La campaña que Uruguay necesita es una campaña aburrida. Discursos cautos, palabras medidas. Promesas contadas con los dedos de una mano –o dos a reventar–. Números bien masticados, a prueba de expertos. Todo bien documentado: qué, para qué y a cuánto. Sin gritarle a la tribuna ni berrinches dogmáticos.
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