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Cristina Kirchner arrancó la campaña y dio pistas sobre su estrategia de comunicación

La ex mandataria argentina se mostró cambiada: tono mesurado, apelación al votante de centro y un discurso económico con foco en el consumo, el proteccionismo comercial y el mercado interno.
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11 de mayo de 2019 a las 09:29

La campaña electoral tuvo su inicio en Argentina. Es raro, porque hasta ahora no están oficialmente confirmados los candidatos y la población siente que faltan siglos hasta octubre. Pero Cristina Kirchner dio la campaña de largada con un acto en el que dejó en claro el tono y la temática que mantendrá durante todo el año.

Las primeras pistas que dejó: evitará las posturas agresivas y los discursos de barricada, se mostrará inclusiva y abierta a acuerdos, se dirigirá especialmente a los votantes del centro, los que todavía están indecisos y terminarán definiendo la elección. Y, en cuanto a la temática, el foco estará puesto en el empleo y en buscar la recuperación de la economía sobre la base de estimular al mercado interno.

El ámbito elegido por la ex presidente fue inusual: la Feria del Libro, en el barrio porteño de Palermo. Allí, la excusa para su regreso al primer plano luego de un largo período de silencio fue la presentación de su libro, titulado “Sinceramente”.

La obra es al mismo tiempo un fenómeno político y editorial, porque no para de agotar ediciones. Ya se llevan vendidos más de 200 mil ejemplares, para felicidad de la editorial Penguin Randomhouse.

En ese marco, la ex presidenta recreó el clima de los viejos actos en la Casa Rosada: adentro, una mezcla de dirigentes políticos y celebrities del espectáculo; afuera, miles de militantes con banderas y pancartas, que siguen el discurso por pantalla gigante y entonan cánticos de tribuna.

Fue así que la presentación del libro fue todo un espectáculo en la previa, en el durante y en el después. Las imágenes de los militantes bajo la lluvia fue el inicio de la cobertura periodística. Luego siguió el desfile de famosos por una especie de “alfombra roja”. Luego el acto propiamente dicho con el discurso de Cristina. Y, finalmente, el saludo de la líder a sus militantes en la calle, con guiños tales como hacer el gesto de dirigir con una batuta invisible cuando los partidarios cantaban “Cristina presidente”.

En otras palabras, estuvieron presentes todos los condimentos de los grandes actos kirchneristas, a los que hasta sus más acérrimos adversarios les reconocen un gran sentido del espectáculo. Y, de hecho, lo ocurrido en la noche del jueves fue una cadena televisiva de hecho: todos los canales interrumpieron su programación para emitir el discurso de Cristina, de principio a fin.

El rating combinado de las emisoras que hicieron la cobertura fue de 36 puntos, un nivel superlativo en estos días en que los espectadores no suelen encender sus pantallas de TV. Es un rating que sólo se ve en eventos especiales, tales como los partidos de fútbol de la selección nacional.

Guiños a Trump y llamado al pacto social

De manera que el primero objetivo de Cristina, que era instalarse nuevamente en el centro de la escena, atraer toda la atención nacional y marcar la agenda política, se cumplió con creces. Por estas horas, todos los medios analizan su discurso y sus esbozos de propuestas, tales como el llamado a un pacto social.

También acaparó la atención el viaje a Washington de su ex ministro de economía, Axel Kicillof, quien habló con inversores sobre la economía post-Macri.

La ex presidente demostró que mantiene intactas sus fortalezas como dirigente política: una base militante fiel y entusiasta, una capacidad oratoria que fascina a sus seguidores, un discurso que le pega al macrismo donde más le duele y, sobre todo, una astucia política para esquivar los temas que le resultan adversos.

Por ejemplo, manejó con picardía un tema que en principio le jugaba en contra: el de los alineamientos internacionales. Mientras Macri el día anterior había hablado por teléfono con Donald Trump, quien le dio un fuerte mensaje de respaldo, a Cristina todo el mundo le recordó que había condecorado a Nicolás Maduro.

