Walter Corbo en la actualidad; fue tricampeón uruguayo con Peñarol y estuvo con Uruguay en el Mundial de México 70

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El “niño mimado” de Maradona que se agarró a piñas con Víctor Hugo: la vida de Walter Corbo

El arquero fue tricampeón uruguayo con los aurinegros y estuvo en el plantel que disputó el Mundial de México 70 con Uruguay
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27 de agosto de 2022 a las 07:01

Tenía 17 años cuando comenzó a jugar al fútbol. Antes, había sido acróbata, hacía shows de gimnasia olímpica, y luego de jugar en Racing con su hermano, llegó a Peñarol y con 20 años, tuvo que sustituir “al mejor arquero del mundo”, como él y muchos lo han definido a Ladislao Mazurkiewicz.

“Viví mi infancia en La Teja hasta los 13, con fútbol en la calle y la ACJ me quedaba cerca de casa. Hacía deportes comunes y gimnasia olímpica. Hacíamos shows y presentaciones en otras asociaciones y giras. En una sufrimos un accidente, volcamos con la bañadera rumbo a Colonia, pero por suerte, solo hubo lesionados”, contó Walter Corbo a Referí.

El equipo de Peñarol campeón uruguayo de 1973; arriba aparecen Walter Corbo, Omar Caetano, Walter Olivera, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo, Nelson Quevedo, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Ruben Romeo Corbo

Jugó en Olivol al básquetbol, “andaba bien tirando. Vivíamos a tres cuadras con el Chiquito Mazurkiewicz. Jugábamos al fútbol con el hermano y con Paco Casal que jugaba bien como lateral. Estuvo en mi casamiento, iba a comer la pizza de mi mamá que le encantaba, e iba a tomar la leche todos los días a casa”.

De mañana iba a la escuela, volvía al mediodía y a los 10 años “trabajaba en una herrería de obra al lado de casa. Pintaba, soldaba algunas rejas. Teníamos mucha inventiva. Si querías andar en un monopatín con rulemanes, te lo tenías que hacer. Mi mamá me pasaba por el muro un café con leche y pan con manteca a las cinco y yo trabajaba hasta las siete. La plata se la daba a mi mamá”.

El equipo de Peñarol que ganó la primera de las dos Copas Teresa Herrera conseguidas, en 1974: Hugo Fernández, Mario Zoryez, Nelson Acosta, Walter Corbo, Voltaire García y Mario González, arriba, en tanto abajo aparecen José Cruz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Daniel Quevedo

Su papá, Luis María, era linotipista y Ana, su madre, se ocupaba de la casa. Él fue a la escuela de artes gráficas y se recibió de tipógrafo.

¿Cómo llegó al fútbol? “A los 15, empecé a trabajar de reponedor en un supermercado. Estuve dos años y luego lo hice en una empresa que se dedica aún a vender filtros de autos. Trabajaba de 9 a 17 y en la media hora libre, colocaba vidrios en la zona de Shangrilá. Un día, había una librería muy famosa, se le había roto una claraboya y me llamaron. Me caí y me rompí toda la pierna y me echaron del trabajo. Me recuperé y mi hermano ya jugaba en Racing. Un día dijo que empezaba el torneo de Cuarta y no tenían golero e iba a llevar a un amigo. ‘Antes de llevarlo a él, llevame a mí’, le dije. Nunca había atajado. Me llevó y no me presentó como el hermano, lo hizo como si fuera un amigo. Se dieron cuenta que era hermano cuando me ficharon. (Juan) Faccio que era el técnico de Primera, me subió en 1969”, recuerda.

El equipo de Peñarol que ganó el clásico 100 por el Campeonato Uruguayo; arriba: Mario Zoryez, Carlos Peruena, Walter Corbo, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Lorenzo Unanue, Fernando Morena, Ramón Silva y José Cruz

Le faltaba técnica y no le alcanzaban las horas de entrenamiento. Por la necesidad, “en un córner pusieron una bombita de 100 watts en el Roberto y me quedaba con mi hermano Romeo, Héctor Resola y Walter Siviero y entrenábamos”.

Con Pepe Sasía y Domingo Pérez en el equipo, terminaron muy bien ubicados en el Uruguayo.

El equipo de Peñarol que ganó la Copa Teresa Herrera en 1975; arriba posan Mario Zoryez, Carlos Peruena, Walter Corbo, Nelson Acosta, Luis Garisto y Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Lorenzo Unánue, Fernando Morena, Ramón Silva y José "Pepe" Cruz

“Ese año no nos ganaron ni Peñarol ni Nacional y gracias a esa campaña, Peñarol me compró el pase. Con el tiempo uno se da cuenta que la ignorancia o falta de conocimiento de lo que eran ellos (Pepe Sasía y Domingo Pérez), eran como uno más. Hoy uno se da cuenta lo importante que fueron, por la responsabilidad, la entrega, cumplir con los entrenamientos. Pepe era un fuera de serie”, cuenta.

