Domingo Sangriento (2002)

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Fuego en las calles: el IRA y el conflicto de Irlanda del Norte a través de las películas

Este año se cumplen 50 del Domingo sangriento, y esta semana se estrenó Belfast, de Kenneth Branagh, nominada a siete Oscar
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13 de marzo de 2022 a las 05:05

El conflicto es largo y entreverado, sucio como las calles de Belfast en la década de 1970, y mucho más complejo de lo que el término eufemístico The Troubles –“Los problemas”– puede aventurar. Irlanda del Norte ha estado cruzada por el choque político, étnico y religioso casi desde sus comienzos. Las disputas con mamá Inglaterra son longevas, se remontan a los siglos XVII y XVIII y, al margen de acuerdos de cese de agresiones más o menos estables, de vez en cuando alguna bomba vuelve a estallar. El fuego ya no tiene el poder asfixiante de la segunda mitad del siglo XX. Pero los disparos o el fuego aislado son recordatorios de que la violencia siempre se mantiene latente.

Fueron muchas las mechas que encendieron la pólvora. Primero, la división religiosa que cruza al país y que se arrastra desde 1700. Mayoritariamente protestante como el resto del Reino Unido, los enfrentamientos entre la fe predominante y la minoría católica empezaron a ser frecuentes y viraron a nuevas formas de entender la identidad norirlandesa: por un lado los unionistas, quienes abogaban por permanecer bajo el ala del Reino Unido ejerciendo el protestantismo, y por el otro los republicanos, que estaban dispuestos a pelear por el fin de los “muros de la paz” –divisiones que marcaban el límite entre los barrios protestantes y católicos–  y la independencia de los ingleses. En ese contexto, el surgimiento del primer IRA (Ejército Republicano Irlandés) en 1919 marcó la aparición de uno de los principales grupos guerrilleros europeos de la historia, y recrudeció un enfrentamiento que, sobre todo en las últimas décadas del siglo XX, quedó marcado por los atentados, las torturas en las cárceles inglesas, la presión entre los pueblos y la sensación de que Belfast, en esa época, era el último lugar del mundo que había que pisar. Y, lógico, pasó lo que tenía que pasar: la onda expansiva de los Troubles alcanzó a la cultura popular.

El cine empezó a mirar hacia Irlanda bastante temprano, cuando los movimientos de la primera faceta del IRA empezaban a mostrar el rumbo que podía llegar a tomar la cara norte de la isla esmeralda. En 1930, por ejemplo, Alfred Hitchcock estrenó Juno and the Paycock, una historia que se ambienta durante la guerra civil irlandesa y que termina con uno de sus personajes sumándose al IRA. Cinco años después, John Ford estrenó El delator, otro abordaje de la misma guerra civil que se llevó cuatro premios Oscar. Las películas se metieron con el tema así, entrando y saliendo del conflicto sin establecer demasiadas posturas,  de manera lateral, hasta que el choque escaló.

Juno and the Paycock (1930)

A finales de 1960, la violencia empezó a ser más frecuente. Surgió la Fuerza Voluntaria del Úlster –paramilitares fieles a la Corona británica–, las marchas y los disturbios en las ciudades de Derry y Belfast se sucedieron, y todo desembocó en uno de los episodios más sonados de todo el conflicto: el Domingo sangriento, el asesinato de 14 civiles que participaban en una marcha en Derry por los derechos civiles el 30 de enero de 1972. Durante el episodio, un batallón de paracaidistas británicos abrieron fuego contra los irlandeses desarmados y, a fuerza de balas, marcaron el puntapié final para el punto más álgido del conflicto. Los republicanos se sublevaron, el IRA registró un número inédito de apoyos y reclutas, e Irlanda del Norte se transformó en sinónimo de combustión.

En 1979 se estrenó The Outsider, una película de Tony Luraschi que cuenta las desventuras de un veterano de Vietnam de origen irlandés que decide tomar las armas en pos de la causa republicana. Sin embargo, la película es una de las primeras en exponer la complejidad real del conflicto, ya que muestra como el personaje principal queda a merced de fuerzas corruptas que tironean desde ambos lados del frente de batalla. Esta imparcialidad, sumada a la recreación de una Belfast amenazante y tangible, la convirtió en una referencia para hablar sobre los Troubles, incluso cuando, durante su estreno, fue tachada de explotar la violencia de manera sensacionalista.

The Outsider (1979)

A medida que las bombas y las muertes cruzaban las décadas de 1980 y 1990, otras películas aparecieron para contar diferentes aspectos del conflicto, ya fueran sus orígenes o el estado corriente de las cosas. Ahí están, por ejemplo, títulos como Viernes sangriento (1980), Maeve (1981), El juego de las lágrimas (1992) y Michael Collins (1996), ambas de Neil Jordan, y también los esfuerzos del británico Ken Loach, conocido por sus películas críticas con el Estado inglés y sus derivados socioeconómicos.

