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Del paraíso al infierno

La ratificación de la condena contra Lula agravó la crisis política en Brasil, donde hay incertidumbre sobre si volverá a ser presidente
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27 de enero de 2018 a las 05:00

El mismo día que Lula recibió el revés de la Justicia, el presidente de Brasil, Michel Temer, anunció en Davos el nacimiento de un "nuevo Brasil" gracias a las reformas de su gobierno, al tiempo que aseguró que seguirá luchando contra la corrupción.

El miércoles 24, Luis Inácio Lula da Silva parecía un político en plena campaña electoral. Vestido informalmente con una camiseta roja de algodón –que luego cambió por otra negra-, recorrió algunos municipios del estado de San Pablo para dialogar con sus seguidores más fieles, arengó a militantes sindicales como él solo sabe hacerlo y luego de un día agotador para un hombre de 72 años, desde un estrado escenificado como un acto proselitista, fustigó con el puño derecho en alto a quien desde esa jornada es su principal escollo para volver a ocupar la oficina principal del Palacio de Planalto: la Justicia brasileña, que en segunda instancia lo condenó a 12 años y un mes de cárcel por corrupción y lavado de dinero.

El talante de víctima política de Lula el día que se conoció el fallo unánime del Tribunal Regional Federal Nº 4 (TRF4) de Porto Alegre, integrado por tres magistrados, es la estrategia que el líder del PT tuvo desde que se supo que estaba en la mira de la mega causa Lava Jato a cargo del juez Sergio Moro, que investiga una red de corrupción en torno a la petrolera por la que empresas privadas daban dinero para financiar al Partido de los Trabajadores (PT) a cambio de contratos con la petrolera estatal Petrobras.
Lula ha comparado los procesos judiciales o legislativos contra la expresidenta Dilma Rousseff, dirigentes del PT y de él mismo, con la persecución de los nazis a los judíos, los fascistas al "pueblo italiano" e incluso de los romanos a Jesús como relata la Biblia.

Desde entonces, este exlíder sindical metalúrgico grita a los cuatro vientos que los juicios por corrupción contra figuras de su partido responden a una "perversa elite" que no perdona los logros su gestión.

El tribunal de apelaciones, al convalidar el fallo del juez Sergio Moro, entendió que Lula recibió un apartamento tríplex de 300 metros cuadrados, ubicado en una playa de San Pablo, de parte de una constructora, a cambio de obras de Petrobras. El monto del soborno fue equivalente a unos US$ 1,8 millones, según surge de la investigación.

El jefe de la izquierda brasileña –a quien luego del contundente fallo le retuvieron el pasaporte con la prohibición de salir del país– se declara absolutamente inocente, dice que es víctima de un "juicio político" y que, por tanto, no reconoce un proceder independiente y equilibrado del poder judicial brasileño, que forma parte de un " pacto diabólico" con el Ministerio Público Federal, la Policía Federal y la prensa.

El exmandatario, además, enfrenta en la Justicia otros seis casos de denuncias de corrupción: 1) sobornos de Odebrecht, que se utilizaron, entre otras cosas, para comprar un terreno para el Instituto Lula; 2) reformas millonarias en una hacienda en Atibaia, en el interior de San Pablo, con sobornos de empresas constructoras; 3) lavado de dinero y tráfico de influencia para la compra de aviones de combate suecos durante el gobierno de Dilma Rousseff; 4) compra de silencio de un exdirector de Petrobras para evitar que informara sobre la red de desvíos en la petrolera; 5) incentivo fiscal para empresas automotrices a cambio de sobornos; 6) cobro de sobornos de Odebrecht a cambio de presiones para favorecer a la constructora con créditos del Banco Nacional de Desarrollo (Bndes).

La actuación judicial, según el exmandatario, lo llevó a proponer su candidatura presidencial por tercera vez, que el jueves 25 fue aprobada por la cúpula del partido en un acto de fervor militante en el que se escuchaba entonar: "Lula, guerrero del pueblo brasileño".

