El cementerio de Paysandú donde los niños juegan entre esculturas y tumbas

Algo siempre cambia. El ambiente. La naturaleza. El aire. Siempre sucede, y a veces pasa inadvertido. Pero se siente. Pasa entre las lápidas enterradas en el campo y entre los panteones de mármol. Se siente en el primer cementerio museo del país, el Monumento a la Perpetuidad en Paysandú. O como le gusta llamarlo a los locales, el Cementerio viejo.

Perpetuidad es la palabra que mejor se ajusta al antiguo camposanto sanducero, en desuso desde el siglo XIX. Allí, todo parece congelado, perenne: las tumbas de mármol de Carrara, de granito o de bronce. Incluso su capilla –oculta al fondo entre las sombras de los árboles– parece ser parte del viaje temporal que plantea la visita.

En Paysandú todos conocen ese cementerio. Es posible que algunos nunca hayan pisado el "nuevo", el que está en uso, pero seguro alguna vez cruzaron el portal de la vieja necrópolis. Seguro que más de un niño llevó alguna pelota un domingo para jugar; u organizó una "escondida" entre las estructuras de mármol con amigos. Escolares, turistas, habitantes; la fascinación mórbida que ejerce es poderosa, casi tanto como las familias que se disputaron el prestigio de tener el mejor recinto mortuorio. Lápida a lápida, panteón a panteón.

Su recorrida implica pasear entre algunas estatuas conocidas y prefabricadas en el exterior –la del Soldado Desconocido, por ejemplo– pero también entre construcciones originales, a las que el musgo y el tiempo les han pasado factura.

Bustos, edificaciones, ángeles de la muerte, relieves, alegorías masónicas y católicas; una cadena de significados acompaña al visitante en la necrópolis, que ocupa poco menos de una manzana, la misma en la que se encuentra el Hospital de la ciudad.

Hace tiempo que no se entierra a nadie allí. Era 1861 y la ciudad se había tragado los alrededores. Así, el cementerio pasó de estar en las afueras a formar parte de la incipiente capital del departamento. La decisión fue exclusivamente sanitaria: en aquella época se creía que la fiebre amarilla y el cólera podían contagiarse incluso después de la muerte, por lo que los difuntos tenían que ser enterrados lejos de donde estaban los vivos.

"Había una concepción de que podía ser problemático para la urbanidad convivir con los muertos", dijo Alejandro Mesa, coordinador departamental de Museos en Paysandú. Así, el lugar se cerró a los muertos para volverse paseo de los vivos.

Resultó una visión bastante avanzada para la época pero lo lograron, y fue así que en 1881 el antiguo cementerio de Villa Paysandú se convirtió en Monumento a Perpetuidad, el primer cementerio museo del país.

Su historia con la clausura temprana para entierros dio lugar a una resignificación del espacio desde el punto de vista patrimonial, sobre todo por sus esculturas de gran porte.

Más de 120 años después de aquella decisión, en 2006 comenzó una gestión que apostó a acercar al público de diferentes edades al museo a cielo abierto.

"Si bien era un espacio público de la ciudad, la gente no ingresaba. Todo lo contrario, tenía la connotación de ser un lugar relacionado con la muerte y era visto como lúgubre", dijo Mesa.

Con un plan educativo, la gestión creó propuestas lúdicas que invitaban a conocer el Monumento. "Cazadores de símbolos" o "Armá tu leyenda" fueron dos de las actividades creadas y que aún se mantienen para que niños y jóvenes descubran el entorno. Incluso liceos de la ciudad han dado clases dentro de la exnecrópolis.

Por su cementerio museo y el programa de actividades que ofrece, Paysandú fue anfitriona del Encuentro Iberoamericano de valorización y gestión de cementerios patrimoniales en 2010.

Su experiencia ha sido tomada como modelo para aplicarla en cementerios de Uruguay y la región, aseguró el coordinador nacional de la Red Uruguaya de Cementerios y Sitios Patrimoniales, Eduardo Montemuiño. Son los casos de Maldonado, Carmelo, Florida y hasta Gualeguaychú en Entre Ríos, Argentina.

Mientras tanto en Montevideo, a pesar de tener las necrópolis más grandes y ricas en arte funerario, los recorridos patrimoniales son escasos. Tanto, que solamente el Cementerio Británico mantiene visitas guiadas desde 2013. Ofrece más de 10 circuitos: industrias, fútbol, mujeres y hombres que han hecho la historia de Uruguay. En general hay uno por mes, con entrada gratuita.

"En Museos en la Noche van 3.000 personas en cuatro horas", dijo Montemuiño, encargado del programa cultural en ese cementerio. "Y las historias que se cuentan son historias de vida. De músicos, escritores, constructores de nuestra ciudades", agregó.

Montemuiño aseguró que de a poco se están implementando visitas guiadas al cementerio del Norte (ver recuadro) donde hubo recorridos el Día del Patrimonio y planean seguir ofreciendo el servicio.

Montevideo acaba de ser sede del último encuentro del XVIII Encuentro Iberoamericano de Gestión y Valoración de Cementerios Patrimoniales en el que se inauguró, entre otras cosas, una muestra sobre Monumento a Perpetuidad en la sala El Gaucho de la Casa de Lavalleja (Zabala 1469). La muestra alterna fotografías, documentos e imágenes en 3D de los monumentos funerarios, que pueden ser apreciadas con lentes especiales.

Después de que en 2008 y 2009 la Intendencia de Montevideo intentara ofrecer recorridos guiados por el cementerio Central no volvió a explotarse el costado patrimonial del lugar, que tiene más de 180 años. La comuna le otorgó recientemente la licencia a un privado para que retome las visitas. La empresa se llama Necro Tours y la preside Diego González, un apasionado por los cementerios. "Me parecía un desperdicio (no ofrecer recorridos guiados) habiendo tanto arte funerario. Además, es la historia del país", dijo González a El Observador. El operador turístico se propone comenzar los tours dentro de unos 15 días, tres veces por semana, y cobrar entre US$ 7 y US$ 10 por persona. La difusión estará sobre todo concentrada en redes sociales y la coordinación con cruceros en el verano.

El cementerio Central, inaugurado en 1835 con su entrada mirando a Gonzalo Ramírez, es la necrópolis más antigua de la capital. Además de su abundantes y refinadas esculturas, algunas de autoría de José Belloni y José Livi, allí se encuentran enterradas las principales figuras y familias de la historia del país. Desde algunos de los 33 Orientales hasta China Zorrilla y los presidentes, el Panteón Nacional guarda los restos de la historia que se puede recorrer en el cementerio que acompañó a la ciudad desde su origen.

La arqueóloga montevideana Elena Saccone inició una exploración campo adentro en busca de cementerios rurales para su tesis. Para su sorpresa, encontró más de 60 de estos lugares en Tacuarembó, Rivera y Cerro Largo y seleccionó 27 fotografías para su exhibición, en una muestra que estará hasta el 26 de noviembre en la galería Ejido del Museo de Historia del Arte (Ejido 1326) con entrada libre.

del país se encuentran en etapa de revalorización patrimonial, sumando visitas guiadas, folletería o investigación de las necrópolis.

El urnario diseñado por el arquitecto Nelson Bayardo, cuando era funcionario de la Intendencia de Montevideo, fue declarado patrimonio histórico en 2014. El edificio prismático integró una exposición sobre arquitectura latinoamericana en el museo Moma de Nueva York.