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El Monarca: un barrio que pelea contra el coronavirus y la estigmatización

El primer caso positivo de covid-19 en un asentamiento generó preocupación entre las autoridades y una sensación de estigmatización entre los vecinos del barrio
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02 de mayo de 2020 a las 05:03

Sobre el kilómetro 21.700 de la ruta 8, casi en el límite entre Montevideo y Canelones, un cartel descolorido por el sol y el paso del tiempo da la bienvenida a El Monarca. Un mapa muestra las 13 manzanas del barrio y la ubicación de la policlínica como un punto medular entre el entramado de calles y casas donde viven unas 2.500 personas, según las estimaciones de los vecinos. 

La mañana de miércoles es tranquila, el sol seca las calles después de un par de días de lluvia y sólo se escucha el ladrido de los perros. Pocos vecinos caminan por el barrio y todos usan tapabocas, se saludan unos a otros de lejos. Claudia González interrumpe el silencio. “Nosotros no somos eso que muestran”, dice esta vecina que vive en el barrio hace 20 años y parada en el umbral de su casa quiere dejar una cosa clara: “Hay que cambiar la manera de pensar y de ver El Monarca”. 

El primer caso

El viernes 24 de abril el ministro de Desarrollo Social, Pablo Bartol, confirmó que un joven del barrio dio positivo al test de coronavirus. La detección del primer caso en un asentamiento encendió las alarmas de las autoridades y generó preocupación ante la posible propagación del contagio en ese contexto. Si bien se anunció que se realizarían tests aleatorios en el barrio hasta este miércoles no se habían realizado. 

El hombre, quien prefiere no dar su nombre, tiene 35 años, es asistente personal del Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC) y vive con sus padres. Según dijo a El Observador se encuentra aislado en su habitación desde el 16 de abril, cuando se le realizó el hisopado, cumpliendo con las medidas de prevención de contagio que le indicaron los médicos e higienizando la habitación de forma frecuente. Se mantenía haciendo cuarentena desde que se confirmaron los primeros casos de coronavirus en Uruguay, solamente salía de su casa por motivos laborales tomando recaudos. “Le digo lo mismo a todos los que me preguntan, no sé de dónde vino”, dice el paciente. 

“No tuve muchos síntomas, tuve una picazón en la garganta y sentía que me ahogaba en la noche; pensaba que los síntomas eran más fuertes”, explica el joven y recuerda que el día que lo llamaron para comunicarle el resultado le “cayó como un balde de agua fría”. Desde entonces se ha sentido “decaído” a causa del encierro y “sensibilizado” por la forma en que su caso fue expuesto en la opinión pública. “Por lo que la gente opina sabiendo que estamos todos en el mismo barco”, puntualiza. 

Todos los días recibe llamadas de referentes del Ministerio de Salud Pública (MSP), el Mides y las doctoras de la policlínica del barrio desde donde esta semana también comenzó a recibir apoyo psicológico. “Están muy preocupados todos por este tema. No me puedo quejar porque es rapidísima la respuesta que están teniendo en todo sentido”, evalúa el paciente. Además se le entregó a la familia una canasta con alimentos y otra con tapabocas, alcohol en gel y artículos de higiene. 

Las personas que tuvieron contacto con él se realizaron el test, tanto su familia como sus vínculos laborales, y todos los resultados dieron negativos. 

El barrio y la mirada ajena

“Estamos tristes. Estamos tristes porque un hijo de El Monarca está enfermo y estamos tristes porque nos tratan como si fuéramos lo peor”, dice María Lorenzo, vecina y concejala del municipio F. Esa es la sensación que se reitera casa a a casa. 

La noticia llegó al barrio por el informativo antes que por el boca a boca. Frente a las pantallas de las televisiones no reconocían su barrio: “En algunos informativos se pasaron videos que eran viejos, que no tienen nada que ver con el barrio, tomaron la peor parte no de este barrio, sino del barrio que está atrás”, dice Óscar Miranda desde la puerta de su panadería.
“Estamos muy indignados, todos nos cuidamos entre todos acá. En un barrio millonario no salió quién estaba enfermo, sentimos que violan nuestra intimidad también”, dice García y remarca que se trata de “un barrio de gente trabajadora”.

"Estamos muy ofendidos porque hemos luchado mucho por nuestras casas y el barrio", dice Lorenzo y asegura que la exposición que tuvo el barrio en los últimos días hizo que se enfrentara a situaciones de discriminación, ya que en dos ocasiones quiso adquirir servicios que le dijeron que no entraban al barrio. "Nos ponen con un estigma como si fuéramos los perros sarnosos del Uruguay", lamenta y acota: "El covid-19 de El Monarca es igual que el covid-19 en el Buceo, en la Tahona o en la casa presidencial",

"Somos gente trabajadora, no es que seamos todos ladrones", dice Ramón Cabrera, que vive en el barrio hace cinco años, y asegura que "para la pandemia no hay ricos ni quien no tengan dinero". 


