Francia prohibió el uso del lenguaje inclusivo en los colegios al estimar que "constituye un obstáculo para la lectura y la comprensión de la escritura". Es así como se pone, oficialmente, fin a un debate que divide desde hace años a los lingüistas y la comunidad educativa.
Para los detractores del también denominado lenguaje inclusivo o no sexista, se trata una "aberración" que pone en peligro a la lengua. En cambio, sus defensores lo consideran como parte de la construcción de un mundo más justo que ha sido regido, durante siglos, por el orden binario.
El ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer, trató de dar por zanjada la discusión al prohibir en los colegios el uso de la escritura inclusiva, que en los últimos tiempos, ha cobrado gran protagonismo entre la población más joven.
"Se debe prohibir el recurso a la denominada escritura 'inclusiva', que utiliza notablemente el punto medio para revelar simultáneamente las formas femenina y masculina de una palabra usada en masculino cuando se usa en un sentido genérico", señaló en una circular, publicada el jueves, en el Boletín Oficial del Estado.
Deberán, por ejemplo, desaparecer de las aulas las grafías les député·e·s que responde a una combinación del masculino plural (députés) con el femenino (députées) de la palabra diputado.
"Nuestra lengua es un precioso tesoro que tenemos la vocación de compartir con todos nuestros alumnos, en su belleza y fluidez, sin rencillas y sin instrumentalizaciones", añade la circular dirigida a los rectores de la academia y al personal del ministerio de Educación Nacional.
El ministerio, no obstante, respalda la feminización de algunas palabras, sobre todo las profesiones, siempre y cuando se respetan las reglas gramaticales. También pide a los docentes "respetar la igualdad entre niñas y niños", a través de "la lucha contra las representaciones estereotipadas".
El ministro no es el primero en declarar la guerra al lenguaje inclusivo. De hecho, en 2017 la prestigiosa Academia Francesa de la Lengua la tachó de "aberración": "La multiplicación de marcas ortográficas y sintácticas que conduce a una lengua desunida, dispar en su expresión, creando una confusión que roza la ilegibilidad".
Para Mathieu Avanzi, profesor de Lingüística en la Sorbona, este tema levanta pasiones porque "se toca a una lengua y a un sistema establecido" desde hace siglos. "El amor a la lengua es algo muy francés, en cuanto se toca la lengua se levantan escudos por todos lados", afirma.
Además, subraya que a muchos les molesta porque son propuestas que emanan de cierta forma de activismo. "Cuando las evoluciones de la lengua se hacen de forma natural, la gente no las ve, cuando responde a una línea militante, siempre causarán problemas entre algunos sectores", resume.
Al margen del gobierno y de la Academia, el Senado es la otra institución francesa donde más polémicas ha generado el lenguaje inclusivo. El jueves, senadores de izquierda y derecha se enfrentaron en un agitado debate en el que el Ejecutivo, por boca de la secretaria de Estado de Educación Prioritaria, Nathalie Elimas, lanzó una salva de críticas contra lo que considera no "una cuestión menor" sino un "peligro" para la escuela y la lengua francesas, e incluso para la República.
"El lenguaje evoluciona porque la sociedad evoluciona", le respondió la socialista Laurence Rossignol, señalando que "el masculino genérico excluye a las mujeres".
En el mundo académico las reacciones son dispares. En un comunicado, el sindicato de trabajadores de la enseñanza SUD denunció un intento del ministro de "imponer su conservatismo a la comunidad educativa" y llamó a "ignorar estas instrucciones".
Pero otros docentes, en cambio, subrayan los problemas que puede acarrear el lenguaje inclusivo para los niños con problemas de aprendizaje, contrariamente a lo que podría sugerir el adjetivo inclusivo.
"Yo, como ciudadano, lo uso, pero no con mis alumnos. Los profesores somos conscientes de los problemas que puede plantear para los estudiantes disléxicos", dice Stéphane, profesor de historia en Toulouse.
También hay dudas sobre la urgencia de esta batalla, mientras no se dan otras más apremiantes. "Me sorprende toda esta energía legislativa para combatir algo que no me parece que sea el problema más urgente para las escuelas, sobre todo en plena crisis de covid-19", agrega.
AFP
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