José Fernando Larrosa, con una mezcla de bronca y amargura, tras hablar media hora por teléfono desde el campo donde trabaja con El Observador se despidió con una reflexión: “Soy un pequeño productor ganadero que ha ido resistiendo a todo, que le ganó a todo en su vida, porque con orgullo digo que le gané a los temporales, a las sequías, a los problemas de los precios y hasta le gané al tema Aratirí cuando pasó todo aquello acá en la zona, pero siento que con los perros perdí”.
José acumula varios daños por ataques de perros a sus ovinos, también a alguna vaquillona, en distintos campos durante los últimos años. Es algo que definió como “una tragedia impresionante que solo la puede entender quien pasó por esto, y lamentablemente somos muchos los productores que sufrimos por los ataques de los perros y estamos cansados de que nadie nos entienda y ayude de verdad, no de la boca para afuera”.
Una vez, en un establecimiento entre Valentines y Cerro Chato en el que tenía un acuerdo con la dueña por el cuál él cuidaba el campo y podía usar un par de potreros, un grupo de perros, de un día para el otro los perros le mataron un carnero Merilín con alta carga genética, 36 madres y 40 corderos. Se salvaron apenas ocho a 10 animales.
Le pasó también que una vaquillona mansa, que la estaba enseñando a comer ración, disparó por los perros, se enredó en el alambrado y también la atacaron.
Más acá en el tiempo, hace 15 días, le volvió a pasar en lo que él sentía era un bastión porque nunca tuvo antes ahí un ataque de perros, en su pequeño campo en Valentines, en Treinta Tres. Allí trabaja con vacunos y ovinos y fue encontrando un par de corderos muertos, al otro día dos más, después otros y llegó a contar 16 corderos muertos y además hay ocho o 10 aún heridos.
Lo que le quedó, unas 50 ovejas, asustado se las llevó a otro campo más resguardado y trabajará hasta cuando pueda con eso, pero convencido de que no aumentará la carga, porque no vale la pena el esfuerzo para que los perros lo estropeen.
Un foco en el que se generan estos perros salvajes es un basurero que está a la altura del km 242 de la ruta 7: “Todos los días paso por ahí con la moto y te salen cuatro o cinco perros, cada vez hay más perros sueltos”, contó.
La castración y el chipeado para controlar la superpoblación canina “no sirve, no solucionan el problema que tenemos ya mismo, acá hay una falta de respuesta de las autoridades, se habla de tenencia responsable y eso no existe, la gente tira las perras preñadas en el basurero”.
José se informa en medios agropecuarios y escucha hablar a gente que propone grande soluciones “y lo que veo es en realidad mucha ineficiencia, y que no se ofendan, es la verdad, esa gente habla como si estuvieramos en Disneylandia”.
Estas cosas, definió, “te dan mucha impotencia, te destroza el ánimo, nos sentimos solos, muchos se jactan diciendo que somos el país más agropecuario del mundo y capaz que sí, pero también somos el que tiene menos conciencia agropecuaria del mundo”.
Dice que le da risa cuando oye que se discute entre si llamar perrera o albergue transitorio al lugar al que debería llevar a los perros sueltos que se capturen. “Acá hay que agarrar a los perros y llevarlos a algún lugar donde no ataquen a los animales del productor, que merece que sus animales sean respetados, que se cuide y respete su trabajo, porque primero la gente, primero la producción; con la gente que tira perros al basurero o los deja sueltos que la Justicia se ocupe”.
José, como muchos productores, tenía en la producción de corderos para la zafra de fin de año una suerte de aguinaldo, como se dice en muchas empresas familiares del campo, pero prefiere ya no buscar ese auxilio para evitarse “sufrimiento, desconsuelo y amargura”.
“Ya está, me ganaron los perros por la inoperancia de las autoridades, pero al menos tengo como consuelo que lo que pierdo de ganar en dinero con las ovejas, que no es mucho por cierto como todos saben, ahora lo gano en salud, porque no tengo fuerzas ya para seguir pasando por eso tan horrible que es levantarse a recorrer el campo con la incertidumbre de si tus animales están muertos o heridos y sufriendo por los perros”, concluyó.
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