Edgardo Di Mayo en su búnker del Complejo Celeste

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Las mejores anécdotas de las utilerías

Las tarantulas de Julio Ribas, Cavani de chofer de la utilería, el whisky del Rifle Pandiani y el día que Cedrés le quería pegar a Streccia
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15 de enero de 2018 a las 05:00

El recinto sagrado de las utilerías de los clubes guarda las mejores historias del fútbol uruguayo; durante 2017, quienes realizan la tarea en todos los clubes de Primera (excepto Nacional y Peñarol, que descartaron la invitación), de Segunda División y de la selección uruguaya –en el COmplejo de la AUF–, contaron sus historias, anécdotas y momentos que se resumen en esta entrega como homenaje a los que día a día trabajan en silencio.

Peñarol

Los Delgado

Jorge "Bola" Delgado con Obdulio Trasante
Jorge
Jorge "Bola" Delgado con Obdulio Trasante
La utilería de Peñarol tiene la particularidad que fue un legado: los Delgado.

El primero fue Juan, luego vino su hijo Jorge y hasta hace unos años estaba su nieto Jorge, más conocido por el Bola Delgado. De él contó Nelson Olveira: "Te marcaba la cancha. A su recinto no entraba nadie. Entraban solo aquellos que ya habían alcanzado un nivel de aplomo". Cierta vez, por aquellos años del Quinquenio, llegó el Canario Nelson Olveira. "El Bola repartió los canastos y me entregó la ropa en la mano. Al otro día voy y me da la ropa en la mano. Entonces lo miro y le digo: '¡Epa, Bolita! Usted disculpe pero a mí me tiene que dar la ropa en el canasto también'. Y me dice: '¿Cómo?'. Que me tenés que dar la ropa en un canasto. Y el Bola me miró y me respondió: 'Recién venís y me metés la pesada'. 'No, vos me tenés que dar la ropa como todos', le dije y al otro día me dio un canasto".


Liverpool

Las locuras de Julio Ribas

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El Topo Álvaro Pérez lleva 20 años en Liverpool
El Topo Álvaro Pérez lleva 20 años en Liverpool

Álvaro Pérez lleva 20 años en la utilería de Liverpool, el club del que es hincha, por el cual lloró y del que tiene miles de cuentos. Pero si usted pregunta por Pérez no lo conoce nadie, allá, en Lomas de Zamora, el utilero negriazul es conocido por el Topo. "Con Julio Ribas tengo mil... Un día de verano volvíamos de Melilla, luego de entrenar, y veníamos por Redención. De repente pasan por la calle tres tarántulas del tamaño de mi mano. Y Julio me dice: '¡Mirá Topo, para el que se porte mal!'. En Lomas (lugar de entrenamiento) tenemos un sótano. Y Julio me dice: 'vamos a llevarlas y las dejamos en el sótano. El que se porte mal lo encerramos en el sótano con las tarántulas'. ¡Y paró el ómnibus! Le dijo al chofer que parara. Y me dice: 'Dale Topo, andá a agarrarlas'. Yo quedé helado: 'Pará Julio, no seas malo, yo hago cualquier cosa, pero no me voy a bajar para agarrar las tarántulas esas'. Se dio vuelta y le gritó al Bomba Cáceres, que era su ayudante. Se bajó, agarró una botella de plástico, la rompió, y las metió adentro. Y allá nos fuimos para Lomas con las tarántulas. Yo no lo podía creer. Después las tiró. Pero siempre andaba diciendo que iba a mandar a los jugadores al sótano".

"El primer día que vino Ribas me hizo poner un cartel que decía: '¡Bienvenidos Gladiadores!' Lo mandamos a hacer y lo pusimos en la entrada a la concentración", recuerda el Topo. Y pasa de una historia a la otra sin pausa. "Tenía un perro que se llamaba Garfio y cuando venían los de la prensa Julio le decía: '¡Ataque Garfio!' Era enorme el perro, pero era un nabo (risas). Se quedaba quietito y pedía permiso para ladrar y Julio quería asustar a los periodistas con el perro".

