El inesperado anuncio de Cristina Fernández de Kirchner el sábado pasado de que integraría una fórmula presidencial, como número 2, con Alberto Fernández sacudió a la opinión pública argentina y ha puesto de cabeza a todo el panorama político de la vecina orilla. La movida de Cristina iba dirigida a restar ímpetu al llamado peronismo moderado del lema Alternativa Federal, que unos días antes, con la resonante victoria de Juan Schiaretti en Córdoba, había cobrado su mayor impulso en la intención de voto de cara a las presidenciales de octubre y empezaba a acaparar los reflectores como tercera fuerza. De pronto, y por unos días, la gran incógnita en los medios argentinos ya no era, como había sido los últimos dos meses, si Cristina sería candidata o no, sino cuál sería el candidato de Alternativa Federal. Allí se barajaban varios nombres, todos ellos identificados con lo que Schiaretti como gran articulador del espacio entiende por “la superación de la grieta”, la profunda división de la sociedad argentina en torno a los proyectos antagónicos del macrismo y el kirchnerismo. Por un lado, el exministro de Economía Roberto Lavagna; el actual gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey y el senador Miguel Ángel Pichetto. Luego, como una incógnita aparecía la figura de Sergio Massa, muy de capa caída hasta entonces y más bien parco en las definiciones político-electorales.
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