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Fleabag, la serie que mira al público a la cara y le escupe a la corrección política

Escrito y protagonizado por la talentosa Phoebe Waller-Bridge, es el último gran éxito de la comedia británica; su segunda temporada se estrenó este año
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08 de julio de 2019 a las 05:00

Dijeron que la época dorada de las series de televisión se había terminado. Y teníamos permiso para descansar. Ya no era necesario acumular expectativas desmedidas, horas sin dormir y listas interminables que nunca iban a completarse. Dijeron que la calidad había empezado a declinar y que no era necesario estar tan al día. Que ya no se estaban haciendo las cosas como hasta hace algunos años se hacían. Y la verdad es que, aunque nos tranquilizaron, nos mintieron. Y feo. Porque hay que seguir haciendo malabares. Todo el tiempo. Y encima, además de atender los estrenos y las series que regresan con nuevas temporadas, hay que estar despiertos ante las que en su momento descartamos y que ahora son parte de la mejor oferta de la televisión y el streaming. Es complicado. Dan ganas de romper la cuarta pared y pedirle un respiro al que está del otro lado. En caso de que haya alguien, claro.

Está Fleabag, por ejemplo. Fleabag es inglesa y de la BBC. Y cuando se estrenó, en 2016, Amazon Prime Video –coproductor– no estaba disponible en Uruguay. Recién llegó a principios de 2017. Por ende, las vías legales no habilitaron que esos seis primeros capítulos se pudieran ver en este territorio cerca de su estreno. Pero ahora sí tenemos Amazon y encima tenemos otros flamantes seis capítulos para ver. O sea: no hay excusas. Con Fleabag no hay excusas. ¿Qué? ¿Tiene que hacer malabares? No importa. Y si no le da la vida olvídese por un rato de los capítulos que le quedan de la entreverada serie alemana o de las distopías bajoneras de Charlie Brooker. Incluso deje en espera la tercera entrega de Stranger Things, porque la señora Phoebe Waller-Bridge demanda su atención y usted necesita de su retorcido humor inglés, aunque todavía no lo sepa. ¿Que no tiene idea quién es Phoebe Waller-Bridge? Ah, ya la va a conocer. Y muy bien, de hecho.

Delirios británicos 

Nadie nos dice su nombre, pero sabemos que no está muy bien. Suponemos que se llama Fleabag y que le da nombre a la serie. Que ronda la treintena y que tiene un café en Londres ambientado con cuadros de cobayos y un cobayo real metido en una jaula. Que tuvo una amiga, pero se murió. Y que la muerte fue rara, una especie de suicidio involuntario a causa de un corazón roto. Los fantasmas de esa muerte persiguen a Fleabag sin piedad.

También sabemos que su familia es un tanto peculiar. Su hermana Claire es lo más cercano que tiene a una amiga, aunque demasiado bien no se llevan. Por lo menos se entienden y se lamen las heridas de manera recíproca. Y después viene el resto: un cuñado manipulador, una madre que murió de cáncer, un novio extraño, un padre cargado de inseguridades afectivas y una madrastra/arpía que se oculta tras una capa de bondad mal actuada –Olivia Colman, en otro enorme papel–. Es una fauna interesante entre la que Fleabag, interpretada por la propia Waller-Bridge, se mueve con una sonrisa en el rostro siempre pintada de rojo. Porque, claro, aunque todo lo que la rodea suena a depresión y a bajón eterno, no lo es. Fleabag acusa los golpes y los devuelve recargados; lo hace a través de un humor ácido y tan filoso como la cuchilla de un carnicero y una obsesión casi enfermiza por el sexo. Son sus armas para sobrevivir, armas que, sin embargo, la condenan a lastimar de manera inmediata a cuanta persona se le acerque.

La propuesta de Fleabag, la serie, es rara, pero en esa extrañeza radica su éxito y sus enormes cualidades. En eso y en el impresionante talento para la comedia de Waller-Bridge, que acá escribe y protagoniza con la precisión de un reloj suizo. Derivada de un monólogo que ella misma creó para un festival de teatro en Edimburgo –y que tuvo un éxito impresionante, a tal punto que la llevó de gira por Broadway–, esta guionista y actriz de apenas 33 años marca el pulso de su ficción a partir de tres grandes y certeras estrategias. 

En primer lugar, está la interacción con el público que su personaje consigue al romper la cuarta pared –algo como lo que hacía Frank Underwood en House of Cards, pero mejor–. Sus miradas de costado, sus repentinos cambios de expresión y esos dos enormes y expresivos ojos lanzan ironías y pensamientos de manera continua, y se convierten en dardos ineludibles que se clavan con fuerza.

Después está el fresco que pinta sobre esta mujer inglesa que está rota por dentro y que es incapaz de frenar su voracidad sexual –lo que la lleva a tener algunas aventuras nocturnas insólitas–, pero que al mismo tiempo se protege con un sentido del humor corrosivo y una mirada indolente sobre la vida. A caballo de un guion que descarta cualquier tipo de corrección política –"a veces pienso que sería menos feminista si tuviese las tetas más grandes", dice en un momento–, Fleabag se mete con tópicos que van desde el lugar de las mujeres en el mundo a la religión, y pone a su protagonista a transitar la vida con un gesto de incomodidad casi perpetuo y con mucha ira acumulada, algo que deriva de la propia esencia de Waller-Bridge. “Salen buenas cosas de la ira. Un director me dijo una vez que tenía el don de la ira. Y de verdad creo que así es”, comentó en una entrevista en The Guardian. La cita que el medio eligió para titular esa entrevista fue "tengo un gran apetito por las mujeres transgresoras". Podría estar hablando tanto de Fleabag como de ella. 

Por último, está el hábitat en el que el personaje de Waller-Bridge se desenvuelve, que es vasto y desternillante. Desde un pretendiente en extremo intenso y con problemas dentales, hasta un insólito sacerdote que la impulsa a romper códigos morales, en Fleabag transitan criaturas variadas y peculiares. Eso incluye apariciones estelares, como la de Kristin Scott Thomas, que se roba el tercer episodio de la segunda entrega.

Fleabag solo tiene dos temporadas y Waller-Bridge ha dicho que así se quedará. Demasiado le costó a la BBC convencerla para escribir la segunda parte –tres años–, pero por suerte lo hizo: aunque la primera entrega es una colección de pequeñas y oscuras maravillas, la segunda redobla la apuesta al profundizar en el dolor, los debates internos y la aceptación de los demonios que guardamos en privado.

Esta serie es una puerta de entrada al talentoso mundo de Waller-Bridge –que también escribió la premiada serie Killing Eve y tiene otra, Crashing, disponible en Netflix–, pero además es una experiencia bastante única dentro de la comedia inglesa contemporánea.

Está claro que tendrá que hacer malabares para ubicarla dentro de su grilla de series a ver, pero haga un esfuerzo y colóquela en el primer lugar: esta campeona londinense del humor sin filtros merece estar allí. Mirando a la cámara con los ojos bien abiertos y esa sonrisa maliciosa que le sale tan bien. 

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