"Tenía locuras que eran increíbles. En Belvedere, entrábamos con siete u ocho pelotas a la cancha pero pobre de mí si metías un gol y había más de una pelota. Se armaba un lío. Me puteaba todo. Me las hacía esconder atrás de los carteles. El loco se había mandado construir unos carteles de madera para que, cuando hacíamos un gol, yo entrara a esconder las pelotas atrás de los carteles".

Cerro

El Toto con el Paco

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Héctor Antonio Pereira. Toto, para el mundo del fútbol, lleva 20 años en la utilería de Cerro pero llegó al club cuando en el Tróccoli había un campo. El Toto no quería saber de nada con los celulares hasta que Joaquín Boghossian le regaló el suyo. A los pocos días le suena el teléfono. Del otro lado de la línea lo saludan: "¡Hola Boghossian! ¿Cómo andás?".Toto puso cara de asombro y respondió de inmediato. "No. ¡Qué Boghossian! Ahora lo tengo yo el celular". El hombre que llamaba insistía en hablar con el delantero, que por aquel entonces jugaba y deslumbraba con goles en Cerro. Pero el Toto no entendía el motivo de la insistencia y respondió a su estilo: "Escuchame, este número me lo regaló Boghossian". El tipo del otro lado de la línea le dijo: "Necesito hablar urgente con él porque es por un pase". "¡Qué la inocencia te valga el 28 de diciembre! Jajajaja", disparó Toto. "Claro, era la primera vez que tenía celular y dije este es uno que me está jodiendo", dijo a Referí. Y continuó con la narración: "Le paso el celular al intendente del Tróccoli y le digo: 'Tomá, hablá con este cristiano porque no sé quién se cree que es'. ¡Era el Paco Casal! ¡Llamaba para el pase de Boghossian a Newell's!".


Wanderers

El ejemplo del Vasco

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Cani el utilero bohemio junto a Adrián Colombino
Cani el utilero bohemio junto a Adrián Colombino

La de Wanderers es otra utilería de legado. Cani Gallardo es hijo de Ivonne y nieto de Doña Gloria. Una vida en el Viera. Contó que el jugador que lo marcó fue Santiago Ostolaza. Luego de un amistoso un jugador tiró la camiseta al suelo y arrancó para la ducha. En el preciso momento en que Cani se agachó para levantarla y depositarla en el canasto correspondiente a la ropa para lavar, fue sorprendido. El Vasco Ostolaza lo tomó del brazo y le dijo: "No, no, pará". Cani lo miró asombrado. El Vasco llamó al jugador y le dijo: "La camiseta se saca, se dobla, y se le da en la mano porque es la que te da de comer". Cani no lo olvida. Fue una enseñanza que marcó a fuego el vestuario de Wanderers. Tirar la camiseta al piso es motivo de multa. "Nunca vi a un jugador hacer lo que hacía este tipo. El Vasco se sacaba la camiseta, la doblaba, le daba un beso y te la daba. Un señor".


Miramar Misiones

El whisky del Rifle

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El mural de Carlos De Castro, una muerte que Pedetti sintió
El mural de Carlos De Castro, una muerte que Pedetti sintió

El Viejo Pedetti como lo conocen, lleva 15 años en la utilería de Miramar. Y contó: "¿El Rifle Pandiani? Un fenómeno. Dos por tres nos mandamos mensajes. Acá no lo dejaban andar en el camión (risas). El Rifle me mató una vuelta que me trajo una camiseta de regalo que me la firmó con dedicatoria para que lo recuerde siempre. Me quedó eso. Dos por tres en su casa se armaba el asado". Pedetti reveló un gesto de Pandiani con un chico de juveniles. "Fuimos una vez a jugar al Tróccoli, había preliminar, y un pibe salía de la tribuna para venir al vestuario y aparecieron dos locos que lo atropellaron y le robaron los zapatos de fútbol. A los dos días el Rifle le trajo un par de zapatos nuevos, Adidas, me acuerdo. Un gesto. El gurí no sabía qué hacer. Y después lo hizo con otro pibe más que no tenía zapatos". Y concluyó: "El Rifle dos por tres me traía una botellita de whisky. El Negro Tais también traía algo".


