La racha positiva de
Pablo Cuevas en el Masters de Madrid se cortó en octavos de final, donde perdió ante el estadounidense John Isner, 9° del ranking ATP, por 7-6 (9), 6-7 (3), 6-7 (4) en un parejísimo partido que duró 2 horas y 21 minutos, y que se definió por casi nada, por apenas un punto. Y que dejó dos lecturas claras, pero a la vez contradictorias.
La mala es que ese punto de diferencia duele. Porque Cuevas defendía muchos puntos, 360, tras llegar a semifinales de Madrid el año pasado. Eso lo condenaba a perder puntos a menos que llegara a la misma ubicación este año. Y se quedó en octavos de final, dos rondas antes que en 2017, lo que se traduce en una pérdida de 270 puntos.
Eso hace que el lunes aparezca alrededor del puesto 71, su ranking más bajo en cuatro años, lo que lo lleva a correr el riesgo incluso de entrar directo a algunos torneos y tener que pasar por la qualy.
Pero hay una lectura positiva, y es que Cuevas mostró su mejor
tenis del año, y el mejor en un muy bien tiempo. Tuvo ritmo, agresividad, pero sobre todo un saque efectivo y dominante. Al punto que durante el torneo le ganó a Jack Sock y jugó muy parejo con el top ten Isner, dos de los mejores sacadores del circuito.
Cuevas jugó tenis de top ten, ratificando que en polvo de ladrillo le puede hacer frente a cualquiera (salvo Nadal, quizás). Pero claro, el ranking con el que llegaba ya lo complicaba, al tener que enfrentar muchos buenos rivales muy pronto. Y aún más le pasará eso partir de ahora, lo que lo obligará aún a más esfuerzo para avanzar en los torneos. Eso sí: mostró, de sobra, que tiene el tenis para hacerlo.
Los números del partido fueron extremadamente parejos, y no solo por los tres tiebreaks. No se quebraron en todo el partido, lo que habla del dominio de cada uno con sus saques. Isner tuvo 32 aces, contra 16 de Cuevas (que ya es un gran número). Además el uruguayo tuvo 91% de puntos ganados por el primer servicio, lo que marca que con el saque hizo lo que quiso, aunque bajó algo con el segundo (59%).
El gran debe estuvo en no poder aprovechar las escasas dos chances de quiebre que tuvo, contra ninguna de Isner. De hecho, ninguno pudo casi poner en juego los saques del otro. Así el partido, en cada set, se fue al tiebreak, la definición por penales del tenis, y en dos de los tres el estadounidense fue un poquito más clínico.