando, al perder sus empleos en los países de acogida.

Chile, que registra más de medio millón de contagios y superó las 16 mil muertes, adelantó medidas de desconfinamiento bajo la creencia de que tenía bajo control la pandemia, que luego durante semanas dispararon el contagio y colocaron los servicios sanitarios al límite. Algo similar ocurrió en Costa Rica, que tuvo que regresar a medidas restrictivas cuando perdió el rastro del virus.

El reto de vacunar

En la nueva fase de la pandemia, con el inicio de la vacunación, los países de América Latina tendrán que acelerar sus negociaciones para adquirir las dosis de las vacunas y disponer de una compleja logística para inmunizar a sus poblaciones.

México y Chile recibieron el miércoles las primera dosis de la vacuna de Pfizer para aplicar a personal sanitario que trata con pacientes en estado crítico, lo que planean poner en práctica de inmediato. Argentina vacunará, en principio, con la rusa Sputnik V, de la que el jueves llegaron 300 mil dosis.

Panamá y Costa Rica ya autorizaron el uso de emergencia del producto de Pfizer, pero la mayoría de las naciones de la región planifica el inicio de sus planes de vacunación para el primer trimestre del año 2021, cuando existan más vacunas en el mercado y el mecanismo Covax de la OMS cuente con el soporte financiero que requiere para suministrar dosis a las naciones de rentas medias y bajas.

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