Dice que no fueron muy populares porque empezaron a surgir en dictadura, no había muchas reuniones entre futbolistas. No obstante, dice que “la Mutual fue el único gremio que en dictadura mantuvo las puertas abiertas” y un vivió una anécdota fea.

José Pedro Custodio junto al arquero Walter Corbo y el lateral Mario Zoryez en Los Aromos

“Un día volví de vacaciones y me fueron a buscar de investigaciones. Me llevaron a la calle Maldonado. Veníamos de Brasil y en una nota de la revista Placar, decía: ‘Corbo dice que si le gritan tupamaro, no es algo grave’. Yo les había dicho lo que sentía que para mí no era algo ofensivo. ‘Mientras no sea nada malo, que me griten. No hay problema’. Entonces los de investigaciones me preguntaron por qué me dejaba decir tupamaro y por qué trabajé en la Mutual. Estuve un par de días y por suerte me salvó un comisario que había ahí, que era pariente de un compañero de Peñarol. No me trataron mal, pero fue un feo momento”, recordó.

Walter Corbo y una de sus pasiones en la actualidad: la pesca

Eso hizo que Peñarol se fijara en él, pero llegó para suplantar nada menos que a Mazurkiewicz.

“Tenía dos responsabilidades enormes, suplantarlo como arquero de Peñarol y la otra, que era el mejor del mundo. ¡Tenía 20 años!”.

Estuvo en el clásico de 1971 en el que Nacional se quedó con seis hombres y se retiró de la cancha, y además, el Pulpa Etchamendi le tiró una piña a Roque Máspoli.

El clásico en el que Nacional se quedó con seis hombres en 1971 y se retiró de la cancha y en el que el Pulpa Etchamendi agredió a Roque Máspoli; Peñarol formó con Omar Caetano, Walter Corbo, Roberto Matosas, Alfredo Lamas, Elías Ricardo Figueroa, Mario González (a su lado, Roque Máspoli); abajo, Ermindo Onega, Luis Villalba, Raúl Castronovo, Milton Viera y el yugoslavo Ilija Petkovic, quien en ese partido sería fracturado por Juan Martín Mugica

“Etchamendi lo garroneó. Nacional se fue y no volvió. Fue algo increíble. Tengo buenos recuerdos porque jugué 12 clásicos por el Uruguayo y no perdí ninguno. También estuve en el clásico 100 que ganamos 2-1 y en otro, atajé dos penales”, dice.

Su pelea con Víctor Hugo

Víctor Hugo Morales era el relator más escuchado del momento y, además, era periodista en canal 4 y en el diario Mundocolor.

En pleno auge, tuvo un problema con todo el plantel de Peñarol debido a una decisión de Corbo, el que, con el tiempo,  terminaría con una pelea a las piñas en pleno palco de la prensa.

Un clásico Gremio-Inter de Porto Alegre y Walter Corbo salvando su arco

Así lo cuenta: “Aquello quedó para la historia. Eduardo Rivera era un lateral que llegó de Rampla a Peñarol y en un partido, dio una patada fuerte. Víctor Hugo dijo que era un caballo. Nos llegó el comentario y yo que era el capitán le dije al plantel: ‘Muchachos no hablamos más con él. Es un atrevido’”.

Así sucedió y aunque Corbo fue a explicarle la decisión, el exarquero dice que el periodista “no pensó que iba a ser así, que hablaríamos tarde o temprano. Entonces empezó a decir cualquier cosa de mí, que era horrible. Yo tenía el hábito de agarrar la pelota con una mano y decía: ‘No la agarra con dos, ¿la quiere agarrar con una?’”.

Walter Corbo en una producción para la importante revista brasileña Placar

Pero la historia sigue. En ese mismo partido del comentario de Víctor Hugo, se habían peleado padre e hijo contra un hincha contrario. “Él dijo que cobardemente le pegaban a un hincha. Pensó que le dejamos de hablar porque había hablado mal de los hinchas de Peñarol. Durante un año y medio no le hablamos”.

Y sigue: “A raíz de que decía tantos disparates contra mí, mi hermano mayor Edward que jugaba en Verdirrojo, cuando terminó un partido fue con un amigo y le empezó a retrucar. Cuando vi eso, ni fui al vestuario. Paullier (Juan Carlos, el comentarista) gritaba ‘¡No me peguen!’, y se armó. Yo casi ni llegué. Algún guantazo tiré”.

