La construcción de alternativa

Más allá de su contenido –defectuosamente redactado, con débil anclaje en la realidad de las aulas, docentes y comunidades educativas y sin mayores novedades respecto a acuerdos políticos anteriores, como los de 2010 y 2013– el Libro Abierto presentado por Eduy21 debe ser saludado como una movida estimulante desde la sociedad civil, que tiene la virtud de lograr entendimientos entre diversas concepciones políticas para definir un rumbo de transformaciones en materia educativa y sumarle apoyos políticos. Este positivo emprendimiento requiere ser complementado con un involucramiento de fuerzas políticas dispuestas a llevar adelante el cambio educativo imprescindible, porque es a través de ellas que ese cambio se hace posible o no. Los técnicos por más que pongan en esto, no pueden nada, porque no gobiernan. Eduy21 ha escrito un libreto de cambios posibles que refleja una visión orgánica, pero que para realizarse requiere de un nivel político con voluntad gubernativa definida de llevar a cabo los cambios. No cualquier fuerza política que sea gobierno emprenderá ese camino. El Frente Amplio lleva casi 15 años en el gobierno y ha mostrado en los hechos que no quiere hacer cambios educativos en el sentido indicado por Eduy21, si el costo es indisponerse con sectores radicales y organizaciones sindicales. Más allá de los empeños de Filgueira y otros, Eduy21 aparece como marginal para esta fuerza política que se apresta a recorrer otro camino, en consonancia con la estrategia de otro grupo interno de educación liderado por la figura del maestro Soler. Con la conducción del Ministerio de Educación se abocará –siguiendo el Informe final del último Congreso Educativo– a definir un Plan Nacional de Educación y refrendarlo luego en un Congreso Educativo extraordinario que se convocará con ese propósito. En conclusión: si se quiere realmente cambiar la educación se debe cambiar la fuerza que gobierna. Con más Frente Amplio gobernando no es posible lograr esa transformación o ésta tendrá un rumbo difícilmente compartible por las otras fuerzas políticas del país. Si esta es la realidad es necesario subir los entendimientos técnicos, como los de Eduy21, a nivel de las fuerzas partidarias de oposición para construir en ese nivel un entendimiento que las comprometa unitariamente a respaldar un rumbo de cambio educativo.

Si pensamos en el panorama de la educación, en las dramáticas situaciones de inseguridad pública y en las implicancias a futuro de una sociedad cada vez más fragmentada social y culturalmente, se torna imprescindible que las fuerzas de oposición construyan una alternativa para gobernar. La rotación de las fuerzas políticas en el poder es imprescindible para la salud democrática. El Frente Amplio es una coalición de fuerzas con diferentes y hasta encontradas concepciones finalistas de sociedad, pero que logró unirse en torno a un programa común para gobernar, que evidentemente no se funda en ninguna de la visiones comprehensivas de sus fuerzas, salvo en un difuso perfil de progresismo. Hay que aprender de ellos. Las fuerzas de oposición conforman la otra mitad del país y, posiblemente hoy, bastante más. Pero el problema es que no hay UNA oposición, sino diversas fuerzas que solo tienen en común oponerse a la orientación del gobierno pero que no han avanzado en entendimientos programáticos para conformar una alternativa electoral. Fuera de ser oposición, ésta no tiene otra cosa en común. Y no la tiene porque no la ha construido.

Algunos se inclinan a construir un espacio político que ponga centro en un recorte ideológico (liberal, social-demócrata u otros) pero en este caso deben ser conscientes que eso no permite formar una alternativa gubernativa, porque las familias ideológicas automáticamente dejan por fuera a los que no participan de ella, excluyen y no integran. Están también los maximalistas que postulan la necesidad de crear una nueva fuerza política, como fue el ensayo frustráneo de la Concertación en Montevideo. Esto no es viable ni realista. No se puede crear una inédita fuerza para gobernar anulando la identidad de los partidos componentes, ni tirar por la borda en algunos casos 180 años de historia partidaria. Cualquier fórmula para construir una fuerza gubernativa alternativa, debe respetar y dar espacio a la singularidad e identidad propia de cada fuerza política, es un emprendimiento común desde la pluralidad y la diversidad. Creemos que tampoco puede jugarse la carta ya fracasada de acuerdos electorales circunstanciales de última hora, entre el último domingo de octubre y el balotaje. Eso no es creíble. Fuerzas que operan en fuerte competencia hasta la víspera, no pueden al otro día de la elección de octubre cambiar el "disco duro" y mágicamente presentarse en total acuerdo. Esto resulta ficticio, si antes no hubo una colaboración y esfuerzos conjuntos. Esto ya se hizo con resultado negativo y no es esperable que, ahora, los resultados vayan a ser diferentes.

A pesar del desencanto y la bronca con el gobierno frenteamplista, solo habrá alternancia en el poder si se es capaz de unificar electoralmente a la mitad del país que no está en el gobierno y construir una alternativa que solo lo será en tanto pueda ofrecer dos cosas: un proyecto atractivo respecto al proyecto que gobierna, y una certeza de gobernabilidad. El desafío es doble: ¿cómo reunir una expresión electoral que sume los votos de los varios partidos de la oposición?, única posibilidad de hacer la mayoría ganadora, y ¿cómo hacer de esa nueva mayoría una fuerza capaz de dar gobernabilidad al país y contribuir a transformarlo para mejor? Para ganar hay que generar las condiciones necesarias para ello.

Esto requiere: A) Que las fuerzas de oposición trabajen juntas en la elaboración de una agenda de soluciones a problemas críticos y fundamentales del país. Esto significa pasar de estar separados a trabajar juntos. Se trata de empezar a aparecer a los ojos de la gente como fuerzas que actúan juntas en la definición de ciertas soluciones alternativas claves para la sociedad. B) Asegurarle a la ciudadanía que el gobierno será una coalición de fuerzas con mayorías para gobernar y solvencia para brindar estabilidad y certezas. Un partido solo con un tercio o poco más de representación parlamentaria no puede dar gobernabilidad. Pero esa coalición gobernante no puede reducirse a blancos y colorados. Esa coalición de fuerzas debe concebirse con un sentido nacional y convocar a grandes entendimientos. Preparar un cambio requiere que ese medio país que está fuera del gobierno pueda expresarse en un proyecto político "superador" de la actual política, que no descarta lo bueno que puede haberse construido en estos años, pero supone una agenda de soluciones para las necesidades no resueltas de la gente y un nuevo relato de nuestro futuro como sociedad que nos lleve a empeños superiores. En lo que viene, no se trata de cambiar de lugar la posición que ocupa una y otra mitad del país. Debe ser capaz de integrar a los otros, por lo menos a los otros que no son portadores de posiciones inconciliables. Por definición, si es nacional no es excluyente. Al fin de cuentas no somos ellos, somos sus otros superadores de su reflejo autoritario.

En estas condiciones es posible soñar con una transformación modernizadora y socialmente justa, capaz de abrir espacios de entendimiento, donde fructifiquen empeños como los de Eduy21, capaz de convocar a gente que viene desde rumbos distintos a la construcción de la casa común.