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Escuelas de verano: de “guardería para pobres” a ganarle días al año lectivo
Cuando Julia Pou, madre del hoy presidente de la República, era la “primera dama”, ideó el “verano solidario”. El objetivo, tal como anticipaba el nombre del programa, era que los escolares más pobres tuviesen un espacio de “guardería” en la temporada estival. Tres décadas después, la iniciativa sigue vigente, pero se le parece poco a aquella génesis. De hecho, las autoridades de Primaria quieren desterrar aquel viejo paradigma y caminan, poco a poco, a una especie de año lectivo extendido. ¿Por qué?
En 138 centros educativos comenzó a funcionar este martes el programa de Escuelas de Verano, a los que se suman 20 locales más de Maldonado que ya estaban en funciones desde la semana pasada. El nombre “Escuelas de Verano” no es antojadizo: a diferencia de la iniciativa ideada por Julia Pou, ahora cada escuela encabeza un proyecto educativo, los más de 10.000 inscriptos fortalecen la lectoescritura y las matemáticas, y se busca que “todos los niños que quieran” tengan su cupo para “ponerse a tiro” lo más posible durante las vacaciones.
No en vano, en el lanzamiento oficial del programa, en la escuela Suecia del barrio Palermo, la inspectora de Montevideo Centro, Lilián Etcheverry, miró a los escolares y les dijo: “Si alguien se queda dormido un día, no deje de venir aunque sea más tarde (…) y si algún amiguito se quiere anotar, está a tiempo”. En referencia a un eslogan que en Primaria hace años es referencia: todos a la escuela, todos los días.
Un escolar pierde durante el receso de verano entre el 17% y 34% de las ganancias de aprendizaje que había obtenido en el año lectivo anterior. Ese es el estimado para los estudiantes de Estados Unidos (donde las vacaciones duran 70 días), según una investigación publicada hace cuatro años en la revista American Educational Research Journal. Según el artículo científico, los alumnos de los contextos más desfavorecidos (que son a su vez los menos estimulados en sus casas durante las vacaciones) pasan a perder todavía más aprendizajes que sus pares de familias más favorecidas.
La subdirectora de Primaria, Olga De Las Heras, quien era la inspectora Técnica cuando inició el “verano solidario”, hace una autocrítica y reconoce que “por suerte el programa fue girando hacia un proyecto más educativo y no tanto pensado en los cuidados”. La jerarca admite que “en Uruguay las vacaciones de verano son demasiado extensas” y que, tal como está diseñado el calendario escolar, conspira contra el fortalecimiento de los aprendizajes de los niños.
De Las Heras, en su época de inspectora, había mantenido un encuentro con el embajador de Japón en Uruguay, quien, cuenta la hoy subidirectora, no podía entender cómo los escolares pasaban tanto días consecutivos sin clases.
Por ejemplo: el 16 de diciembre acabó el año lectivo 2022. El nuevo año lectivo inicia el 6 de marzo de 2023. Eso significa que un escolar que no acude a las Escuelas de Verano se pasa 80 días sin contacto con una maestra.
En otros países, sobre todo los europeos, se hacen cortes de una semana cada tanto. Pero el receso de verano jamás sobrepasa los dos meses (60 días). Eso hace que, si bien en muchos Estados hay una misma cantidad de días lectivos que en Uruguay (unos 185), la distribución de los receso hace variar los resultados de aprendizajes. Hay algunos países, como Japón, Italia o Israel en donde el calendario es más extremo y se tienen más de 200 días lectivos.
La tensión
Cada vez que se discute el calendario escolar, se reavivan tensiones históricas: por un lado, el sector turístico reclama días de vacaciones para estirar su zafra. Por otro, los docentes piden que no se les recorten los días descanso. Y, los padres, solicitan que les asistan con el cuidado y educación de sus hijos.
Esos malabares llevó a que en Primaria se haya descartado una vieja iniciativa: eliminar la semana de Turismo. Ocurre que la semana Santa suele darse a solo un mes de iniciados los cursos y en ese momento los maestros y los estudiantes están todavía con fuerzas para seguir “de largo”.
Pero eso complicaría el vínculo con el sector turístico, más teniendo en cuenta que durante esos días existe feria de la construcción y de otros sectores productivos. Y, sobre todo, no soluciona el problema base: la extensión de las vacaciones estivales.
De Las Heras reconoció que “no estaría mal” que las clases empezaran en febrero, pero que “ese es un debate que no está sobre la mesa y en algún momento habría que dar”.
El exconsejero de Primaria Héctor Florit fue uno de los promotores para que las vacaciones de invierno se acortasen a una semana y así ganarle días al calendario. Pero, admite, “no estuvo en discusión” el hecho de acortar el verano.
Eso sí: cuando Julia Pou impulsó el verano solidario, Florit era el secretario general de la Federación Uruguay de Magisterio. “En aquel momento no hubo una oposición sindical a la iniciativa, pero sí había reparos respecto al abordaje: no estábamos a favor de que los maestros trabajasen en una especie de guardería”.
Con el correr de los años, ese verano solidario viró al verano educativo. En un principio seguía estando dirigido a los alumnos de contextos más pobres, pero centrado en los del primer ciclo escolar (los más chicos que tenían menos chances de quedarse solos en sus casas). Luego, con la pandemia, se reformuló a que la prioridad la tuviesen quienes estaban acabando el segundo ciclo, dado que se necesitaba su preparación previo al ingreso al liceo. Y ahora, la apuesta es “a todos, todos los días”.