En mayo de 1976, Corbo fue a jugar con la selección por la Copa del Atlántico ante Paraguay en Asunción. Y de casualidad, luego del partido, se encontró con Víctor Hugo.

Walter Corbo en su pasaje por Gremio de Porto Alegre; a su izquierda, aparece el uruguayo Atilio Ancheta, gran zaguero que hizo historia

“Ahí pudimos arreglar la relación. Terminó el partido y me fui al hotel. Me quedé en el lobby porque no podía dormir. Como a la una de la mañana, paró un taxi y bajó Víctor Hugo. Me miró y me dijo: ‘Tengo que hablar contigo’, y yo le dije lo mismo: ‘Vamos a hablar de hombre a hombre’. Allí le comenté que el plantel de Peñarol no le hablaba porque no iba a permitir que le dijera caballo a un jugador. Y él me respondió: ‘¿Fue por eso o fue por la pelea de los hinchas que están molestos conmigo?’. Le insistí: ‘Hasta que no te retractes, no vamos a hablar contigo’. ‘¡Qué equivocado que estuve!’, me explicó, porque pensó que no le hablábamos por su comentario por la pelea.

La charla íntima siguió y Corbo le dijo: ‘¡Te tengo que agradecer a vos porque me hiciste famoso por todo lo que hablaste de mí!’. Como jocosamente se sonrió y me dio un abrazo como diciendo: ‘Fui un estúpido, estuve un año y medio sin hablar por no preguntar por qué’. Después, en su libro El Intruso, admitió que se equivocó”.

Participó del plantel de Uruguay en el Mundial de México 70.

Un partido con Uruguay ante Argentina en cancha de Vélez; parados, Darío Pereyra, Alfredo De los Santos, Walter Corbo, Rafael Villazán, Juan Vicente Morales, Pablo Forlán; abajo, Juan María Muniz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Juan Carlos Ocampo

“Vivir algo así, es para toda la vida. El entorno era hermoso. Fue una cosa nunca pensada, una vivencia diferente. Cuando estábamos allá,  llegó un ciclista que había salido de Florida meses antes del Mundial, porque su meta era que si llegaba, le habían prometido que a su pueblo le daban una ambulancia. Y el hombre fue hasta México. Cenó con nosotros e iba a los entrenamientos. Lo que es el orgullo de alguien por su pueblo”.

Recuerda la jugada de la historia del fútbol, la de Pelé a Mazurkiewicz, quien casi le hizo un gol con un amague.

Corbo junto al Polilla De los Santos luego de jugar con Uruguay ante Argentina en cancha de Vélez

“Hicimos un Mundial muy bueno, fuimos cuartos detrás de Brasil, Italia y Alemania. Había una marca de autos muy conocida en el mundo, que tenía su fábrica en Puebla y los directores de la empresa dijeron que a los cuatro primeros le iban a regalar un auto a cada integrante del plantel. Estábamos muy entusiasmados, porque yo y muchos más no teníamos auto, íbamos a entrenar en ómnibus. Se habló con el presidente de la República, con aduanas para poder ingresar los autos, y estaba todo bien. Pero no se llegó a un acuerdo porque alguien quería una comisión. Fue una enorme decepción para todos”, indicó.

Walter Corbo elegido para defender a la selección gaúcha; el primero arriba desde la izquierda es el uruguayo Francisco Salomón, en tanto que dos lugares a su izquierda, aparece el crack de Paulo Falcao

Y agrega: “Llegamos al aeropuerto con un entusiasmo bárbaro por el cuarto puesto. Pero nos tuvimos que volver con los taxis del aeropuerto. No nos fueron a recibir ni siquiera de la AUF. Eso demuestra lo injusto que fueron. En 2010, fueron cuartos y casi les regalan el Palacio Legislativo. Cómo se diferencian las épocas, porque en 1970, ser cuartos era como un fracaso para la gente”.

Jugó en Gremio de Porto Alegre y ganaron el Torneo Gaúcho,  luego que el archirrival, Inter,  lo hubiera ganado ocho años seguidos.

“Gremio tenía nueve seguidos ganados y en 1977 si ellos ganaban, lograban los nueve. La comisión, acertadamente, contrató a Telé Santana que era uno de los mejores técnicos de Brasil y contrató a un buen equipo. Telé dijo: ‘Yo quiero al arquero que jugó en 1976 contra Brasil’, aquel partido en el que (Sergio) ‘Colacho’ Ramírez corrió a Rivelino hasta el túnel de Maracaná. Y me llevaron y fuimos campeones. Cuando me fui llegó Manga. Jugué con Atilio (Ancheta), que era un zaguero espectacular, con una velocidad de reacción y un pique increíbles. Un gran stopper”.

