Rogelia Blanco, una mujer gallega de 85 años, regresó al mundo de los vivos después de que su familia le había dado sepultura en el cementerio de San Pedro de Xuances, una pequeña localidad de Xove, en la provincia de Lugo, que solo habitan poco más de 400 personas. Su cuerpo no resistió el embate mortal del coronavirus.
El 14 de enero pasado, Rogelia fue enterrada en presencia de su marido Ramón, siete sobrinos y algunos sobrinos nietos. El matrimonio no tuvo hijos. Y el hondo llanto prosiguió durante los siguientes 10 días.
Pero el sábado 24 una llamada telefónica desde la residencia donde la anciana está alojada, dejó a su sobrino Julio estupefacto.
"Tú tía Rogelia está aquí", oyó.
Y él solo pudo balbucear una frase: "Entonces, ¿a quién enterramos el otro día?".
La feliz y rocambolesca vuelta de Rogelia, ha convertido en un himno la canción "que no estaba muerto, que estaba de parranda" que no paran de entonar en la casa familiar, según contó su sobrina nieta Lorena al portal El Español.
La génesis de esta insólita historia comenzó el 29 de diciembre de 2020.
Entonces un brote de covid-19 en la residencia de ancianos San Bartolomeu, en Xove, afectó a 11 internos, que fueron trasladados a la residencia Os Gozos, en Pereiro de Aguiar, en la provincia de Orense, a 223 kilómetros de distancia, preparada para atender casos de contagio.
Entre los forzados viajeros iban Rogelia y también Concepción, conocida como Conchita, una presencia, o ausencia, que resultará clave en esta historia.
Ambas mujeres fueron asignadas a la misma habitación en la nueva residencia pero confundieron sus identidades. Conchita fue Rogelia y viceversa. Las dos padecían un grave deterioro cognitivo y ni cuenta se dieron del despiste.
Fue Conchita la que no soportó los efectos del virus. Fue a ella a quien velaron en un ataúd cerrado por tratarse de una víctima del virus, a la que dieron sepultura y a quien lloraron durante 10 días Mientras, Rogelia se recuperaba ajena a "su muerte".
Y el sábado 24 en la mañana, con el alta, Rogelia emprendió el regreso desde el centro de Pereiro de Aguiar a Xove. Rogelia bajó del vehículo, y por fin fue reconocida como tal y, al ser avisado, su sobrino Julio corrió al geriátrico a darle la feliz noticia a su tío Ramón.
Lo hicieron con un médico presente porque Ramón insistía en que "era imposible, que Rogelia no podía estar allí".
La Fundación San Rosendo, que gestiona la residencia San Bartolomeu de Xove , lamentó el "desafortunado incidente" que comunicó a los juzgados correspondientes para corregir el error.
“Parece una peli de Álex de la Iglesia”, resume Lorena. Y con final feliz en su familia.
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