Bill Gates, defensor del consumo de carne 100% sintética.

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El tamaño del sapo

Pablo Carrasco: "Tenemos el corned beef o el pancho calentito a precios más que competitivos y seguramente más sabrosos, sin que eso haya significado el final de la vaca"
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23 de abril de 2021 a las 21:42

Por Pablo Carrasco, Twitter.com/@confin48 / especial para El Observador  

El revuelo que han generado las expresiones de Bill Gates sobre el futuro de la carne sintética demuestra que no tenemos ni las convicciones ni las cosas claras. Quisiera entonces dejarles algunas reflexiones sobre este “problema”.

“Asigún el sapo la pedrada”, dice nuestro dicho popular. Pues bien, veamos el tamaño del sapo.

La empresa de carne sintética en la que el fundador de Microsoft ha puesto su interés y su dinero proyecta una facturación exitosísima de US$ 8,7 billones (concepción sajona) para el año 2030. ¿Y eso es mucho o es poco?

Y rotundamente tenemos que decir que resulta un aporte marginal al mercado actual y más aún a la necesidad de aumento de la producción de los próximos 30 años.

Diez mil millones de personas en 2050 con un poder adquisitivo que duplicará el actual, por simple crecimiento del PBI mundial, resultan en una exigencia inabarcable para un rubro que le cuesta mucho crecer mas allá de un 1% anual. A esta necesidad de duplicar este mercado de 2,5 trillones hoy en día la carne sintética colaborará con un 0,3%.

En realidad, nuestro comentario debería ser que cualquier monedita sirve y dejar de imaginar un mundo sin rumiantes.

Tal vez corresponda empezar a trabajar para abastecer la demanda de carne a pasto, que promete crecer en US$ 40 mil millones en solo cinco años y abandonar el griterío de Tweeter y de Greta Thumberg.

Pero tenemos otro error antiquísimo al medir la “amenaza” que recibe el sector, y consiste en mirar la disminución del costo de este producto sintético como una cuenta regresiva, que pondrá fin a nuestra producción luego de 2,7 millones de años.

El “detalle” que omitimos es que el que decide comprar o dejar de comprar no es el señor que me ofrece una cajita barata de carne sintética basada en una milagrosa baja de lo que le costó producirla.

Esta forma de ver la teoría del valor conformaría a Marx, Adam Smith y David Ricardo, pero ha sido arrasada por Carl Menger(1871) y su escuela austríaca que nos dice que, además de lo que te costó, es imprescindible que yo la quiera comprar.

Y ahí tienen un problema. Tenemos el corned beef o el pancho calentito a precios más que competitivos y seguramente más sabrosos, sin que eso haya significado el final de la vaca.

¿Acaso este proyecto no es una apuesta a que la dirección de las preferencias del consumidor girarán 180 grados para abandonar su tendencia a lo natural y pasar a adorar la reproducción celular in vitro? ¿Difícil, no? Y entonces, ¿porqué Bill Gates, y su indiscutible visión de negocios, apuesta a un producto que nadie le pidió, que es un choque frontal con las tendencias del consumidor y que, si su costo ambiental fuera la eliminación del rumiante, se habrá proferido la mayor agresión que el planeta Tierra recibió desde el Big Bang?

Seguramente no pesa el riesgo de perder dinero, seguramente es una persona que lo hace por convicción ambiental honesta, pero... ¿cuál es entonces su apuesta? Me resulta fácil suponer que su proyecto depende en un 100% de la demostración de que la vaca contribuye al cambio climático. También se confiesa entrelíneas que la humanidad no puede vivir sin carne. Puede ser un sueño también que un mercado de millones de productores se transforme en dos empresas ofreciendo carne, y en ese modelo le tengo mucha fe a Bill.

Hoy está en el pináculo de su optimismo, cuenta con los productores que hemos confesado nuestra culpa. Sí, lo hacemos, cada vez que decimos que los que contaminan son los feedlots, los pastoreos continuos y lo invitamos a venir al Uruguay. Lo hacemos cuando en lugar de apuntar a la FAO y su canallada, acusamos a nuestros pares.

Pero, tengo malas noticias para Bill. La vaca no contamina, de la misma manera que el sol mañana saldrá por el este.

Seguramente con posterioridad a este fracaso le sirva de consuelo que la tecnología desarrollada para producir carne se podrá aplicar en la creación de órganos artificiales para hacer trasplantes.

Nuestra deuda será infinita, Bill.

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