Walter Corbo como arquero de San Lorenzo de Almagro de Argentina, en donde fue dirigido por Carlos Bilardo

Luego jugó en San Lorenzo de Almagro de Argentina.

“Me pidió (Carlos) Bilardo que era el técnico. Dejó el club y en enero hubo elecciones. Ganó una lista por pocos votos y los perdedores no quisieron asumir la derrota. Entonces, un grupo contrató a Délem y el otro contrató a Carmelo Faraone. ¿Qué pasó? Durante un mes entrenábamos con Délem de mañana y de tarde con Faraone. ¡Increíble!”.

El último partido que jugó San Lorenzo en el Gasómetro de los viejos tablones de madera; fue ante Boca y empataron 0-0 con Walter Corbo en el arco

En aquel San Lorenzo, jugó el último partido que se disputó en el Gasómetro, aquel que tenía tablones, en el 0-0 con Boca que tenía a Gatti, Pernía, Sá, Mouzo y Mastrángelo, entre otros.

Su increíble historia con Maradona

Poco después, hubo unas inundaciones tremendas en Chaco y la AFA programó un partido a beneficio de los inundados entre la selección de Buenos Aires y la del interior.

“Los técnicos eran el Zurdo López y Bilardo, en la de capital. Fillol y yo éramos los dos goleros. Él jugó el primer tiempo y yo el segundo. Al final, llegamos al vestuario y estaba Maradona al lado mío. Vino un niño a pedirle un autógrafo. El vestuario estaba empapado y Diego le dijo: ‘Mirá cómo estoy, todo embarrado. Dame unos minutos’. El niño se asustó, se resbaló y se pegó la frente contra una pileta”, explica.

La pesca es una de las pasiones de Walter Corbo

Los días pasaron y Corbo seguía en San Lorenzo. Una mañana, tras una práctica, lo estaba esperando Jorge Cyterszpiler, el empresario que manejaba la carrera de Maradona: “‘Estuvimos hablando con Diego. Necesitamos que nos hagas un favor. ¿Te acordás del problema que hubo con un niño en Chaco?’. A Diego le están haciendo un juicio por US$ 1 millón y él no tuvo nada que ver con la caída de ese niño’, me informó, y me preguntó si yo tenía problemas en declarar porque era testigo ya que Maradona estaba al lado mío y lo había visto todo”.

Corbo le dijo que no tenía problemas y fue a declarar dos veces. El padre había dicho que Maradona le había pegado. Con las declaraciones de Corbo ante la Justicia,  se solucionó el tema.

Pasaron pocos días y Cyterszpiler apareció en la práctica de San Lorenzo con un paquete para agradecerle.  Así lo cuenta el exarquero: “‘Dice Diego que te portaste 10 puntos’. Abrí el paquete y era un reloj Rolex. Yo se lo devolví. A los 10 días, volvió al club y le pidió a los dirigentes de parte de Maradona, que me dejaran pasar a Argentinos Juniors para jugar con él Y así fue. Pasé a ser el niño mimado de Diego, ya que quería retribuirme la gentileza y entonces jugué todo un año con él, conociendo todo el mundo. Era un tipo espectacular, un ser maravilloso, un compañero y un profesional indiscutido. De esos que son cracks y marcan una diferencia”.

Los hermanos juntos: Ruben Romeo Corbo y Walter Corbo en la actualidad con la camiseta de Peñarol calada que utilizaba el club a principios de la década de 1970

En una de las giras fueron a jugar contra Tigres en Monterrey y Romeo, su hermano, jugaba allí. “Cuando llegamos al aeropuerto estaba mi mamá con él, los fui a saludar. Y Diego se acercó para ver quiénes eran. ‘Que vengan a cenar con nosotros al hotel’, me dijo, y cenamos mi mamá, Romeo, Diego y yo. ¡Increíble! Esas son las cosas que tenía. Iba dos veces al año a Alemania porque tenía contrato con Puma, y venía con un bolso para cada uno con zapatos, camisetas, shorts. Un fuera de serie”.

Corbo tiene toda una historia detrás. Desde aquellos días en los que era acróbata y su debut en el fútbol –bastante mayor, con 17 años en sus inicios–, a ser tricampeón uruguayo con Peñarol, ir a un Mundial con Uruguay y jugar, entre otros, con Diego Maradona. Tiene dos hijos, Ruben y Leandro, y dos nietos, Thiago y Pía, y hoy disfruta de su familia.

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