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El hombre que Lacalle Pou quiere de ministro de Desarrollo Social

El director del Centro Educativo Los Pinos se codea con la política a través del precandidato Luis Lacalle aunque afirma que "ni a palos" se proyecta como ministro de Desarrollo Social
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22 de octubre de 2018 a las 05:02

Todo empezó con seis hectáreas llenas de basura y un auto enterrado bajo bolsas de mugre. Era 1997, Pablo Bartol tenía 32 años y vio en ese basural la posibilidad de ayudar a otros. La idea la tenía en mente desde los 14 años, cuando dedicaba sábados de tarde y domingos de mañana a tratar de transmitirle valores católicos, partido de fútbol en la calle de por medio, a jóvenes para los que la fe en Dios era difícil de entender. 

“Eso a mí siempre me motivó. Porque la realidad es que hay gente que tiene tantas dificultades, una vida tan difícil, con limitaciones y problemas que les resulta bravo descubrir el amor de Dios”, dice Bartol sentado en una oficina del Centro Educativo Los Pinos de Casavalle, que dirige, y donde en aquel 1997 supo quemar las bolsas de basura que hacían al terreno donde ahora hay una casona en el que la limpieza y el orden son pilares prácticamente fundamentales. 

“Acá, cuando vos trabajás la tierra durante 20 años, con niños y familias, vas descubriendo cuáles son los resortes que mueven a las personas, los motores para que cada uno prenda y arranque. No es que estoy esperando que venga la locomotora y me lleve porque yo soy la víctima y la sociedad me debe todo. Cada uno tiene que prender su motor propio y acá si algo hemos descubierto es cómo hacer para cada uno prenda su motor”, afirma.

Es probable que esas no hayan sido las palabras exactas que le transmitió al líder nacionalista Luis Lacalle Pou cuando puso un pie en Los Pinos por primera vez en 2007, pero sí son los conceptos que cautivaron al precandidato por el Partido Nacional para ver en Bartol un posible integrante de su equipo técnico. Por ese entonces, Lacalle era diputado, la idea de pelear un lugar en la Presidencia de la República era un tanto lejana, pero la figura de Bartol aparecía con frecuencia en su cabeza.

Si no te metés un rato en lo chico a escarbar y estar un rato con unos cuantos metros de basura en la mano, acumulando, nunca vas a agarrar el impulso para convencer”.

“En el 2014 le pedí que me acompañara. Quería tener a los mejores. Terminó la campaña, él siguió con su proyecto y yo creo que de ninguna política social del país se puede amputar la experiencia, el conocimiento y humanismo de Pablo. Es un tipo que quiero que juegue hasta donde él llegue. La pelota está en su cancha”, dijo Lacalle Pou en una entrevista publicada este domingo por El País, al ser consultado sobre si Bartol sería su ministro de Desarrollo Social.

Bartol dice, entre risas, que desde el momento en el que se conocieron hubo “un tire y afloje constante” con Lacalle Pou para volcarlo a dar un paso más político. El precandidato cree que el camino de las políticas sociales tiene que tener un reflejo en el trabajo de Los Pinos y Bartol lo aclara un poco más: “El tema es extender las ideas de fondo, el cómo, el qué. Acá (en Los Pinos) enseñamos rugby y yo no lo quiero extender a todo el país. Pero sí encontrar la forma de promover un cambio cultural”.

El director del centro intenta explicar ese “cambio cultural” al que se refiere con un ejemplo concreto. El semestre pasado hubo una reunión de padres en la que fracasó el intento por el que asistan todos y fueron solo la mitad. De esos padres, hubo una madre que quiso contar qué había pasado en su casa en el último tiempo. La mujer relató que su hijo se había vuelto “un obsesivo de la limpieza”, que no la dejaba ordenar la cocina y que “el colmo” fue que llegó a su casa, tiró el abrigo arriba del sillón y el adolescente fue corriendo a colgarlo de un perchero. Bartol insiste con esa historia como muestra de lo que cree que se puede replicar a nivel nacional.

Acá hemos descubierto algo es cómo hacer para que la gente prenda el motor. Qué hay que decir, qué hay que hacer, cómo hay que presentar todo, cómo hacer el famoso cultural. Cuando vos hacés ese cambio cultural, después la gente camina sola.

“Yo no lo perseguí ni le hablé, sino que le creé un ambiente donde descubrió lo lindo que es que todo esté limpio, que todo esté en su lugar. El cambio, entonces, pasa por mensajes que uno va dando, por crear la cultura del orgullo, el sentido de pertenencia. Y eso es lo que hacemos acá”, dice. En ese sentido, asegura que conoce las políticas sociales del actual gobierno aunque las sigue más que nada por la prensa y por los alumnos y familias vinculadas a Los Pinos que son beneficiarios. Si bien reconoce que “todas son bien intencionadas”, no está de acuerdo con que se forme la idea de de que la “ayuda” aparezca como una forma de “deuda”. 

“No se sienten protagonistas y no ponen todo el esfuerzo porque siempre se ven como una pobre persona. Esos son algunos de los demonios que han desatado algunas de esas medidas que son muy bien intencionadas”, sostiene.