Selección

La casa propia

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Minguta reconoce que gracias a los jugadores se compró su casita en La Teja
Minguta reconoce que gracias a los jugadores se compró su casita en La Teja

El plantel sabía que Minguta, el equipier de la selección uruguaya desde 1994, no tenía su casa propia. Un buen día, en plena preparación para el Mundial de Sudáfrica 2010, Diego Forlán pasó a su lado, y le disparó: "Gordo, este año vas a comprar tu casa". En pleno Mundial, Edgardo Di Mayo (Minguta para los jugadores) y el fisioterapeuta Walter Ferreira fueron llamados por los referentes del plantel. Allá fueron. De pronto, se encontraron en una habitación cara a cara con los pesos pesados del grupo. "¿Qué habrá pasado?", pensaron. El capitán Diego Lugano tomó la palabra: "Miren, ustedes van a agarrar un premio, nosotros ya hablamos por ustedes". Minguta, emocionado, respondió: "Bueno, la verdad te agradezco". Uruguay terminó cuarto en el Mundial. La gente salió a la calle. Locura generalizada. Pero el grupo no se olvidó de la promesa. "Hablaron con Bauzá, que era presidente de la AUF, y le dijeron: 'Ni bien entre la plata del Mundial a los dos que les pagás es a Minguta y a Walter'. Y ni bien cobré me puse averiguar por una casita en La Teja, di con el precio y la compré. Soy agradecido".


River Plate

Lío con Cedrés

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Carlos Streccia llegó a River de la mano de su tío Osvaldo Streccia
Carlos Streccia llegó a River de la mano de su tío Osvaldo Streccia

Carlos Streccia lleva 13 años en la utilería de River Plate. La anécdota más memorable de aquellos tiempos la vivió con Gabriel Cedrés. "Pablo (Bengoechea) me pedía que hiciera de juez en las prácticas de fútbol. Un día en el Saroldi le cobro un foul a Cedrés y se calentó. ¡Me agarró del cogote! Me miró feo y me dijo: 'Dedicate a la ropa'. Agarré el pito y le dije a Pablo: 'Sírvase, yo no hago más de juez'. Luego el Gaby vino a la utilería y me pidió disculpas", rememoró el utilero del club del Prado, entre risas.


Plaza Colonia

Una historia de vida

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Perdomo con su hijo, al que dice que crió con la ayuda de los jugadores
Perdomo con su hijo, al que dice que crió con la ayuda de los jugadores

La vida lo golpeó a Perdomo. Su señora enfermó de cáncer. La acompañó hasta que la perdió. Se le vino el mundo abajo. Se fue del club. "Estaba mal. No me dediqué al alcohol ni a la droga, pero tenía mucho drama". Corría el año 2010 cuando lo invitaron a volver. Acondicionó una pequeña pieza en el Prandi, lugar de entrenamiento de Plaza, donde vivió años. La humedad lo invadía. No había baño ni cocina. Y la vida empezó a rodar nuevamente para Washington Perdomo el utilero de Plaza. "El club estaba mal. No había plata ni para comer. Hubo noches, sin mentirte, que teníamos que esperar hasta las 11 para ir a buscar un bizcocho. Se compraba yerba suelta. Y lo más triste para mí era ver a los jugadores", comenzó diciendo Perdomo a Referí. La primera torta de cumpleaños a mi hijo se la compró Viana, un arquero que había acá. Kevin Dawson un día vino a hablar conmigo. No se animaba, hasta que me preguntó: '¿Tu hijo anda mal con el tema ropa?' Sí, le dije yo, andamos malísimo. Sabiendo que no había plata y que yo no le podía comprar. Y me dijo: 'Tengo una sobrinita a la que le sobra ropa y si no te lo tomás a mal te la traigo'. Mi hijo se puso eso. Se vistió así. Y casi siempre le traían ropa, comida, leche, pañales".


