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Gatos, perros y caballos, los nuevos actores magistrales de Hollywood

Los animales han participado en películas desde siempre pero ahora son tan expresivos que asombran al público y rivalizan en talento con los humanos
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13 de enero de 2019 a las 05:00

Amanda Hess
New York Times News Service

La película tuvo un problema con un gato muerto. Mientras la directora Marielle Heller se preparaba para filmar Can You Ever Forgive Me?, una película biográfica acerca de la falsificadora literaria Lee Israel, sabía que necesitaría un objeto muy realista para poder filmar la escena fundamental en la que Israel encuentra a su amado gato, Jersey, muerto. Heller quería un gato muerto con peso. Quería un objeto inanimado con el que su protagonista, Melissa McCarthy, pudiera actuar. “Fui muy intensa al respecto”, dijo Heller por teléfono hace poco. “Hablamos de alternativas varias veces”.

El gato muerto era tan importante que Heller buscó la manera de resolver la escena incluso antes de elegir al gato real que interpretaría a Jersey en la película. Acababa de encontrar a un felino que se parecía a su maravillosa réplica artificial. ¿Qué diferencia haría el de verdad de todos modos? En su primer filme, The Diary of a Teenage Girl, se había ahorrado dinero al usar a su propio gato, Willie, frente a la cámara. Así que cuando la entrenadora de animales de la película prometió traer al que llamó su mejor actor gatuno, Heller no estaba segura a qué se refería. ¿Quizá a que no se orinaría por todas partes?

El gato Towne junto a la actriz Melissa McCarthy

El gato se llamaba Towne. Era un felino espigado de color blanco y negro con ojos verdes y una nariz color pétalo de rosa y, para sorpresa de todos, era asombroso. Sí, obedecía instrucciones –se movía según puntos específicos con la ayuda de un entrenador equipado con un dispositivo de clics y un apuntador láser– pero también parecía hacer algo más. “Towne tenía un rostro muy expresivo”, dijo Heller.

Hay un momento de la película en el que observa a McCarthy “con una suerte de simpatía y también como si la juzgara, y todo eso se siente”, agregó. Heller decidió mandar a hacer una réplica de Towne que costó miles de dólares, la pieza de utilería más costosa de la producción.

El talento de Towne no pasó inadvertido. “Este gato está actuando mejor que yo”, pensó McCarthy mientras trabajaban. “El Marlon Brando de los gatos”, declaró Deadline después del lanzamiento de la película. Jezebel exclamó: “¡Este gato se merece un Oscar!”.

La participación de Towne en Can You Ever Forgive Me? es representativa de una nueva clase de actuación por parte de los animales, una que se reconoce tanto por lo que no hace el animal como por lo que sí hace. Estos animales no son filmados hablando como humanos ni yendo a recoger cosas. No dan la pata ni dan volteretas. En cambio, se capturan de manera bastante realista. Towne pasa gran parte de Can You Ever Forgive Me? observando lo que ocurre con indiferencia desde el sillón. Uno de los personajes principales de Roma es el perro de la familia, que no deja de ladrar ni de defecar; Borras es un perro profesional que se comporta de manera deplorable, como si no lo hubieran entrenado. En Widows, una terrier blanca y esponjosa llamada Olivia jadea tranquila y transmite la imagen de la inocencia desprevenida, mientras la rodean criminales violentos. Olivia está “abriendo camino a la comunidad de actores caninos”, escribió Alyssa Bereznak en The Ringer, e incluso inició su propia campaña improvisada para que le den un Oscar.

Según estos estándares modernos, Toto, del Mago de Oz, era un aficionado. ¿Mister Ed, el caballo parlanchín? Un truco. Un año de actuaciones sorprendentes de mascotas hace que nos preguntemos: ¿acaso los animales se están volviendo mejores actores?

Antes de que hablemos de eso, hay una triste noticia: después de una carrera de 10 años, Towne murió el año pasado. En una entrevista telefónica, sus entrenadores lo describieron como un gato muy lindo al que le encantaba la gente. Le sobrevive su hermano, parecido a él, con quien a menudo actuaba.

Towne jamás actuó de verdad, o por lo menos no como lo hacen los humanos. Si los animales tienen cualquier “motivación” en sus actuaciones, se debe en gran parte a los deliciosos premios que les dan. A Towne le encantaban los frascos de comida para bebé y Olivia cenaba panchos en el plató de Widows. Nuestra idea de un buen actor animal es una combinación de su entrenamiento conductual y nuestra propia proyección emocional.

Sin embargo, ¿están mejorando? Sí, podría decirse que sí.

Los animales fueron de las primeras estrellas del cine mudo y desde entonces se ha dicho que son actores natos. “Cierta tradición crítica ha adoptado a los animales como el estándar con el cual juzgar todo tipo de actuación, animal o humana”, dijo James Leo Cahill, profesor de Estudios de Cine en la Universidad de Toronto. El atractivo depende de su “falta de autoconciencia frente a las cámaras”.