El Monarca fue creado en 1995, tras la ocupación organizada de un terreno abandonado sobre la ruta. En los últimos 25 años consiguieron acceso a agua potable, luz eléctrica y alumbrado público, cunetas y la mayoría de las casas están construidas de material. “El Monarca lo consideramos un barrio, no un asentamiento”, dice Washington “Bocha” Suárez quien vive allí casi desde su fundación, aunque reconoce que aún no han comenzado el proceso de regularización: “Apenas se inicie el camino hacia ser propietarios y tener cada uno los títulos de su terreno, ese día va a pasar a ser un barrio y ya no será un asentamiento”. De acuerdo al último relevamiento que realizó la ONG Techo, en 2018 había 395 viviendas y una de las principales preocupaciones de los habitantes eran las inundaciones de algunas viviendas cuando llueve. 

Muchos vecinos cuentan que en las últimas semanas se quedaron sin trabajo. Son changadores, trabajadores del rubro de la construcción o trabajadores independientes. Un ejemplo es el caso de Andrés Fereira, aunque su pareja continúa trabajando en una fábrica de alfajores: "Mi mujer es la que trabaja, ella sale y se expone. Algo bien claro es que si no trabajás no comés y no hay de que te den una canasta o te ayude el gobierno, el gobierno te ayuda hasta por ahí nomás, pero a la gente no le da. Te piden que te quedes en casa y no te pagan la luz, no te pagan el agua, no te pagan las cuentas. Es complicado pero hay que llevarla como se puede", comenta. 

Vladimir Pereira y su pareja, Ana Labrus, tienen una rotisería en su casa pero debieron cerrarla debido a que las ventas bajaron por la pandemia y la situación económica de los clientes empeoró. Junto a otros cuatro vecinos abrir una “olla solidaria” para ayudar a quienes se quedaron sin ingresos. “Vamos juntando donaciones de todos lados, a veces sacamos de nuestro bolsillo para llegar porque son alrededor de 75 familias, 200 personas por día, de lunes a viernes”, cuenta Pereira. Calcula que el 70% de las personas que van a buscar la cena provienen de otros asentamientos contiguos como La Rinconada y Don Márquez. 

Este miércoles recibieron una donación de bandejas de plástico, una medida de higiene que van a implementar para reabrir la olla solidaria luego de que la médica de la policlínica les sugiriera cerrar hasta que les hicieran un hisopado a quienes allí trabajan, aunque la persona infectada no concurría a la olla. Los seis análisis resultaron negativos, por lo que se están preparando para volver a entregar las viandas la próxima semana. 

La policlínica reabrió 

Luego de más de un mes sin dar atención, la policlínica del barrio volvió a abrir. Verónica Rodríguez, médica de familia, acaba de recibir la noticia de que el próximo 8 de mayo comenzará la vacunación antigripal en el barrio. La reapertura ante la emergencia sanitaria incluye algunas modificaciones: ahora cuentan con una habitación aislada y una entrada independiente para atender a aquellos pacientes que llegan con síntomas respiratorios. 

Además, Rodríguez y la psicóloga mantienen un seguimiento cercano del paciente infectado.  

El Monarca no tiene saneamiento, y esa es una de las mayores preocupaciones a nivel sanitario, una preocupación previa y posterior al paso del coronavirus por el barrio. 

"Unidos y organizados"

Los vecinos consultados hablan del joven contagiado sin que sea necesario preguntarlo: un hombre responsable y trabajador que creció en el barrio que funciona como una familia, según cuentan. El propio paciente cuenta que pese a estar aislado ha sentido el apoyo del barrio, que le hace llegar palabras de aliento y colaboran en lo que pueden para que su situación sea más llevadera.

"El barrio no se ha vuelto loco. La gente es consciente de lo que estamos viviendo, de que el aislamiento es lo más importante, y estamos trabajando en que a nadie le falten tapabocas ni recursos para combatir esto", comenta Suárez. "Acá nos cuidamos entre todos", agrega González y considera que esta no será la excepción. 

"Estamos contra un enemigo invisible. Tenemos que salir a trabajar tomando las precauciones, lavado de manos, cuando regresamos dejar la ropa afuera o ponerla a lavar. Con un poco de temor porque el virus está a la vuelta de la esquina", dice Cabrera, quien trabaja como chofer para una empresa contratada por la Intendencia de Montevideo.
 
El coronavirus llegó a la periferia de Montevideo de la misma forma que llega a cualquier rincón del país, pero el desafío en El Monarca es doble: enfrentar el virus y la mirada del exterior.

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