Rentistas

El incidente con el narco Upegui

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Cascarudo arreglando el regador de la canchita donde tiene la escuelita de fútbol
Cascarudo arreglando el regador de la canchita donde tiene la escuelita de fútbol

"¿Historia de vida? La mía...", dispara Cascarudo, metiendo una pausa y mirando al periodista. El utilero de Rentistas, Juan José Díaz, reveló una historia desgarradora. "Mi mamá me iba a dar... Vaya a saber dónde estaría yo ahora... Mis tíos habían perdido dos hijos de 13 años ahogados y se les vino el mundo encima se transformaron en mis padres". Cascarudo contó que jugó en Colombia donde vivió historias increíbles en el mundo narco. Es que fue a jugar a Envigado, club donde mandaba Gustavo Upegui, uno de los herederos del legado de Pablo Escobar Gaviria. "Me prestaron a Unión Magdalena y cuando jugamos contra Envigado un 5 reconocido me tiró un caño. Yo era de pocas pulgas, le metí un dedo en la garganta, se armó quilombo. Lo fui a buscar al vestuario y me paró mi amigo Fabián Morais que jugaba en Envigado. "A los pocos minutos patean la puerta del vestuario y cae el hombre (Upegui) con 10 pesados. Un silencio. Estaba con los pelados (jóvenes) con unas metralletas tremendas. Se arrimó y le dijo a Fabián: 'Digale a Díaz que acá lo respetamos mucho pero que disfrute los últimos 10 días que le quedan en Colombia'. Era boleta. Imaginen, el tipo daba vuelta una ciudad. Fabián me avisó: 'Juanjo, llámalo porque sos boleta'. Yo no le tengo miedo a nada pero estuve tres días llamando y cagado. No salía del apartamento. Hasta que lo encontré y le pedí disculpas en todos los idiomas".


Danubio

Con Cavani de chofer

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Los Rodríguez, Mario padre e hijo, se encargan de la utilería de Danubio
Los Rodríguez, Mario padre e hijo, se encargan de la utilería de Danubio

Mario Rodríguez lleva 30 años en Danubio; vivió en el vestuario de Jardines, compartió horas con Cavani, Recoba, Zalayeta, el Pompa; tiene tatuado el escudo. Mario cebaba mate y Edinson Cavani manejaba. "El Edi me pedía para manejar la camioneta". No olvida cuando bajaba a la cancha con su señora para alcanzarle la pelota al Chino Recoba que se quedaba hasta la noche pateando al arco. Arregló las chancletas de Zalayeta. Juntó monedas para comer fideos de día y de noche con el Canario Nelson Cabrera. Durmió en el caño –una casa en la que vivían los jugadores– y plantó la palmera. Sus seis hijos nacieron en Jardines. Mario es Danubio. Y su último deseo es que sus cenizas sean esparcidas en la cancha.


Racing

Los chorizos del Pato

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El Peludo en su lugar de trabajo
El Peludo en su lugar de trabajo

Cada utilería tiene su historia. La de Racing está pegada al vestuario. Y en el medio del camarín hay una estufa a leña. Allí el Pato Sosa daba la orden de que, cuando terminara el entrenamiento, estuvieran los chorizos arriba de la parrilla. Y el equipier Ruben Sosa organizaba comidas descomunales con la orden de que "si pasa uno por Millán, y tiene hambre, le dan de comer". No hay dudas, el recinto sagrado de la escuelita de Sayago es distinto al resto. Hay una estufa que divide en dos el vestuario. A eso se suman las vírgenes y santos que hablan a las claras de un plantel plagado de creyentes. El Peludo Aguilera pasó de ir a la barra de Racing a la utilería.


Defensor Sporting

La broma de Fleurquin

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Nicolás Fajardo heredero del legado de Marcos Jerez
Nicolás Fajardo heredero del legado de Marcos Jerez

Primer viaje de Nico Fajardo con el plantel violeta. Quedaba de utilero en lugar de Marcos Jerez. "Guacho, vení!", lo llamó Fleurquin que le entregó sus taloneras. "Cuidalas. No me las vayas a perder", le dijo. "¿Qué fue lo primero que hice? Perdí las taloneras... ¡Me quería morir! Volvemos a Montevideo, me llama Fleurquin y me dice: 'Bo, ¿encontraste las taloneras?'. Y le respondí: 'La verdad Andy, no tengo idea donde las dejé'. Me miró serio y me dijo: 'Búscalas en tu casa'. ¡Pah...! Cuando me dijo eso no sabía dónde meterme. ¿Estará pensando que me las robé?". Días después Fleurquin le dijo que era una broma.

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