Ana (65) iba a la iglesia, era creyente. Creía en Dios, creía que tenía que ayudar a los demás, creía que la maldad no era cosa de su entorno, creía que, si ella tenía y otro no, había que compartir. Cuando alguien en Bella Unión precisaba comida iba a su casa o a su almacén, que queda a la vuelta, y le daba. Dejaba la puerta de su casa abierta para recibir a quien lo precise y le cedía parte de su patio al hombre que vende choripanes en la vereda de su casa. También le hizo un lugar para que guardara su medio tanque.
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá