Arotxa

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El trazo irreverente: la caricatura política en Uruguay y sus límites en la voz de sus autores

Los dibujantes de prensa que retratan la actualidad nacional reflexionan sobre la libertad de expresión y el futuro de la profesión
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17 de julio de 2022 a las 05:00

Hay un espacio que no lo llenan las palabras. Lo ocupan líneas que tienen la facultad de decirlo todo. Eso sí: hay que tener el trazo bien afilado.

La caricatura tiene una larga historia, incluso antes de reconocerse a sí misma. Algunos investigadores marcan su inicio en la Antigüedad, en esa morfología fantástica que paulatinamente fue perdiendo algo de magia pero ganando todo en humor y perspicacia. Para la segunda mitad del siglo XIX ya había en Uruguay alrededor de 70 publicaciones periódicas con caricaturas, la inmensa mayoría en Montevideo. “La temática preferida es la política y los políticos en una expresión de severa actualidad, o sea, la cotidianeidad política y sus más sobresalientes agentes pasan por la traducción del caricaturista que condensa y satiriza la coyuntura”, dice la publicación Cuadernos de historia publicado por la Biblioteca Nacional.

Desde entonces los medios uruguayos han tenido en sus páginas grandes nombres del periodismo gráfico y la caricatura: Ombú, Arotxa y Hogue son algunos de ellos.

¿Qué hace a un buen dibujante? Ese que genera expectativa y curiosidad por su lectura política. “Un caricaturista tiene que tener un enfoque particular para ver sobre el modelo que está trabajando. Tiene que ser incisivo, tiene que ser un dibujo en el que esté representado él o la modelo y después juzgará el lector si fue efectiva”, dice Rodolfo Arotxarena desde el living de su casa.  Arotxa, para los lectores. La caricatura tiene que ser, dice, reconocible e incisiva. Un dibujo de la representación de una situación o puede ser un dibujo psicológico del personaje. “La técnica siempre se puede aprender, lo que no se puede aprender es la sensibilidad, la emoción que tiene cada persona y la emotividad que genera”.

Horacio Guerriero, Hogue, pasa el dedo índice sobre la mesa de un bar del centro de Montevideo y mientras habla parece que dibuja un trazo invisible pero permanente: primero hay que pensar y después ser un buen dibujante. La caricatura, para Hogue, “tiene que molestar, tiene que conmover, tiene que emocionar”. Puede gustar o no, pero tiene que despertar algo en el interior. “De repente vas a hacer un buen dibujo, que no está mal que lo sea, pero lo ideal es que conmueva, remueva, movilice.”

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“Quien se dedica a la caricatura tiene que ser un pasional, porque de lo contrario camina por otros lugares. Hay cientos de caminos que se pueden abordar desde lo artístico. ¿El dibujante está decidido a pensar y hacer un análisis personal? ¿O se contenta con otra cosa?” Ser un buen dibujante te permite sortear situaciones haciendo un buen dibujo, pero el objetivo es otro.

No es solamente la técnica o el talento. Es también el interés por aquello que retrata, que mira, que observa; como en uno de esos espejos del circo, que deforman la figura pero de alguna forma dejan en evidencia algo fundamental. Hay, dice Junior Santellán Barrientos, o Junior a secas, una lectura en dos niveles: el de la coyuntura y el de lo que se va sedimentando y es, de alguna forma, atemporal. Una visión global, tanto del gobierno como de la oposición y los movimientos en el medio. “No basta con dibujar bien y no basta con solamente interesarte por la política".

Por el contrario, hay una característica que es mejor evitar: la corrección política. “El género mismo es irreverente. Es una manera de abatir la solemnidad del modelo”, dice Arotxa.

El dibujo dialoga con el análisis, la sátira y el humor. “Valoro mucho el humor en general. Y valoro más el humor de los políticos. Cuando un político recibe de buena manera un trabajo, está valorizando al artista, está valorizando al dibujante y se está riendo de sí mismo. Eso es una gran virtud del ser humano. El político está muy expuesto siempre”, dice Hogue. Él es consciente de que el buen humor es algo que no puede ser impuesto. “En la política pasan otras cosas, el humor cambia en función –para decirlo de una manera caricatural– de las encuestas. A veces un político está en la cresta de la ola y recibe un dibujo o ve una crítica y quizás no es trascendente, pero si está en una situación que no es la misma y siente la agresión, también es respetable".

