No descubro nada con sostener que nuestro país se caracteriza por su exagerado conservadurismo. Naturalizamos que ciertas cosas funcionen mal o directamente no funcionen. Los cambios demoran demasiado. Esto ocurre con varios instrumentos legales que impactan en los negocios, como el marco jurídico del leasing, el factoring, el mercado de valores, crowdfunding, fondos de inversión; no funcionan, todos lo ven, pero se demora en introducir los ajustes y cuando se hacen, no se va a fondo para verdaderamente resolver el tema.
En mis años vinculados al derecho societario como activo operador legal -que casi coincide con la antigüedad de nuestra ley- he comprobado las enormes dificultades que enfrentan los emprendedores, inversores, accionistas y operadores con la utilización de las sociedades anónimas. No tengo dudas que el régimen ha quedado obsoleto, evidenciado con total claridad con la aparición de las SAS. Se han hechos cambios durante los treinta y dos años pero siempre quirúrgicamente nunca en forma integral.
Sintéticamente las críticas apuntan a su excesiva burocracia, la falta de flexibilidad, demoras innecesarias, soluciones anacrónicas, desequilibrios notorios. Por esta razón, se hace necesario una modernización.
Ensayaré en este breve comentario solo algunas de las áreas clave que deben abordarse en este proceso de actualización.
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