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El presidente con todo el poder “sobre los hombres y las cosas”

Teodoro Obiang Nguema cumple 40 años en el gobierno
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04 de agosto de 2019 a las 05:00

El nombre Teodoro, que proviene del griego y significa ‘don de Dios’, es un nombre que identifica a santos y mártires y también a menos ángeles, como el presidente más longevo del mundo, que este sábado 3 cumple 40 años en el poder en Guinea Ecuatorial, un país pequeño del centro de África, pero uno de los más grandes en corrupción y desigualdad. 

Ningún presidente del mundo lleva más tiempo que Teodoro Obiang Nguema en el poder, al que llegó 11 años después de que se independizara de España y que, desde entonces, lo ejerce con mano dura.

Todo comenzó el 3 de agosto de 1979, cuando el joven teniente coronel del Ejército Obiang, formado en la española Academia Militar de Zaragoza, y que ejercía de viceministro de Defensa, encabezó un golpe militar en este pequeño país centroafricano bañado por el Atlántico en el golfo de Guinea.

Aquel día, su tío Francisco Macías Nguema, apodado El Tigre y primer presidente poscolonial, aún dirigía la feroz dictadura implantada tras conceder España, el 12 de octubre de 1968, la independencia a una nación a la que dominó durante casi dos siglos.

Pero el destino de Macías, que hundió a Guinea Ecuatorial en la miseria y creó un “reino de terror” contra sus oponentes políticos que provocó miles de muertos, ya estaba escrito desde julio.

“A partir de ese momento, ya me planteé seriamente, como no lo había hecho en ningún otro momento, la alternativa de acabar con el régimen dictatorial”, confesó Obiang, de 77 años, en sus memorias.

Golpe de Libertad

Dicho y hecho. El 3 de agosto, el hastiado sobrino lideró una sublevación militar, el llamado Golpe de Libertad, que con el visto bueno de España derrocó a su tío, sometido después a un juicio sumarísimo y condenado el 29 de setiembre a la pena capital, ejecutada mediante fusilamiento.

La caída del Tigre generó una esperanza de libertad y futuro que se ha diluido con el tiempo en este país de un tamaño similar a Bélgica, con 1,3 millones de habitantes y que presume de ser el único estado soberano que habla español en toda África.

Pese a acabar con el caos brutal del régimen de Macías, Obiang continuó su legado de represión política desde el palacio presidencial en Malabo, la capital ecuatoguineana en la isla de Bioko, a unos 240 kilómetros de la región continental del país.

Proclamado en 2003 por la radio estatal como “el Dios” que “tiene todos los poderes sobre los hombres y las cosas”, Obiang fomenta el culto a su persona hasta tal punto que muchos compatriotas visten ropa variopinta con su sonriente rostro impreso en ella.

“El Dios” es también el supremo “Hermano Militante” del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), que fundó en 1986 y que gobernó en calidad de partido único hasta 1991, cuando se aprobó una reforma constitucional que estableció un sistema multipartidista.

Sobreviviente de varias intentonas golpistas, Obiang ha ganado por abrumadora mayoría absoluta las cinco elecciones presidenciales celebradas hasta ahora, en medio de repetidas denuncias de fraude.

En los últimos comicios de 2016, el mandatario logró casi el 94 % de los votos, pero la Unión Europea calificó la votación como “una oportunidad perdida para la democratización del país” y reprobó el “acoso” a candidatos opositores.

Además, el PDGE controla 99 de los 100 escaños de la Cámara de Diputados (cámara baja del Parlamento), según el resultado de las elecciones legislativas de 2017, en las que Ciudadanos por la Innovación (CI) logró el único asiento de la oposición.

“El sistema democrático de Guinea Ecuatorial es una auténtica farsa”, declaró en Malabo el líder de CI, Gabriel Nsé Obiang, que acusa al Gobierno de mantener “suspendido” a su partido e impedir que su diputado ocupe el escaño en el Parlamento.

En opinión de Nsé, “no ha habido mejoras políticas en cuanto a la democratización real y el respeto de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial”, pues “el estado de derecho es inexistente y no admite la libertad de prensa”.

Asimismo, la oposición y organizaciones como Human Rights Watch (HRW) llevan años denunciando torturas y malos tratos a disidentes en penales como la temible cárcel de Black Beach en Malabo, de la que el mismísimo Teodoro Obiang fue alcalde.

