Crónicas de un affair se estrena este jueves

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Crónicas de un affair: la vieja costumbre francesa de enamorarse y complicarse la vida

La nueva comedia romántica de Emmanuel Mouret recupera la tradición del cine galo y el retrato de una relación extramatrimonial que se va de las manos
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01 de junio de 2023 a las 05:00

Llega un momento en la vida de todo cineasta francés en que la idea de hacer una película sobre las relaciones extramaritales se impone. Parece ser casi una cuestión de responsabilidad catastral. Desde clásicos de la nouvelle vague como La felicidad de Agnès Varda, hasta ejemplos más recientes como Con amor y furia de Claire Denis o Una bonita mañana de Mia Hansen-Løve , la cinematografía gala —en una generalización que, por supuesto, es no es tan así— siempre se las ha arreglado para soltar el amour fou impregnado en su sociedad para luego calcarlo a las películas, cada una con el sello personal de su creador. El último ejemplo acaba de llegar a la cartelera uruguaya: se trata de Crónicas de un affair, de Emmanuel Mouret.

Si el nombre no le suena demasiado, podemos echarle la culpa parcial a la distribución: con más de una decena de películas a sus espaldas, esta es apenas la tercera de las obras de Mouret, director, actor y guionista de 52 años, que llega a pantallas de cines uruguayas. Y es recién la segunda que aterriza de forma extensiva, con varias funciones y algo de ruido a su alrededor. En parte tiene sentido, ya que fue su película anterior, Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, la que lo puso definitivamente en el mapa, y casualidad o no esa película también es sobre la infidelidad. 

A Mouret le fue bien con el tema —muy bien, de hecho: estuvo nominado al César, el llamado “Oscar francés”, y esa película rompía varios moldes a la hora de contar un cuento repetido hasta el hartazgo— y también con su protagonista, el allenesco Vincent Macaigne, así que en este caso repite con los dos.

Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne

Lo que intenta el francés en su nueva obra es bastante simple: retratar la relación entre dos amantes a partir de unos veinte encuentros aproximados, que serán debidamente documentados bajo un formato de diario y a través de los que el espectador transitará los vaivenes de algo que primero empieza como una relación puramente transaccional y despojada de juicios morales o futuro —los amantes, en este caso, quieren sexo y nada más—, y que luego obviamente se convertirá en algo más.

Crónicas de un affair podría, entonces, haber caído en una bolsa más o menos uniforme donde caben otras comedias románticas de amantes desventurados, pero gracias a unos cuantos factores, mucho vinculados estrechamente a las capacidades de Mouret como narrador, eso no sucede. Por el contrario: es un abordaje fresco, ocasionalmente gracioso y profundamente tierno sobre las extrañas formas que, a veces, toma eso que denominamos amor.

Una de las primeras y más evidentes es la química entre sus protagonistas, el mencionado Macaigne Sandrine Kiberlain. Ambos personifican a dos parisinos de mediana edad que, en diferentes momentos de su vida íntima y familiar, deciden confiar en la revitalización que una pequeña aventura con principio y final les pueda dar. Esa sensación de paréntesis es clave y está manifiesta, incluso en el título original de la película: Chronique d'une liaison passagère (Crónicas de un romance pasajero).

Así, sabremos desde el principio que el vínculo no está destinado a durar y que ellos a priori tampoco lo desean, pero aún así veremos que el tiempo juntos empieza a tomar consistencia, la distancia entre los episodios marca nuevos pliegues en la relación, la omisión del relato gana peso y los sentimientos evolucionan, se transforman, cambian de sentido. Esa estructura gana sustancia con la idea de que ambos, Charlotte y Simon —así se llaman— viven en una especie de burbuja: sabemos poco de sus familias, no las vemos, lo que importa está en pantalla. Y el resto, bueno, forma parte de otro universo.

Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne

Esas decisiones le permiten a Mouret, también, evadirse de los clichés del subgénero. Por ejemplo, elige dejar la culpa fuera del plano. No habrá remordimiento carcomiendo a sus amantes, tampoco la opresión de estar “saliéndose de la senda”, un juicio externo sobre sus reglas y decisiones. Y otra cosa que queda fuera de la vista del espectador es el sexo, tan perseguido por Charlotte y Simon, casi único catalizador de ese primer y algo torpe encuentro bajo la seductora noche parisina. La intimidad, en Crónicas de un affair, pasa por otro elemento que evidentemente a Mouret le resulta tan o más sensual que la propia conjunción de los cuerpos: la palabra.

Así, la dimensión más privada de este amor pasa por las cosas que se dicen, por una relación que se desarrolla a partir de una intelectualización de los sentimientos que quizás sea no muy realista, pero sí muy cercana, fresca y que en ocasiones bastante cómica.

La inversión clásica de los roles de género, con el más tímido, sensible y dubitativo Simon, y la impetuosa y decidida Charlotte, es el último engranaje para un relato que otra vez, desde Francia y con amor, le hinca el diente a las complejidades de los vínculos humanos, a los misterios que guarda el deseo, a las consecuencias impensadas que pueden producirse cuando jugamos con fuego. No podemos meternos en el incendio, parece querer decir Mouret y su seductora película, y pretender no salir quemados. 

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