Opinión > Análisis / Oscar Bottinelli

De idealismo y fisiología

El Frente Amplio afronta el dilema del final del idealismo militante
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13 de mayo de 2018 a las 05:00
Los brasileños llaman "fisiológicos" a los partidos y a los políticos que se mueven en el escenario político siempre en pos de ocupar posiciones y cargos políticos. Lo contrario es un partido o más bien una militancia idealista, aquella que se mueve en función de principios y objetivos, o de defensa de intereses colectivos; muchas veces de fuerte conservación del orden existente, otras de retorno al pasado y otras de cambio profundo de la sociedad o inclusive de cambio del hombre, la construcción del "hombre nuevo". El máximo compromiso con la idealidad es cuando se está dispuesto a dar la vida, o la libertad, o sufrir la persecución y el exilio en defensa de sus ideas, de su cosmovisión.

Los partidos tradicionales, cuando devienen en partidos de masas, ya fuere como protopartidos en combate bélico, ya como partidos modernos en la construcción de una democracia y de un Estado moderno, tuvieron una prevalencia de idealismo. Un nivel de pertenencia a lo blanco o a lo colorado más allá de coyunturas, de amores y desamores. Fue el largo período en que se decía que en Uruguay la filiación política se podía estampar en la cédula de identidad, es decir, constituía uno de los elementos invariables de la personalidad, como la pertenencia religiosa en el Líbano. Pero llega un momento que unos y otros van perdiendo el idealismo en aras del fisiologismo. El gobierno, la ocupación de cargos públicos, la disputa por esos cargos, lleva a dejar prendas del apero por el camino. Se llega así a los años sesenta, uno de los momentos más fisiologistas de ambos partidos tradicionales, de más descarnadas luchas por las posiciones y los cargos, en que todas las fracciones asumen las mismas conductas. Es cuando se procesa el fuerte distanciamiento primero y quiebre después entre los elencos políticos tradicionales y la sociedad.

En las postrimerías de ese país poliárquico, se abre una clara cuota de idealismo en el Partido Nacional con el surgimiento de la figura convocante de Wilson Ferreira Aldunate. La dictadura funge de limpiador de conciencias, de regeneración de la praxis política, y el idealismo se extiende prácticamente a la totalidad del Partido Nacional y también a casi todo el Partido Colorado, donde aparecen como grandes convocantes las figuras de Julio Ma. Sanguinetti, Enrique Tarigo, el propio Jorge Batlle en uno de sus tantos renacimientos, y la estrella fugaz de la Corriente Batllista Independiente. Y poco a poco uno y otro partido vuelven al predomino del fisiologismo. El ejercicio compartido del gobierno en los cuatro lustros subsiguientes a la restauración democrática, ayudado por cambios profundos en la sociedad, conllevan a ese predominio del fisiologismo. Desde la izquierda se creyó que ello era una condición estructural e intrínseca de los partidos tradicionales; que ese fisiologismo era consustancial a sus ideas.

La izquierda recorre un siglo de lucha basado en el militantismo idealista, en el compromiso con cosmovisiones alternativas a las dominantes y con hombres y mujeres dispuestos a dar todo de sí por esas ideas. Desde el Centro "Carlos Marx", la alianza liberal socialista, la fundación del Partido Socialista y del Partido Comunista, el anarquismo. Más tarde, las nuevas izquierdas, la izquierdización de la Democracia Cristiana, la concepción de la vía armada, los tupamaros. Hacia los finales de ese largo periodo de poliarquía plena, se alcanza el zenit con el surgimiento del Frente Amplio. En todos los casos se podrá concordar o discrepar con los métodos, las ideas y los fines, pero no se puede discutir la cuota de idealismo y el haber estado dispuestos a dar hasta la vida por esos ideales. Y ese espíritu se reafirma en la lucha contra la dictadura y se mantiene a su salida.

Hasta que llega la contaminación con el poder y con la búsqueda inmediata del poder. Primero, en forma tibia, con la administración departamental de Montevideo, pero con ello además, el percibir como objetivo realizable y no demasiado mediato el obtener la Presidencia de la República. Transcurren tan solo tres lustros desde que un frenteamplista se posesiona como intendente de Montevideo a que el mismo frenteamplista se posesione como presidente de la República. Esos tres lustros no llegan a generar ninguna gran contaminación, pero los cuerpos son penetrados por algunos virus y bacterias dispersas. Esos virus y bacterias comienzan a desarrollarse, encuentran campo fértil con el gobierno nacional. Los primeros síntomas importantes se ven en la segunda parte de la primera administración Vázquez, la enfermedad estalla en la administración Mujica y llega a un nivel de tratamiento intensivo en la actual administración.

Cuando se observa al Frente Amplio, se ve que subsisten cuotas importantes de idealismo en grupos de redes sociales, en tertulias que se realizan en medio de asados o ravioladas, en algunas publicaciones, en grupos políticos de menor porte. También quizás en los menguados comités de base. Pero en la estructura militante de los sectores políticos, al menos de los mayores sectores políticos, lo que prevalece es el fisiologismo. Hoy por hoy predominan los proyectos personales y ellos se arman por fuera de los sectores, de los movimientos y agrupaciones. Y son esencialmente proyectos personales de posiciones políticas. Además, si el Frente Amplio perdiese la Presidencia de la República en el 2020, repetiría con aumento exponencial el fenómeno que golpeó al Partido Colorado en 2005: ahora sería algún que otro millar que quedaría literalmente sin trabajo, y más de un par de millares los que mantendrían su cobijo en el Estado, pero ya no en funciones políticas, sino en grises escritorios, sin poder.

Lo que se demuestra, la regla que aparece, es que el fisiologismo no es un fenómeno asociado a las ideas o la cosmovisión de los partidos tradicionales, sino una patología que surge desde el poder y que afecta a quien ejerce el poder por un tiempo prolongado. Urbi et orbi.

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