El caricaturista apunta a “valorizar el humor en todos los aspectos y en todas las personas”, pero hay gente que no sabe reírse de sí misma. “Hay gente que nace con el ceño fruncido”, dice. Y a todos se nos puede ocurrir algún nombre.

Nicolás Maduro

Los márgenes del humor propio

“Cuando alguien se molestó conmigo, se molestó con el medio. Entonces quien recibía las molestias era el periodista y el periodista me la trasladaba a mí: 'sabés que fulano no se sintió bien o le pareció que...' Yo siempre esperaba que me llegara, pero nunca me llegó. Digo, ¿por qué no se enoja con el dibujante que en realidad es el que hizo el trabajo? Se supone que el dibujante es independiente y no está haciéndole los deberes al medio. Al menos yo no los hacía, hacía lo que me parecía y me dejaban trabajar, cosa que agradezco desde siempre”.

El que habla es Hogue. Pero es un relato que podría traspolarse a otros dibujantes. Sin embargo, hay casos en los que la crítica es más directa. “Hay un antecedente tremendo y escandaloso que fue cuando Cristina Fernández se enojó con [Hermenegildo] Sábat y quedó en evidencia frente al mundo. Yo creo que también lo hacen por eso, porque no te podés enojar con un tipo que interpreta la realidad desde su punto de vista y además con una visión que es con imágenes. Creo que queda muy en evidencia un político que se enoje”.

El caricaturista no desea herir a su modelo. “Somos buenos muchachos”, dice Arotxa, y sostiene que la tarea del dibujante es mostrar la temperatura que se genera de la imagen que proyecta el modelo que el caricaturista está viendo.

Hierro proyectando la sombra de Sanguinetti.

En su larga carrera como artista gráfico, Hogue trabajó en muchos lugares, incluido este mismo diario, pero siempre trabajó para la gente. “Si hacés una exposición querés que la gente vaya, si no lo haces en tu casa y la mirás vos solo, si publicás un libro es para que la gente lo compre o lo pida prestado pero lo pueda ver. ¿Si publicás en un diario para qué es? Para tu sustento, pero además para que la gente lo aprecie y en esa apreciación hay que ser muy abierto y democrático. A algunos les gusta y a otros no les gusta. Algunos dirán ‘qué fenómeno’ y otros dirán ‘este es un atorrante’; algunos dirán ‘qué técnica tiene’ y otros que ‘no sabe dibujar’. Todo vale. El enojo también vale; y la molestia, porque hay una cosa personal, cada cual se puede sentir invadido o molesto, pero quién juzga es la gente. En un país que está políticamente dividido en mitades, una mitad se enojará y la otra aplaudirá. Quedará en eso”.

Los políticos son figuras públicas, electas por la ciudadanía democráticamente y por tanto serán el centro de las miradas. También de las que después los dibujan. “Entiendo que no debe ser fácil. A uno mismo puede costarle. Es un ejercicio que a veces yo hago conmigo mismo, de reírme de mis propias cosas o dibujarme a mí”, dice Junior, y entiende que la discusión sobre los límites del humor será eterna, o casi. “Eso del límite es un poco abstracto porque es un límite por persona. Cada uno deja entrar ciertas cuestiones o toma ciertas situaciones con humor. Algunos dicen que el humor es como un tragedia con distancia nada más”.

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En 43 años de carrera, reconoce que ha sido el lector quien ha desmenuzado su trabajo y también el que lo ha juzgado. “Que cada uno tenga la libertad de ponerme en el lugar que crea”, dice. Pasa con la caricatura lo que con cualquier obra de arte: termina de significarse cuando llega al público, o el lector en este caso.