Más “tire y afloje” 

El “tire y afloje” de Lacalle Pou y Bartol por pasar de la ayuda social a hacer políticas públicas sigue, aunque con algunas señales del director de Los Pinos de que podrá dar ese paso.  En el entorno de Lacalle Pou no pretenden que encabece una lista o que tenga un cargo “político tradicional”, según confiaron allegados al precandidato a El Observador. El objetivo es contar con su capacidad técnica. 

“Yo no me proyecto ni a palos como ministro de Desarrollo Social”, dice, aunque poco convencido como parte de ese juego con el líder nacionalista. “Para los que estamos en temas sociales siempre la política la miramos con distancia, es otro mundo que no sé si es para mí. Sigo sin saberlo”, confiesa. Pero en ese dilema interno en el que se encuentra desde hace un tiempo, las charlas con agrupaciones blancas aumentan y tuvieron su punto máximo el sábado 13 en Trinidad cuando Lacalle Pou pidió especial silencio para que Bartol presentara su proyecto en  en el Congreso del sector Todos. Al final no hubo más que aplausos.

Bartol dice que va “tanteando el agua” para medir su temperatura y profundidad. “Te tirás al agua y empezás a meter brazadas y ves si nadás o no nadás. Si me hundo es porque no era para mí. Si me sale más o menos nadar capaz que es para mí y si gana el que quiere que yo lo ayude, le daré una mano”, sostiene. 

En su caso, el pedido de colaboración vino de filas blancas, pero Bartol no se cierra a ningún partido político. De hecho, al ingresar a Los Pinos las fotos de dirigentes  y jerarcas del Frente Amplio que visitaron el centro inundan la cartelera principal. El director es consciente que haberse mostrado de primera mano con Lacalle Pou vino de la mano de enojos, pero quiere separar su rol dentro de Los Pinos del que puede llegar a desempeñar como técnico en la política. 

“Se va a seguir recalcando una y mil veces que soy católico, del Opus Dei, que soy de Los Pinos y todo es cierto. Pero cuando a uno le piden una mano en política, cuando paso a colaborar, ya no son Los Pinos ni el Opus Dei. Es Pablo Bartol. Sé que mucha gente no lo va a entender y otros lo van a querer enredar y buscar cosas raras”, dice. 

Con esos elementos en juego, Bartol se plantea si está dispuesto a pasar por un proceso de que lo señalen o lo ataquen “con tal de colaborar” con lo que un político que lo conoció hace 11 años le pidió y le sigue pidiendo, cada vez con mayor intensidad.

Vida de servicio

Bartol está convencido de que nació para ayudar a otros y que el motor que lo proyecta en ese camino es y será su fe católica, que practica a través del Opus Dei, al que está vinculado al menos desde los 18 años. “Cada uno tiene su motor, yo tengo a Dios y ojalá muchos otros también lo tengan, pero hay quienes lo encontrarán en otras cosas, puede ser el amor”.
De ese adolescente que dejaba los fines de semana para enseñar catequesis y jugar al fútbol con los jóvenes del barrio, el director de Los Pinos quiso dar un paso más y tener su propio lugar.  

Así fue que encontró ese basural, que linda con la avenida San Martín, en pleno Casavalle. Averiguó a quién pertenecía y se encontró con Leonardo Rozemblum, propietario de la empresa Motociclo, con quien logró tener contacto gracias a un conocido que tenía una bicicletería en Paysandú.

El hombre ofreció el terreno en comodato por 30 años pero finalmente, ante un nuevo pedido de Bartol, se los terminó donando. Y, con esa donación como punto de partida, Bartol se enfrentó a un basural que en su mente no era otra cosa que un centro educativo. “El terreno era inabarcable, pero me sirvió para darme cuenta de que cuando empezás con algo concreto, chico, cuando te pasás una tarde en un metro cuadrado juntando basura, te da el ánimo para hacer algo mucho más grande”. Con ese concepto fue a pedir ayuda al Ejército para limpiar el terreno, en el que hoy no hay ni medio papel en el piso.

Es jueves por la mañana y Bartol visita los salones donde decenas de niños y adolescentes reciben capacitaciones en diferentes áreas. Están los que arman robots para presentarse a un concurso impulsado por el Plan Ceibal, los que trabajan en silencio con circuitos de electricidad y los que acaban de volver de un descanso para retomar una clase de logística. 

Cada uno de ellos tuvo que pasar por varias pruebas, muchas que los dejaron afuera del centro por un tiempo, para finalmente poder ser parte. “Yo dí la prueba cuatro veces y finalmente entré”, cuenta uno de ellos ante una pregunta de Bartol.

“Yo vine a acompañar a unos amigos, me presenté y quedé”, dice otro. “Y saben por qué muchos no quedaron de una?”, les pregunta Bartol, consciente de que no obtendrá una respuesta. “Porque lo que queremos ver es el compromiso que tienen por las ocho horas, por la asiduidad, por no llegar tarde”, responde él mismo. No en vano, cada uno de los estudiantes debe marcar tarjeta con su huella dactilar cuando llega la hora de estudiar. 


 

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