El miércoles 24 significó el día D para el futuro político de quien fue dos veces presidente de Brasil, que durante su gestión logró el reconocimiento internacional –por su exitosa política económica y social– y se movía en foros mundiales como una estrella de rock, que representa aún un liderazgo modélico para la izquierda moderada de la región, una figura casi mística de la política brasileña, imbatible en las urnas.

El inédito dictamen judicial, que creó un clima de incertidumbre porque quien lidera los sondeos podría ser declarado "inelegible" e ir preso, aleja la candidatura del jefe del PT: una ley electoral, aprobada durante la gestión de Rousseff, inhabilita por un mínimo de ocho años a los postulantes con una condena ratificada en segunda instancia por un tribunal.

Pero legalmente aún tiene chance de ser candidato presidencial, aunque la defensa enfrenta una carrera contra el tiempo porque en agosto próximo vence el plazo para proclamar a los candidatos.

Puede presentar ante el mismo tribunal un recurso de "embargos de declaración", que sirve para retrasar el proceso judicial.

Y, luego, recurrir al Superior Tribunal de Justicia (STJ) y al Supremo Tribunal Federal (STF) sobre aspectos formales de la causa, pedir la suspensión de la pena y una nueva decisión. La prisión podría decretarse cuando se agoten todos los recursos de segunda instancia.

La crisis política de un país dividido es vista también por algunos como una oportunidad para empezar a dibujar un nuevo mapa político y utilizar el bisturí a fondo para atacar ciertos males para el ejercicio del poder como la alta fragmentación de los partidos –más de 30–, dijo el expresidente Fernando Henrique Cardoso.

"No hay cómo gobernar con esa cantidad de partidos", dijo en una entrevista en la web de Valor, el jueves 25, este expresidente por ocho años que también sufrió las denuncias de compra de votos en el Congreso.

Sea o no candidato presidencial, termine o no tras las rejas, Lula es el primer exmandatario brasileño condenado penalmente desde el restablecimiento de la democracia en 1985.

Y es por eso que desde esta semana promete luchar hasta la muerte por su causa, no ya pensando en la persecución a los judíos o a Jesús, sino en la historia contemporánea de Nelson Mandela, que tras un largo encarcelamiento injusto y sufrir la monstruosidad del régimen racista del apartheid, "se convirtió en el presidente de Sudáfrica".

A la novelesca vida de Lula, ahora se suma la acusación de comandar la peor trama de corrupción de la historia de Brasil.

Para Temer hay un "nuevo Brasil"

"Hay un combate arduo, pesado contra la corrupción en el país (...) Pero en Brasil las instituciones están funcionando, tenemos una separación absoluta de poderes", dijo Temer en el Foro Económico Mundial (WEF).

El presidente brasileño, el primero en funciones que se enfrenta a cargos criminales, superó a finales del año pasado un juicio y dos acusaciones de la fiscalía por corrupción.

Las acusaciones afectan también a algunos de sus ministros pero de momento están detenidas porque gozan de fueros políticos.

Temer hizo sobre todo una contundente defensa de las reformas emprendidas por su gobierno, que calificó de "travesía histórica".

Temer definió el "nuevo" Brasil como "un Brasil de responsabilidad, no de populismo", y abogó por la "apertura" en contra del "aislacionismo".

"Cuando las cuentas públicas están en forma y ordenadas puede haber crecimiento y empleo, solo cuando las cuentas públicas están en forma puede haber espacio presupuestario para políticas de sociales", aseguró.

El gobierno conservador de Temer ha emprendido un severo ajuste fiscal para reordenar las cuentas públicas.

El resultado ha sido un despegue económico acompañado de un control de la inflación, que llevaron esta semana al Fondo Monetario Internacional (FMI) a aumentar sus expectativas de crecimiento para 2018 de 1,5% a 1,9% del PIB.

En su discurso, Temer también se refirió a la apertura económica que quiere encarnar su gobierno y en particular a las negociaciones del acuerdo comercial en curso entre los países de la Unión Europea y el Mercosur (Argentina, Brasil Paraguay y Uruguay).

"Por primera vez en 20 años tenemos la perspectiva realista de concluir muy pronto el acuerdo Mercosur-Unión Europea, un acuerdo que queremos completo y equilibrado", dijo, recalcando a su vez que "el proteccionismo no es la solución".


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