Gustavo "Pancho" Perrier es quien actualmente dibuja en estas páginas, las digitales y las de papel, y explica que muchas veces es el público el que tiene lecturas y reacciones que muchas veces el caricaturista no puede llegar a imaginar mientras dibuja. "Hay una complementación entre el que la mira y el dibujo que es mucho más rica que un texto".

Luis Alberto Heber, por Perrier

Pero no todos abren un diario o un portal con la misma percepción. No todos los lectores tienen la misma trayectoria cultural, social ni política. “El dibujo tiene un alcance bastante popular. No por eso no quiere decir que no tenga que tener ningún tipo de conocimiento, pero llega más directo que otra rama del dibujo”, dice Junior. Sin embargo reconoce que el caricaturista dibuja para el lector informado. “Si estás totalmente por fuera del hecho político no lo vas a pescar, capaz reconoces el personaje pero no sabes por qué lo dibujaste de tal manera. Diría que es imposible dibujar para todas las personas. Uno tampoco apunta a meterse en cuestiones muy complejas que entendería solo un círculo muy pequeño”.

Del descontento puede llegar la crítica, claro, pero también la presión e incluso la intención de recortar libertades. Arotxa y Hogue recurren inmediatamente a un recuerdo trágico y reciente: el atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo en 2015, en el que mataron a 11 personas. “Que maten caricaturistas, como ha pasado, por un tema estrictamente de carácter dogmático, en una sociedad democrática y republicana, eso no. Ahora, que se queje la gente... tienen todo el derecho a quejarse”, sostiene Arotxa.

En Uruguay, demócrata y republicano, Arotxa considera que “hay gente a la que le gusta lo que uno hace y hay gente que conspira de alguna manera para que el caricaturista o un periodista escrito no tenga la libertad de hacer su trabajo”. 

“Cercenar, controlar, estar arriba, eso es una cosa que personalmente la refuto totalmente. Porque no estoy para nada de acuerdo y me parece una barbaridad”, agrega. Al que no le gusta, que lo manifieste. “¿Yo qué puedo hacer frente a alguien que no le gusta una caricatura que hice? ¿Dejar de dibujar? Negativo. No voy a dejar de pintar ni de dibujar la impresión que tengo de determinado modelo. Aparte no es un modelo que elegí al azar, son personajes que son naturalezas vivas con nombre y apellido”, continúa.

Pedro Bordaberry con el ancla de su padre agarrándolo

“En tiempos pasados que no vienen al caso” a Arotxa le dejaron una bala arriba del capó de su auto, estacionado en la puerta de su casa. “Pero no pasó de eso –aclara. Hay un refrán que dice ‘perro que ladra no muerde... mientras ladra’.”

Arotxa dice que se hartó de dibujar la clase política. De las mismas discusiones que se repetían período a período sin solución, esas predecibles. Esas para las que dice que se necesitan soluciones de consenso y definitivas. “Los caricaturistas estamos siempre mirando: escrutamos todo lo que va pasando y no es solamente el ‘ja ja’. Observamos con curiosidad. Por eso cuando uno analiza este tipo de cosas y veo que dicen ‘no le gustó porque lo dibujaste petiso o porque lo dibujaste gordo’, lo siento muy menor. Creo que a Chaplin hoy en día lo hubieran colgado”.

“Es tan absurdo, tan ridículo, no tiene sentido censurar el humor, la caricatura. Lo que no quiere decir que el humor no pueda ser incisivo, corrosivo, urticante. La risa va por barrios”, dice.

Tiene particular interés por lo que llama “personajes fuera de norma”. Aquellas figuras que sobresalen de la media. Se refiere en particular a los expresidentes José Mujica y Jorge Batlle, a quienes les ha dedicado libros enteros, pero no ve figuras del estilo en la actualidad. “Después gente notoria siempre hay, y se le hacen caricaturas, tienen cinco minutos de fama y chau. Se terminan transformando en algo que es muy cruel, que es que terminan convirtiéndose en uno más para atender. Que pase el que sigue.”