En este caso, Loach muestra su visión del movimiento por la independencia norirlandés desde dos costados muy diferentes: Agenda secreta (1990) y El viento que acaricia el prado (2006). En la primera, explora la corrupción del servicio secreto británico y la utilización de la lucha contra el IRA como una cortina de humo para otras acciones menos éticas. Es un thriller de pasillos y alguna que otra persecución, que tiene a un enorme Brian Cox en el papel de un oficial inglés al que le encargan investigar el asesinato de un abogado norteamericano especializado en derechos humanos, que se encontraba en Belfast cuando fue abatido, presuntamente, por el IRA. El personaje de Cox lidia con el de Frances McDormand, viuda del objetivo irlandés y una mujer que necesita conocer la verdad. Como toda película de Loach, su final no deja demasiado espacio para la sonrisa.

Agenda secreta (1990)

El viento que acaricia el prado, en tanto, se mete con el registro histórico y habla de los impulsos independentistas de la década de 1920 a través de los ojos de un joven irlandés que, antes de viajar a Londres, se da de bruces contra una realidad cruda y emprende su propio camino de revolución. Es el mayor éxito de Loach y le dio su primera Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Los 90 se cierran con una de esas películas que, sin saber muy bien por qué, se convirtieron en clásicos del cable. Hasta hace no demasiado, uno podía encontrarse más de una vez con En el nombre del padre, de Jim Sheridan, haciendo zapping. Nominada a varios Oscar, entre ellos a Mejor película, esta producción de 1993 le escapa a la ficción y toma uno de los numerosos casos de mala praxis judicial que atravesaron a la legislación británica en el combate contra el IRA. Se trata de la historia de Gerry Conlon, la principal figura de Los cuatro de Guildford, un cuarteto de ciudadanos irlandeses que fueron encarcelados erróneamente durante años por un atentado del IRA contra un pub de Londres que no cometieron. En el nombre del padre es uno de los grandes papeles de la primera etapa de la carrera de Daniel Day-Lewis, que en este caso se pone en la piel de Conlon y reafirma lo que había mostrado anteriormente en Mi pie izquierdo, otra película de Sheridan.

El viento que acaricia el prado (2006)

Ecos de un final

Con el Acuerdo de Viernes Santo, en 1998, el fuego en Belfast cesó, al menos en teoría. Con referéndum incluido, creación de nuevos organismos ejecutivos y garantías de cierta autonomía incluso en dependencia del Reino Unido, el amanecer del siglo XXI encaminó la situación hacia la paz. En 2005, el IRA depuso las armas, y en 2008 se lo consideró oficialmente desmantelado. 

El cine, sin embargo, siguió explorando los vericuetos del conflicto. En 2002, a treinta años del Domingo sangriento, el cineasta Paul Greengrass estrenó su visión de los hechos. Fiel a su estilo on the ground, la película es la cronología descarnada de los hechos que derivaron en esa tragedia que marcó al país. Domingo sangriento es cruda, dolorosa, una experiencia contundente que deja al espectador por el suelo y el corazón en un puño. Es también, una de las mejores producciones enfocadas en los Troubles hasta la fecha.

En el nombre del padre (1993)

El papel de Inglaterra en el choque contra los republicanos es uno de los focos principales de las películas sobre el conflicto. Las torturas en los interrogatorios a manos de las fuerzas especiales inglesas o del RUC (Gendarmería Real del Úlster, la policía irlandesa unionista), sumado a las condiciones inhumanas de algunas de las cárceles a las que fueron a parar los prisioneros del IRA, aparecen en varias de las películas mencionadas. Una de las más recientes, y de las más fuertes, es Hunger –hambre, en inglés– que relata la huelga de hambre que emprendieron los miembros del Ejército Republicano como protesta por la pérdida de una categoría especial que les permitía tener derechos de presos políticos. Michael Fassbender interpreta en esta producción a Bobby Sands, líder de la huelga y un rostro habitual en las pintadas republicanas que se pueden encontrar en los muros de Belfast. La película significó el salto del director británico Steve McQueen –responsable también de Shame: sin reservas y de la oscarizada 12 años de esclavitud– a la consideración mundial.

Hunger (2008)

El curso de la historia siguió. Belfast está lejos de ser la tierra de nadie en la que alguna vez se convirtió, y a pesar de algunos episodios aislados, parece que las cosas cambiaron de verdad. Según los medios especializados, el Sinn Féin, otrora brazo político del IRA y hoy un partido constituido y fuerte, podría convertirse en la principal fuerza de cara a las próximas elecciones norirlandesas. Mientras, el cine mantiene su rol como depositario de la memoria y Belfast (ver Belfast: una película amable sobre el conflicto irlandés que se cuenta con los lentes de la infancia),la última producción que toca el conflicto, llega a los cines, alcanza siete nominaciones al Oscar y de la mano de su director Kenneth Branagh vuelve a colocar en el centro a un episodio largo, doloroso, que marcó el siglo XX y que todavía extiende sus brazos al presente. 

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