Sin embargo, ella se las ingenió para cambiar esa percepción en su favor. En vez de criticar a Trump, lo elogió: destacó que bajo su presidencia Estados Unidos había logrado el desempleo más bajo de los últimos 50 años, en el marco de “una economía que vuela”. Y dio a entender que si ella vuelve al poder aplicará políticas similares a las de Trump, en el sentido de mantener un proteccionismo comercial, fomentar la industria nacional, bajar las tasas de interés y poner al consumo y al mercado interno como pilares del crecimiento.

Con su ironía característica, le recomendó a Macri hacer lo que Trump hace y no lo que dice: “Algunos se dieron cuenta que tenían que volver a generar trabajo industrial adentro del país para volver a generar riqueza. Sería bueno que aquellos que viajan tanto para allá y escuchan tanto lo que les dicen allá, imiten lo que hacen allá”.

El otro tema en el que Cristina demostró astucia política fue en la respuesta a la invitación del gobierno para firmar un documento con 10 puntos básicos de consenso –en el que se incluyen temas como no mentir en las estadísticas o no confiscar empresas extranjeras- para devolver la confianza del mercado financiero.

Había expectativa por saber si la ex presidente accedería a dialogar con Macri y eventualmente firmar el documento. Pero contraatacó con una propuesta para convocar a un “pacto social” más ambicioso. No explicó exactamente en qué consistiría, pero hizo una mención histórica, la del pacto entre gobierno, empresarios y sindicatos realizado en 1973 al asumir Juan Domingo Perón su tercera presidencia.

Ese recuerdo puede ser un arma de doble filo para Cristina, porque aquella experiencia –que implicaba el congelamiento de precios y salarios- terminó de manera trágica con el mega ajuste de 1975 que pasó a la historia como “Rodrigazo”.

En todo caso, la propuesta de Cristina opacó al llamado del gobierno, y por estas horas sólo se habla sobre en qué consistiría ese proyecto de acuerdo social.

Un nuevo tono tolerante

Consciente de tener la atención nacional sobre ella, Cristina no se limitó a dar mensajes para sus seguidores, sino que hizo guiños al electorado que votó a Macri y que ahora está desencantado por la crisis económica.

Fue allí cuando les pidió a sus militantes no enojarse ni ser agresivos con quienes critican al kirchnerismo y cuestionan la política de asistencia social a los desempleados de sectores bajos, popularmente conocidos como “planeros”.

“Seguramente ustedes conocen alguna mujer que se levanta a las cinco de la mañana en el conurbano bonaerense para venir a trabajar a casas de familia en Capital y no está de acuerdo. Dice: ¿por qué yo me tengo que levantar a trabajar mientras tantos otros cobran sin hacer nada?”, les ejemplificó Cristina a sus militantes, a quienes instó a convencer y no a confrontar.

Fue uno de los pasajes que llamaron más la atención, porque da la pauta de que es consciente de que no se conforma con liderar las encuestas y que se fijó el objetivo de romper su “techo” de votos por la vía de mostrar una actitud de mayor amplitud y tolerancia.

Lo que no dijo

También son motivo de análisis los temas sobre los que la ahora senadora prefirió callar. Por ejemplo, no hizo ninguna mención a la gran duda que tiene el mercado financiero, y es si ella, en caso de volver al poder, respetará las obligaciones financieras y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional o si, como muchos inversores sospechan, hay riesgo de un nuevo default de la deuda.

Cristina tampoco hizo mención a las causas judiciales en su contra, algo sobre lo que se había especulado en la previa, porque en una semana comenzará el primer juicio oral en la cual es acusada de formar una asociación para delinquir con sobreprecios en la obra pública.

Hizo sí una mención indirecta, cuando dijo que uno de los motivos que la habían llevado a escribir el libro era dar respuesta a las acusaciones que se decían sobre ella y el fallecido Néstor Kirchner.

Su próximo desafío, ahora, es transformar ese momento de sentarse en el banquillo de los acusados, en una nueva ocasión para presentarse como perseguida política y reafirmar la lealtad de su base militante.

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