¿Hay personajes más interesantes que otros? Perrier encuentra a aquellos que tienen personalidades más destacadas más atractivos para dibujar. "Más extremos", los llama. Los Mujica, los Batlle o los Andrade. Junior entiende que ahí juega la capacidad del dibujante de encontrar las características para hacer un personaje interesante. “Cuando alguien es presidente, es presidente y después te pones a buscar la forma. Se intenta hacer un aproximación, a veces se logra y muchas veces no. Incluso podés lograr, yendo a lo partidario, que personas opuestas a su ideología se vean atraídos a esa caricatura; porque ya captaste otra cosa.”

“Vemos de una forma. No es que vemos a las personas deformadas, pero ya te lo vas imaginando. Algo lo codifica adentro que no sé muy bien cómo funciona. Ves a alguien y te imaginas cómo podrías pasarlo al papel. Se dibuja con la cabeza. Después lo llevas al papel”, explica.

Cosse y la ola urbana - Semanario Búsqueda (20/01/2021)

El trabajo del dibujante se acompasa a la periodicidad del medio. No es lo mismo dibujar en una publicación diaria que en un semanario o una publicación quincenal. "Es un trabajo muy dinámico. El entrenamiento que uno tiene que tener tanto ejecutando como pensando lo vas desarrollando. esa adrenalina le da una frescura a lo que se termina publicando. Uno tiene que tratar de ser lo más eficiente posible dibujando y llegar a un resultado vertiginosamente", sostiene Perrier, que define los trazos en apenas algunas horas.

Del papel a las redes sociales

Junior entra delante y guía el camino por el hall del edificio central del Banco República, que majestuoso y señorial parece que nos mira desde arriba. Dos pequeños puntos entre un montón de trazos. Allí se exponen caricaturas que publicó en el Semanario Búsqueda desde 2020 y algunas inéditas en Junior, el trazo político.

En un panel, una caricatura de la senadora nacionalista Graciela Bianchi se exhibe junto a un barco destartalado con el rostro de Fernando Pereira como mascarón de proa y la bandera rasgada del Frente Amplio. Esa misma caricatura generó crítica en redes sociales el fin de semana, a instancias de un mensaje de la senadora que consideró que el medio “pasó los límites” en relación a su figura, en una situación que describió como “grave” y “reiterada”. “No corresponde a esta altura de los acontecimientos ampararse en el humor y los NO limites del mismo”, escribió.

“No me lo tomo en serio, porque tomarse en serio eso no tendría mucho sentido”, dice el caricaturista, pero considera que no deja de ser una “intención de coartar la libertad de expresión”. 

“No quiero que quede la sensación de algo grave, pero si puede haber algo que coarte la libertad son ese tipo de opiniones, y más cuando vienen de una personalidad política que en este caso está en el gobierno”, consideró el dibujante.

Las redes sociales son un nuevo actor para los caricaturistas. “Siempre va a haber dos posiciones y hoy se marca mucho más con el tema de redes, o es mucho más visible porque capaz que en otro momento te enterabas por comentarios o llegaban cartas al medio de prensa. Hoy es inmediato”, dice Junior, que asegura que no ha recibido una crítica directa desde la clase política. “Internet ha democratizado el acceso, porque en otro momento el que no tenía forma de comprar el diario no lo veía o capaz se cruzaba con esa página envuelta en media docena de huevos. ¿Hoy en día quién no tiene un teléfono?”, se pregunta.

Las redes sociales se han convertido también en un medio por el que las caricaturas pueden llegar más lejos que en la página del diario. Se comparten, circulan, se viralizan. "Ahora tenés un abanico de reacciones y comentarios que creo que cubre a todo el espectro que la gente que ve las caricaturas. En una misma caricatura al más hincha tuyo, al menos hincha tuyo, y a todos los demás", dice Perrier.

Óscar Andrade, por Perrier

Cuando Luis Lacalle Pou asumió la Presidencia, Hogue hizo un dibujo para la Revista Noticias: Lacalle Pou usando el sobretodo de Batlle y debajo aparecían cinco pares de piernas que representaban a la coalición de gobierno. "Un día me llama un amigo y me dice 'Hogue, se viralizó un dibujo'. Yo no entendía nada, '¿que quiere decir eso?'. La gente lo entendió claramente". Ahora explica que no subestima el poder de las redes sociales, que se han convertido en una herramienta de trabajo. "Un día subís un dibujo y alguien lo opina que no está bien y es parte de la cosa. Uno no puede aspirar a que todos te quieran, la vida es otra cosa ¿no?", se pregunta con una sonrisa.