Maná del cielo

Esas acusaciones pesan como una piedra en la reputación de Guinea Ecuatorial, que fue una nación muy pobre y dependiente de la venta de café y cacao hasta los años 90, cuando empresas estadounidenses descubrieron petróleo en sus costas.

Para Obiang, el hallazgo supuso “un maná del cielo”, en alusión al alimento bíblico que Dios envió a los israelitas en el desierto.

El “oro negro”, efectivamente, sacó al país de la irrelevancia internacional y le abrió las puertas de entidades como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Los petrodólares han mejorado la infraestructura del país, que dispone de una red de más de dos mil kilómetros de carreteras, cinco aeropuertos, ocho puertos, varios hospitales modernos y un campus universitario nacional.

Además, el boom petrolero ha convertido a Guinea Ecuatorial en la nación con mayor renta per cápita de África (casi US$ 10.175 en 2018, según el Banco Mundial), aunque su economía atraviesa actualmente una grave crisis por el abaratamiento del crudo.

Con todo, “el país tristemente ha avanzado poco en educación, sanidad, agua corriente y otros derechos básicos” desde que gobierna Obiang, destaca la investigadora de HRW Sarah Saadoun, autora de un estudio sobre el gasto público en Guinea Ecuatorial.

Respalda esa tesis el hecho de que la excolonia española presenta algunos de los peores indicadores sociales del mundo. Por ejemplo, más de la mitad de los ecuatoguineanos carecían en 2015 de acceso a agua potable, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Prueba de las estrecheces de la población es también el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), que indica el nivel de vida de los habitantes de un país y colocaba en 2017 a Guinea Ecuatorial en el puesto 141 de 189.

Saadoun va más lejos y asegura que Obiang “ha usado su petróleo y su poder no para mejorar la vida de los ecuatoguineanos, sino para enriquecerse él, su familia (...) y otros miembros de su círculo”.

Una inmensa fortuna

La fortuna personal del presidente supera los US$ 600 millones, según la revista Forbes, que lo considera uno de los mandatarios más ricos de África.

“¿Por qué hay tanto dinero en su cuenta?”, le espetó en 2012 a Obiang la famosa periodista de la CNN Christiane Amanpour en una entrevista.

“Yo no tengo ninguna cuenta especial o privada. Todo esto es falso”, respondió el decano de los presidentes africanos.

Sin embargo, la investigación de un subcomité del Senado de Estados Unidos publicada en 2004 contradice al gobernante.

La pesquisa concluyó que el extinto banco estadounidense Riggs abrió 60 cuentas entre 1995 y 2003 a Obiang, familiares suyos y altos funcionarios de su gobierno, a las que ingresaron US$ 700 millones.

Capítulo aparte merece el primer vicepresidente del país, Teodoro Nguema Obiang Mangue, más conocido como Teodorín e hijo predilecto del jefe del Estado, cuyo nepotismo abarca también –entre otras esferas de poder– el estratégico Ministerio de Minas e Hidrocarburos, en manos de otro de sus hijos, Gabriel Mbega Obiang Lima.

Con fama de playboy, Teodorín, de 50 años, está a cargo de la seguridad nacional y es visto como el posible delfín de su padre para sucederlo en el futuro.

El vicepresidente fue condenado in absentia en 2017 por un tribunal francés a tres años de cárcel y € 30 millones de multa por malversación de fondos públicos, entre otros pleitos afrontados en varios países por delitos de corrupción.

Aunque la pena está exenta de cumplimiento si no reincide, “Teodorín” soportó el embargo de sus bienes en Francia valorados en más de € 100 millones, incluidos un palacete en la selecta avenida Foch de París y una colección de automóviles de lujo.

En esa mansión, el vicepresidente llevó una vida de “alcohol, putas y drogas”, reveló su mayordomo en el juicio, en un caso de “cleptocracia de los más caricaturescos del siglo XXI”, como lo definió el abogado William Bourdon, de Transparencia Internacional.

Al margen de los excesos del preferido de Obiang, los 40 años de su progenitor en el poder también se han caracterizado por su tirante relación –plagada de reproches mutuos– con los gobiernos de España, país que acoge a miles de exiliados ecuatoguineanos.

Las celebraciones con todas las pompas que se esperan para este sábado 4, propias de un dictador de un colosal lucro personal, hacen pensar que en su relación con el poder ha hecho suya la frase bíblica del matrimonio “hasta que la muerte nos separe”. 

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