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La división del peronismo, la prioridad política de Macri

Para afirmar su gestión, el presidente alienta el ascenso de Massa en la interna opositora
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13 de enero de 2016 a las 05:00
El primer verano de Mauricio Macri en el gobierno arrancó muy agitado, incluso cuando en el plano del dólar se vive una calma que ni los más optimistas se habrían animado a predecir.

Pero en la política, por supuesto, la agenda está al rojo vivo. Todos los temas calientes que llenan las tapas de los diarios podrían sintetizarse en un único concepto: el nuevo presidente está tratando de afirmar su autoridad y construir las bases de gobernabilidad para el resto de su mandato.

Para ello, debe mostrar una férrea voluntad de desarmar el entramado kirchnerista en el Estado y, además, generar una base multipartidaria de apoyo político, dado que carece de mayoría en el Congreso. Eso solo puede significar una cosa: que Macri jugará todas las fichas a incentivar una fisura interna del peronismo.

De momento, parecería que la estrategia le está saliendo bien. En la provincia de Buenos Aires, donde se juega el primer test de la gobernabilidad, el peronismo encontró rápidamente el límite a su capacidad opositora. Tras haber boicoteado la sesión legislativa en la cual se debía aprobar el presupuesto para 2016, surgió una rebelión interna.

La negativa a votar el presupuesto vino de los líderes de la bancada legislativa, que responden directamente a Cristina Fernández de Kirchner. Pero el pedido de revisión de esa postura vino de los intendentes peronistas, que ante el dilema de elegir entre la lealtad política a la expresidenta o priorizar su propia supervivencia, no tienen la menor duda sobre el camino a tomar.

Intendentes

Los intendentes hicieron pública una carta en la cual llamaron a la reflexión a sus propios legisladores, para hacerles ver que, sin presupuesto para la provincia, ellos serían los principales perjudicados, por carecer de fondos para realizar obras públicas y hasta para pagar sueldos de los empleados municipales.

De manera que ahora hay optimismo sobre la aprobación presupuestaria, aunque con una fórmula negociada. El punto más controversial es el pedido de endeudamiento por 90.000 millones de pesos –unos US$ 6.400 millones al tipo de cambio pos-cepo–. El peronismo considera que es excesivo y propone reducirlo en un tercio.

Aunque Hernán Lacunza, el nuevo ministro de Economía de la provincia, alega que esa toma de crédito es imprescindible y que solamente estaría sincerando una deuda "maquillada" de la provincia con otros organismos estatales, todo indica que se llegará a un acuerdo.

Para Macri, implicaría un triple alivio. Primero, claro, porque le daría oxígeno a su gobernadora, María Eugenia Vidal, para atravesar su primer año con cierta calma en lo económico. Pero, además, porque esta aprobación implicaría una admisión tácita de que el kirchnerismo, y particularmente el exgobernador Daniel Scioli, dejaron la provincia quebrada, con emergencia financiera y una infraestructura atrasada.

Y el tercer motivo de satisfacción política para Macri es haber visto la fisura entre peronistas K y el sector moderado del partido. Una división, por otra parte, en la cual aquellos con responsabilidades de gobierno se están imponiendo por sobre aquellos que quieren ejercer una oposición dura.

Ya están apareciendo nuevos síntomas de esa división. Por ejemplo, ante la determinación macrista por dejar cesantes a miles de empleados públicos acusados de ser "ñoquis" que cobraban un salario estatal solo por hacer actividades proselitistas.

El Senado fue uno de los lugares en que esta situación se dio de manera más contundente. Luego que 2.000 contratados fueron dejados sin trabajo hubo una airada protesta por parte de la bancada kirchnerista, salvo por el jefe del bloque, Miguel Pichetto, que se mostró favorable a que las autoridades revisaran caso por caso.

La actitud de este histórico dirigente K es sintomática del momento particular que se vive en el país: justo cuando el kirchnerismo está haciendo una bandera de la lucha contra el "ajuste salvaje" de Macri, admite explícitamente que durante la gestión de Cristina pudo haberse engordado la nómina estatal con empleados que en realidad no trabajaban.

Massa, el socio perfecto

En esa estrategia por fomentar la división del peronismo, Macri ha encontrado su socio perfecto, el excandidato presidencial Sergio Massa. Al tiempo que cultiva la buena relación con este ambicioso líder del peronismo no kirchnerista, Macri debilita la posición del resto del partido.

Su última jugada consistió en invitar a Massa a que lo acompañara a la cumbre anual de Davos. Ese encuentro de líderes políticos y empresarios es considerado uno de los eventos que reúnen a las personas más poderosas e influyentes del planeta.

Allí, en el bucólico ambiente del pueblo de montaña suizo, se pueden cruzar presidentes con personajes de la talla de Bill Gates o científicos expertos en cambio climático. Y, por supuesto, puede resultar una oportunidad inmejorable para atraer inversores a los países latinoamericanos.

Los Kirchner, en los 12 años de su gobierno, nunca se mostraron atraídos por ese evento. Y Macri, que asistía siendo jefe de gobierno porteño, quiere volver ahora como presidente para enviar al mundo una señal sobre el reposicionamiento argentino.

Parte de esa nueva imagen incluye la de la buena convivencia entre gobierno y oposición. Por eso Macri eligió llevar a un líder peronista. O sea, a Massa.

Pero el acercamiento no queda simplemente en gestos e invitaciones, sino que también se refleja en actitudes políticas concretas. Por caso, cuando Macri nombró por decreto a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia, Massa criticó la manera en que se había tomado esa decisión y Macri dio marcha atrás.

También hubo sintonía entre ambos respecto del caso policial que conmueve al país, el de los tres fugados de una cárcel de máxima seguridad con la previsible complicidad del servicio penitenciario. El transcurso de los días hizo que la Policía pasara a quedar en el foco de las sospechas.

Y Massa, antes que sumarse a las críticas a las nuevas autoridades provinciales, apoyó la visión de Macri según la cual la corrupción policial y su connivencia con el narcotráfico es uno de los legados de la década K.

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