El mundo del revés

La pandemia de covid-19 (coronavirus) nos interpela como país, como sociedad. Desde que se declaró el primer caso en Uruguay, el 13 de marzo, quedó al desnudo el verdadero país que tenemos luego de 16 años de crecimiento económico ininterrumpido.

Un país que lejos está del 8% de pobreza, sin indigentes, con inclusión de los sectores más relegados.

En pocos días, luego de la llegada del coronavirus, se generó una crisis alimentaria en un país que supuestamente era de renta media alta, con el mayor nivel de igualdad de la región, con un modelo de inclusión financiera obligatoria que combatía la informalidad y la evasión.

Un año estuvo Un Solo Uruguay (USU) hablando que las estadísticas públicas no reflejaban la realidad, un año escuchando que éramos infantiles, irresponsables, que atentábamos contra las instituciones y la democracia; y en estos días no escuchamos a ninguno de aquellos decir que USU tenía razón.

Pero eso no es lo relevante, eso es lo anecdótico.

Esta situación nos para y desnuda el país que tenemos, con una pobreza que no debe estar por debajo del 20%, con una infantilización de la pobreza muy grande, con una fragilidad muy alta en los sectores más débiles de la sociedad.

Debemos pasar esta etapa sanitaria lo mejor que se pueda, todos aportando a un gobierno que está haciendo lo que entiende mejor y más adecuado.

No son momentos de trancar el carro, son momentos de empujarlo, el gran desafío es pensar el día después, sabiendo en el país real que tenemos cómo hacemos para empezar a caminar de nuevo.

Y una vez más miremos lo que hacen otros y comparemos lo que hacemos nosotros. Todos los países están cuidando a su sector primario durante la pandemia por varios motivos, por seguridad alimentaria, por respeto a la vida, pero sobre todas las cosas porque saben que ese va a ser el primer motor en arrancar.

En este sentido, mientras países como Nueva Zelanda declaran esencial la  actividad de Fonterra, en Uruguay la industria y el gremio de trabajadores definen bajar la actividad, cerrar plantas.

Eso también es parte de las cosas que dejan al desnudo esta crisis, en un país básicamente agroindustrial y exportador. En lugar de cuidar al productor como la máquina generadora de riquezas para el país, los otros actores de la cadena acuerdan sin tomarlo en cuenta y poniendo una vez más en el productor lechero el costo de las ineficiencias propias.

La lechería, gran generadora de mano de obra, está en jaque, la industria no ha trasladado al productor la suba del dólar en el precio de la leche por más que el 70% de lo producido va al mercado externo.

La duda es dónde están los actores que deben defender estas injusticias y abusos hacia el sector primario.

¿Qué piensan las gremiales? ¿Cuál es el rol del Instituto Nacional de la Leche (Inale) en todo esto? ¿Qué medidas está pensando el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) para que esto no ocurra más y la producción primaria tenga definitivamente el rol que tiene que ocupar en las mentes de los uruguayos?

Salir de la crisis va a necesitar los motores prendidos, como bien expresó la ministra de economía Azucena Arbeleche. En esta situación, como se ve desde afuera y por cómo lo cuentan muchos tamberos, el motor de la lechería se está apagando.

(*): Vocero de USU