Estamos finalizando un año récord en volumen exportado y dólares ingresados, en precio y en animales faenados.

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La mesa está servida

La mesa está servida para transformar al Uruguay en una “boutique productora de carne amigable con el ambiente”.
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01 de enero de 2022 a las 05:00

Por Carlos María Uriarte 
Especial para El Observador 

Las preguntas que más nos hacemos los ganaderos uruguayos en estos días es cuánto durará este momento, y si la actual situación es coyuntural o estructural.

En realidad, y más allá de la posible respuesta, deberíamos proponernos capitalizar este momento para producir un cambio estructural para proyectarnos mejor hacia el futuro.

Estamos finalizando un año récord en volumen exportado y dólares ingresados, en precio y en animales faenados. Este año se juntó un aumento importante en la actividad (aumento de la tasa de extracción, la que probablemente sea superior al 25%) con precios récords.

Cabe destacar que este aumento de la actividad no es proporcional a un aumento en la productividad en el sector primario.

Si bien en el pasado hemos vivido situaciones parecidas, las circunstancias eran otras. En el 2006 faenamos una cantidad similar, pero veníamos de una acumulación de stock en nuestros campos que ameritó una faena numerosa. Hoy llegamos a esta situación no por casualidad, sino como producto de una política de crecimiento y consolidación en lo interno y en lo externo que los uruguayos hemos desarrollado a lo largo de mucho tiempo. Una política basada en la credibilidad y en la confianza.

Así lo reflejó la producción de terneros récord histórica del año pasado, de más de 3 millones, hecho que nos asegura la reposición suficiente para los actuales altos niveles de faena.

Por otro lado, nuestro stock ganadero se mantiene en niveles históricamente altos (12 millones de cabezas), pese a haber perdido área con la agricultura y la forestación. Pero lo más importante es que mantenemos la máquina de producción intacta, en alrededor de 4 millones de vacas de cría.

No menos importante es el hecho de que aún mantenemos un potencial de crecimiento productivo importante, tanto sea en la cría (mejorando el 65% de destete) como en la invernada (bajando la edad de faena), pero fundamentalmente en la recría de machos y de hembras cuyas ganancias aún dejan mucho que desear.

Las tecnologías están y muchos productores ya logran resultados superiores al promedio.

Ya no suena como una utopía proponernos llegar a los 3 millones de animales faenados, los niveles de faena de las últimas semanas que fueron superiores a 60 mil animales por semana nos alientan a creer que es posible.

Cabe destacar también la importante sinergia que se evidencia en estos días en nuestros campos entre la ganadería, la agricultura y la forestación. Estos sectores ya no compiten entre sí, sino que se complementan en muchos sentidos, no solo productivos, también financieros y ambientales.

Hoy el mundo está ávido de nuestras carnes, y al parecer lo estará por un tiempo más. Debemos aprovechar este momento para hacer los cambios necesarios en nuestros esquemas productivos y comerciales, para subir escalones en la escalera de la eficiencia productiva, así como para mejor satisfacer la demanda de nuestros clientes.

Pero hay nubarrones en el horizonte que debemos tener en cuenta:

• La alta dependencia del mercado chino nos hace muy vulnerables, y por eso se nos hace indispensable acceder a otros mercados; los del sudeste asiático son los que se muestran más prometedores, pero también Medio Oriente es otra región del mundo que cada día se hace más atractiva.

• Seguimos pagando montos muy elevados en aranceles para vender nuestros productos. El TLC con China nos mantiene viva la esperanza de poder reducir los aranceles con ese país (aproximadamente 12% para nuestras carnes). Con Japón tenemos aún mucho por hacer también, para acceder a dicho mercado debemos pagar tarifas que superan el 30%. Incluso con Estados Unidos aún no hemos podido confirmar la ampliación de la cuota (10 mil toneladas) para carnes de calidad.

• Debemos atender con suma seriedad y celeridad la preocupación de nuestros clientes acerca del cambio climático, y más aún porque lejos de ser un defecto es un destaque muy positivo de nuestra ganadería. Por eso debemos hacer los máximos esfuerzos para contarle al mundo lo que somos y como trabajamos, pero sobre todo lo que estamos haciendo para reducir las huellas de impacto ambiental de nuestra ganadería. No solo en el balance de carbón (emisión menos captura), sino también en la calidad de nuestras aguas y en la conservación de nuestra biodiversidad. Prueba de que se puede, es el hecho de que este año se realizó desde Uruguay la primera exportación certificada de carne carbono neutro.

La mesa está servida para transformar al Uruguay en una “boutique productora de carne amigable con el ambiente”.

¡Felicidad y salud para todos! ¡Y que el 2022 nos permita continuar en esta senda del crecimiento de la mano de nuestro campo! 

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