Rusia 2018 > Debut celeste

La ilusión de los niños por la celeste se vivió en la escuela a la que fue Suárez

Cómo vieron más de cien alumnos de la escuela Nº 45 en La Comercial el partido de Uruguay contra Egipto
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15 de junio de 2018 a las 16:30

Desde el portón de entrada de la escuela se escuchaban gritos que –lejos de Rusia– evidenciaban un entusiasmo igual o mayor al de los hinchas que viajaron al Mundial. Con la cara con dibujos celestes, agitando banderines y con aullidos de quien aún sigue creyendo que ilusionarse es lo normal, estaban sentados poco más de cien alumnos de entre cuatro y doce años. Juntos vivieron 90 minutos en un mundo paralelo donde, sin entender mucho de las reglas del fútbol, comprendieron el sentido global del deporte.

El partido en el edificio del número 2283 de la calle Nicaragua en el barrio La Comercial fue distinto al que se vio en un bar, una oficina o tomando mate en casa.

Rato antes del desenlace 1-0, Uruguay ya había ganado por goleada. En la escuela Nº 45 Leonor Horticou –donde Luis Suárez cursó casi toda la primaria– las gargantas no paraban de espantar al silencio. Ahí los goles que no entraron en el arco, también, fueron goles. Ahí el fútbol existió más allá de toda competencia millonaria sponsoreada por poderosos.

La convergencia entre la ansiedad inicial de los niños y el primer plano de Suárez al comienzo, hizo explotar la sala de actos. Eran gritos naif, propios del atolondramiento que tiene un fanático que está por debajo del metro cuarenta y que carece de todo frenesí que pronto heredará de sus padres.

Los remates de cualquier soldado celeste, se gritaron como gol; las atajadas de Muslera, se gritaron como gol; la amarilla que le sacó en el alargue Björn Kuipers a Ahmed Hegazy, se gritó como gol (de alivio) y, por supuesto, la pelota de Suárez que no entró, se gritó como gol.

Después vinieron las energías en bajada, ilusión ahorcada por una cuota de realidad y los chiquilines susurrando entre los límites de la bronca y la tristeza. De repente, por primera vez en casi los 90 minutos del juego empezaron a cantar "Uruguay, Uruguay". No voló ni una mosca, el pulso comunitario subió a mil, la mala racha comenzó a acobardarse, y, de pronto: "¡Goool! Gol. Gol". Ahora sí fue real.

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Fue, entonces, el pretexto perfecto para que Agustín, Andrés y Emanuel se abrazaran. Luego de festejar un buen bloque de segundos, alguien dijo ante la repetición de ese acertado cabezazo, "¡Fue Josema! ¡Fue Josema, como en la despedida!".

Emanuel está en 6to, hace poco vive en Montevideo y recuerda el Mundial pasado en Brasil porque el día que jugó Uruguay, cumplía ocho. Los tres, reconstruyen el Mundial 2010 en Sudáfrica por imágenes lejanas y cuentos de sus familiares. Saben que Suárez metió mano ante Ghana y que el Loco la picó.

Los planos generales en la tele eran el momento perfecto para la distracción, aunque en la esquina izquierda, cinco nenas estaban bailando y haciendo torres con banderas hace rato. Sentados adelante, con túnicas cuadrillé, unos niños que no llegaban a los cinco años estaban hipnotizados ante la pantalla y dos por tres gritaban "vamo uduguay".

La escuela del 9

La última maestra que lo conoció se jubiló el año pasado, pero en la escuela todos saben cuentos de aquel niño que vivía aferrado a una pelota y que hoy retratan como héroe mítico. Todos saben y Karina, maestra y secretaria, lo confirma, Luis Suárez cursó desde 2do a 6to año de primaria ahí.

Según dijo a Referí, Sandra Ojeda, directora de la escuela, para los niños sería de gran importancia poder contar con un mimo –aunque sea a lo lejos a través de redes sociales– por parte de su ídolo. Fueron varios los intentos, por distintas vías, para comunicarse con él; ninguno logró su fin. De hecho, en 2015 cuando se inauguró un mural en su honor, lo quisieron contactar, pero no hubo respuesta.

Si bien Suárez es un ídolo para la gran proporción de niños en Uruguay y el mundo, en la escuela Nº 45 Leonor Horticou el motor viene acompañado de anécdotas que se sirven de su historia real para alentar el progreso de un montón de niños.

En el patio donde el delantero alguna vez jugó se encontraba Renzo, que sin tapujo dijo: "A mi Suárez no me gusta, no me gusta como esta jugando. Yo hincho por el Cebolla". Sus amigos lo miraron con cierto recelo pero él siguió comiendo su merienda con la tranquilidad de quien, al desmitificar al campeón, comienza a escribir su propia historia.

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