En su nota del domingo Ricardo Peirano cuestiona con una cierta ironía la doble personalidad del Fondo Monetario, que mientras por un lado alienta a las grandes potencias a olvidar los principios que la entidad ha defendido -e impuesto- durante su trayectoria, por el otro continúa aplicando su cartabón inexorable a las economías pequeñas y predicando ajustes presupuestarios y políticas antiinflacionarias a países como Uruguay, tal vez una de las pocas naciones que ha conservado la cordura económica durante el reinado del terror pandémico.
La acertada observación permite algunas elaboraciones sobre la función del organismo en cuestión y su participación en las medidas para compensar el cierre mundial conque se pretendió combatir el avance del SRAS-CoV-2, sus mutaciones y demás deudos.
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