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La República de Márqueztalia, el detrás de escena del retorno de las FARC

La paz divide a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con la retoma de la lucha armada anunciada por Iván Márquez
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03 de septiembre de 2019 a las 05:04

Por Javier Conde

Un video de 32 minutos y 28 segundos, cronometró El Tiempo de Bogotá, le bastó a Iván Márquez (el alias de Luciano Marín) para despachar tres años de negociaciones por la paz de Colombia, de la que él fuera la cara visible por la guerrilla más longeva de occidente.

“La lucha continúa” dijo, y anunció “una segunda Marquetalia”, el icónico lugar de la Cordillera Central, en el Departamento de Tolima, desde el cual Pedro Antonio Marín Marín, alias Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo, armó a mediados del siglo pasado las autodefensas campesinas para enfrentar la violencia del gobierno y de los liberales.

La violencia en Colombia es violencia. De lado y lado y por décadas. Con tímidas pausas y frustrados intentos de detenerla o, también, de disfrazarla y convertirla en un ente que actúa por si sola, sin voluntad de los hombres.

Aquel fue el episodio fundacional de las FARC, que adoptarían esa denominación en 1966. En media hora Márquez hace un viaje de medio siglo largo, hasta las raíces, para apropiarse de la esencia pura y única de “la legítima rebelión”.

La República de Marquetalia de finales de los cincuenta pasó a la historia, y no dejaba de tener algún sentido épico, e incluso evocar para los corazones bien intencionados, la gesta igualitaria y atrevida de Robin Hood. Tropical, en este caso.

Este otro Marín tendrá pues su República de Márqueztalia. Sostenida sobre “la traición”, como espetó, del gobierno de Iván Duque a los acuerdos de paz. Unos acuerdos que el mundo festejó, cobijados por Cuba y apadrinados por Venezuela, y le dio a Juan Manuel Santos el Nobel de la Paz.

Márquez convoca a la disidencia y se olvida del país, quizás el más sufrido de la región. Les están “pintando pajaritos de oro”, le ripostó este lunes socarrón y contundente, el director de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) Rodrigo Londoño, alias Timochenko.

La FARC, con las mismas siglas y nuevo nombre y apellidos, que surgió después de los acuerdos de paz, le apunta y sin armas al país. Timochenko hace un símil con un barco que tendrá que atravesar varias y difíciles tormentas, como lo cita El Espectador.

“Desde el inicio de las conversaciones, mediante distintas circulares, expresé que la ruta emprendida no iba a ser fácil, que el Acuerdo de Paz no era un punto de llegada, sino un punto de partida”. Una  FARC se va a Márqueztalia, otra FARC sigue navegando: el verbo del mundo globalizado.

El portal La Silla Vacía dirige, en cambio, sus pesquisas y análisis a lo que el anuncio de Márquez produce en el seno del gobierno colombiano y del partido Centro Democrático, creado y liderado por el expresidente Álvaro Uribe.

Uribe, en el peor momento de su popularidad en 20 años, dice La Silla refiriendo las mediciones de la encuestadora Gallup Poll, entró en una febril actividad en Twitter (trino en Colombia)  para criticar la Jurisdicción Especial para la PAZ (JEP). Márquez le da oxígeno al también senador, acuciado por investigaciones judiciales de vieja data.

Pero lo que es bueno para Uribe no lo sería tanto para el gobierno de Duque. La Silla analiza que junto con el anuncio de Márquez se sospecha la intención de volver a extorsionar a sectores empresariales e industriales, aliados de primera línea en el plan económico del gobierno .

El presidente colombiano, aventura el portal, se la tendría que jugar por la implementación de los Acuerdos para ayudar a que los desmovilizados sigan en la legalidad. De hecho, el Gobierno empezó a hacer distinciones entre las posiciones de Timochenko y la de Márquez. Mientras Uribe, su mentor, habla de un fracaso de todo el Acuerdo.

Duque se anotó desde los primeros días de su mandato con la opción de pasar la página de la polarización y los agravios. Muy lejos en lo político e ideológico de Timochenko, el pasado no le conviene a ninguno.

En todo caso, la Márqueztalia prometida también tuvo su réplica de cañones desde el gobierno: “Tenemos 230.000 hombres en el Ejército; 130.000,en la Policía; 31.000 en la Armada y 15.000 en la Fuerza Aérea. Y hablamos de que todas las disidencias no superan los 2.000 hombres y tenemos con qué combatirlos”, dijo a El Tiempo el Ministro de la Defensa Guillermo Botero.

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