“Defiendo las redes sociales y la libertad que se tiene. Lo que no defiendo es la irascibilidad de la gente. El problema no son las redes, el problema es la gente. Cuando la gente tiene la cultura necesaria no importa la extracción social que tenga, no importa su ideología, no importa de dónde venga. Se refiere con respeto a otro, pero no desde el anonimato o no anonimato a insultar burdamente. Eso no puede generar nada propicio para tener un intercambio”, considera Arotxa.

 

¿Un futuro ilustrado?

Tanto Hogue como Arotxa se encuentran alejados de los medios de prensa. Junior es parte de una nueva generación que tiene pocos exponentes hasta el momento, pero varios maestros. “Lo primero que yo hacía cuando veía un diario así sea entero o en pedazos es si había un dibujo. Obviamente que lo planchaba, lo recortaba y lo guardaba. Tengo varios”, dice Junior, y remarca que tuvo la suerte de cruzarse con sus referentes y de conocerlos. 

De hecho cuenta que con Arotxa ha tenido intercambios telefónicos en algún caso puntual. “Lo he llamado en el medio, por alguna cuestión que no tengo claro o para ver qué le parece. Trato de no excederme".

"También tenés que tener algo que te reconozca. No es algo que me quite el sueño, porque creo que se da solo en la práctica, en el ejercicio. O le agregás un elemento, como la coronita [al presidente Lacalle Pou] que para mí era muy sutil, pensé que no le iba a dar mucho y es como que ha tenido cierta llegada”, explica Junior. 

Kirchner y Mujica

La exposición permite ver con claridad la evolución del trazo del artista y esa búsqueda de una impronta propia que lo ha convertido en poco tiempo en un dibujante de carácter reconocido. También hay una caricatura que muestra al presidente de la República dando un discurso sobre una silla multicolor, firmado Junior+Arotxa.

¿Cómo ven el futuro de los medios y el oficio? “No se cómo van a seguir los medios. Todavía seguimos un poco atados al papel. Ya se están transformando y lo que se publica en papel después se publica en internet. Eso hace que llegue de otra manera, porque aparte se vuelve masivo con el tema del WhatsApp cuando se comparte la imagen”, dice el joven caricaturista. Hogue también apunta hacia el mismo destino, aunque pueda ser más pesimista: “El futuro no está acá, para empezar, está en el ciberespacio. Está en la chance que vos tengas de trabajar hacia afuera, de que te contraten. Lamentablemente acá se terminó la historia con la caricatura política”. 

La caricatura política no se va a extinguir nunca", considera Arotxa. "En Uruguay no sé, porque es todo pequeño y en general los grandes cambios que tiene este país son de carácter exógeno: cambia el plasma, cambia el auto, cambia el celular, cambia la tecnología, la licuadora, la aspiradora; pero después se hablan de las mismas cosas. Siempre estamos como en una noria hablando de lo mismo”, agrega.

El presente, por ejemplo, no tiene mujeres. No hay firmas femeninas en las caricaturas de los medios uruguayos, no hay mujeres analizando la política en dibujos. “No sé por qué será que se da eso. Lo tengo en la cabeza y, no es por una cuestión de corrección política ni de cerca, pero siento que si en un momento puedo captar a alguien que se arrime al oficio creo que tiene que ser una mujer. Lo tengo claro y me gustaría mucho. Cada persona tiene su visión, sin tener en cuenta el sexo o el género, pero me parece que no es lo mismo que una mujer dibuje un hecho político a que lo dibuje un hombre”, dice Junior. “Me encantaría hoy primero que fuéramos más, y que hubieran mujeres”.

“Tenés que ir generando oportunidades para los artistas locales, es difícil que surjan dibujantes si no tienen chance para expresarse y para poder dibujar”, concluye Hogue.

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