No obstante, aunque los animales a menudo se han descrito como artistas natos, no siempre se han filmado de esa manera. En alguna época fue común usar castigos físicos, como collares de choques o trampas de alambre para obtener comportamientos animales poco naturales frente a las cámaras. Un ejemplo son los cortos cómicos de Dogville que se proyectaban antes de las películas en los años treinta, en los que los perros aparecían tocando instrumentos, caminando sobre sus piernas traseras y besándose, efectos que podían lograrse atando el cable de un piano a las extremidades de los perros y manipulando sus cuerpos como marionetas.

Esas prácticas provocaron las quejas de grupos defensores de los derechos de los animales y, para la década de 1940, las regulaciones de bienestar animal habían llegado a Hollywood. “Uno de los cambios más grandes en la manera en que se filma a los animales” comenzó gracias a las “reevaluaciones culturales de lo que constituye la crueldad hacia los animales”, dijo Courtney E. White, instructora en Columbia College Hollywood que estudia la intersección del cine y el bienestar animal. Como lo señaló Jonathan Burt en su libro Animals in Film (2002), el enfoque del cine cambió de cumplir con lo que quería el director a lo que necesitaba el animal.

Esa transformación ayudó a alimentar a una industria de entrenamiento animal que se profesionalizó rápidamente. Los animales hábiles y muy preparados se volvieron más importantes para el éxito de las producciones. Burt escribe que, aunque alguna vez fue común que los entrenadores llegaran al set sin saber nada, ahora reciben instrucciones específicas con anticipación. Al mismo tiempo, los métodos de entrenamiento se volvieron más sofisticados: aplicar las teorías de condicionamiento de B. F. Skinner permitió que los entrenadores recompensaran comportamientos más precisos en los animales y también retrasaran su gratificación, lo cual ayudó a los animales a actuar frente a las cámaras sin tener que voltear a ver todo el tiempo al entrenador para recibir instrucciones o premios.

A medida que cambió el trato a los animales, también las expectativas del público lo hicieron. Las películas se volvieron una herramienta poderosa para los activistas de los derechos animales, una tendencia que culminó con la sofisticada operación de videos virales de PETA. Las audiencias modernas ahora son hipersensibles a las imágenes de maltrato animal. Tan solo el uso de un poco de fuerza puede incomodarlas, aunque el animal en el set esté completamente a salvo. Parte de lo más cautivador de Olivia en Widows era su aparente calma incluso en las garras de un villano.

Estas normas cambiantes también podrían parecer casi un cambio estilístico. Cahill dice que el efecto “no es muy distinto a la actuación antes y después del método, que cambió drásticamente los criterios con los que se abordaba y juzgaba la actuación realista”. Los animales de la actualidad están, paradójicamente, mejor entrenados y son presentados de manera más “natural” que sus predecesores.

Quizá no es coincidencia que los actores animales naturales estén ganando elogios tan expresivos justo al momento de entrar a una nueva era de imágenes fantásticas, gracias al ascenso de la tecnología de imágenes generadas por computadora (CGI). El entrenador de Olivia, Greg Tresan de Animal Casting Atlanta, dijo que sus animales se someten de manera rutinaria a escaneos de cuerpo completo antes de filmar. La siguiente adaptación no animada de Disney, El rey león, será protagonizada por toda una jungla de animales generados por computadora. Un artista como Towne –que, según me aseguró Heller, no recibía la ayuda de la tecnología CGI– ahora es una excepción.

La tecnología CGI logra hazañas que los animales de verdad no pueden realizar, pero como los cables de piano que la precedieron, también puede ser perturbadora debido a su falta de apego a la realidad. “Muchas teorías de cine argumentarían que, sin importar lo buenos que se vuelvan los animales falsos, no producirán la misma resonancia emocional en los espectadores que los animales de verdad”, comentó White. Quizá la ola hollywoodense de criaturas falsas y complejas ha inspirado una suerte de rechazo también, así como un deseo renovado de ver imágenes animales que resulten estudiosamente reales.

Después de todo, en YouTube, hay muchísimas actuaciones animales hiperrealistas, filmadas por novatos que tienen todo el tiempo del mundo para capturar los comportamientos interesantes de sus mascotas. Jamás hemos estado más conscientes del aspecto de los gatos y perros en el entorno natural de nuestras salas de estar. Las redes sociales están llenas de estas imágenes. Hollywood está jadeando para mantenerse al ritmo de esta tendencia. 

Lassie
La primera vez que se vio a Lassie en la gran pantalla fue en 1943. El perro que desempeñó el papel de la famosa mascota fue Pal, quien realizó hasta seis películas en este rol.
Willy
Keiko, la orca que protagonizó Liberen a Willy, consiguió vivir hasta 2003. Se convirtió en uno de los íconos del cine de la década de 1990.
Jack
Uggie, quien interpretaba a Jack en The Artist, consiguió diversos premios por su interpretación: premio Palm Dog en el Festival de Cannes y mejor perro en una película en los premios Golden Collar.

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