El adiós presidencial

En primer lugar el sitio elegido para llevarlo a cabo: el Antel Arena edificado sobre las ruinas del antiguo Cilindro Municipal, que puede justificarse como parte de la estrategia de crecimiento y búsqueda de sinergias de la empresa de telecomunicaciones mediante la realización de espectáculos deportivos o musicales, pero no para un acto político. 

Segundo: fue un acto político de un presidente que se va y con él los 15 años de la era progresista en Uruguay. Podrá o no haber un cuarto período frenteamplista, pero el país que propuso Vázquez en 2004, continuó José Mujica, y termina este año, comenzó a cerrar su ciclo con el balance que los uruguayos vieron o escucharon el viernes.

El mandatario sabía que se trataba de su despedida de los baños de masas. Por más que los integrantes del público eran todos militantes del Frente Amplio o funcionarios del gobierno no dejó de ser un acto político bien organizado en el comienzo de una campaña electoral que promete ser reñida ante una ciudadanía que –vote lo que vote– clama por un cambio de elenco y prioridades.

Resultó imposible no recordar al Tabaré de sus comienzos rumbo al sillón de intendente de Montevideo y luego sus discursos en la carrera a la Presidencia de la República. Ausente de los estrados políticos en los últimos años, Vázquez incrementó la sensación de ser un presidente ausente durante los últimos cuatro años, hasta el acto del viernes. En el Antel Arena volvió a mostrar su carisma –aunque se notó el paso de los años– y la comodidad que siente ante los aplausos y vítores de su tribu. Muy contrario a la molestia mostrada ante los militantes de Un Solo Uruguay en Pueblo Centenario durante el último Consejo de Ministros. 

En su discurso mostró la mejor cara posible de su gestión. Apabulló con cifras y datos que poco tienen que ver con lo que sienten los uruguayos hoy. Es precisamente allí donde el presidente, solitario, en ese escenario gigante vacío, reivindicó los logros de la era progresista y donde comienza la crítica. Quince años que contaron con mayorías parlamentarias, bonanza económica, movimiento sindical afín a sus intereses, gobiernos afines ideológicamente en la región la mayor parte de los últimos 15 años, una oposición regenerándose sin mucha capacidad de maniobra y excelentes índices de popularidad, tanto suyos como de Mujica.

Sin embargo, el país que deja Vázquez, luego de dos presidencias y con muchas mejoras, no es el que pudo ser si se tienen en cuenta tantas bienaventuranzas a favor. Más aun, el propio discurso que planteó el presidente carece de una visión de futuro para el país y sus desafíos por delante y mira mucho más hacia el pasado. Parece como un balance de logros para la campaña electoral. Resuena en la cabeza la frase de Robert Kennedy poco antes de morir asesinado: “El futuro no les pertenece a quienes se conforman con el presente”.

Es claro que hubo logros en los gobiernos del FA, como también en gobiernos blancos y colorados en esa construcción tan saludable que implica la alternancia de partidos políticos en el poder, pero tanta expectativa creada en 2004 deja gusto a poco y sobre todo en el área educativa.