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Lo quisieron enterrar, pero la semilla es porfiada

Martínez era un estorbo para la mayoría del FA pero emerge al ruedo electoral otra vez como víctima de una jugada para correrlo del escenario partidario
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18 de enero de 2020 a las 05:02

De los seis intendentes del Frente Amplio, sólo uno era el que no iba a la reelección: Daniel Martínez. Justo es el más popular de todos y con alta aprobación de gestión. Sólo Tabaré Vázquez y José Mujica, los dos frenteamplistas que han sido presidentes de la República, superan al “Pelado” en simpatía popular.

Martínez tiene mejor popularidad que Danilo Astori, el otro líder de esa tríada potente que ha liderado la izquiera en los últimos años, y supera de lejos a Carolina Cosse, Oscar Andrade y Mario Bergara, todos con alto nivel de antipatía (última encuesta en poder del FA).

Empero, eso no define la elección de mayo, aunque sí muestra lo paradójico que resultaba que fuera el único de los seis intendentes frenteamplistas que salía de la troya. No solo no se iba a postular a la reelección, sino que quedaba fuera de todo.

A los casi 63 años, joven para la política uruguaya, tenía una hoja de ruta envidiable para líder partidario: militancia sindical desde la época de la dictadura, participación en el PS y en el FA desde los años setenta, profesional universitario, experiencia en el sector privado, exsenador, exministro, expresidente de empresa pública, demostración de atracción de votos en dura batalla contra Topolansky-Mujica, jefe de Gobierno de Montevideo y candidato presidencial que perdió el balotaje por 30 mil y pico de votos.

¿Por qué irse para la casa?

Lógicamente la derrota electoral pegaba duro en el ánimo del ingeniero socialista y tras el esfuerzo de larga campaña, combinada con la doble tarea de gobernar la capital del país, lo obligó a un descanso, y a dar señales ambiguas sobre su futuro político.

Más que decir que no, no lo buscaron. No lo buscaron en serio. 

Los sectores grandes del FA lo prefirieron lejos, lo asumieron como del pasado. Solo un puñado de políticos de su entorno lo animaba a buscar otra oportunidad.

¿Por qué no lo querían?

La respuesta no está del lado afectivo, sino del político. Había una combinación de motivos para preferirlo fuera de la mesa de decisión.

Por un lado, lo culpaban (lo culpan) del fracaso electoral de octubre por entender que hizo mala campaña, que tuvo mal discurso, que no entusiasmó en actos y giras, que falló en entrevistas de prensa, y que sobre todo, fue personalista en la conducción del plan electoral, rodeado de un círculo propio y sin escuchar fuera de ese entorno.

Argumentan que desde la elección de la vice hasta el tramo final de campaña, Martínez no fue “hombre de partido” sino que libró una batalla personal.

Por otro lado, Martínez sumó disgustos de diverso tipo, según el sector que fuera. Repasamos las cuatro grandes líneas político-ideológicas del FA: socialistas, comunistas, tupamaros y socialdemócratas.

(i) Mujica tiene una cosa de piel con el PS, y más con el “Pelado”. Le cae empalagoso, no lo traga, no le gusta; y además, si siguiera en el ruedo, Martínez podría ser un obstáculo para que en 2024 haya una figura del MPP con la bandera hacia Torre Ejecutiva. Cero afinidad política con Martínez, y cuanto más lejos, mejor. En el MPP, en este tema, coinciden con “Pepe”.

(ii) Los comunistas tienen un proyecto propio, y el “Boca” Andrade tiene además el suyo, complementario del PCU, no divergente, pero sí de caudillo más allá de la liturgia bolche. El Partido hizo mala valoración del “Pelado” en la campaña, no les gustaba antes de la interna y menos después. Tampoco lo veían en un nuevo esquema de liderazgo compartido: “No es el mejor socio para esa mesa chica”. Prefieren a otros socialistas, como Civila, Olesker, Chiazzaro.

(iii) El PS apoyó a Daniel en 2019 con disciplina, pero sintiendo la toma de distancia que el propio Martínez puso al partido que lo acoge pero no lo quiere.

El giro que el Partido Socialista tuvo en febrero de 2019 fue para reivindicar la bandera del socialismo puro y duro, y Martínez quiso mantener equidistancia entre las dos corrientes internas (“ortodoxos” y “renovadores”) pero no se podía ocultar que todo su entorno socialista era de la línea perdedora.

El PS, dirigido por los ortodoxos, no tiene algo personal con Martínez, sino algo ideológico: su plan es de caminar a una meta socialista y para eso sus compañeros de rutas están en el PCU, Casa Grande, otros grupos de esa naturaleza, y también el MPP (aunque Mujica cada tanto se encargue de echarles “Flit”).

(iv) El “ala” socialdemócrata-socialcristiana”, representada hasta el año pasado por el Frente Líber Seregni (FLS) quedó expuesta al desafío de liderazgo futuro entre dos o tres corrientes; la original pero achicada en estructura y deteriorada en votos, de Danilo Astori, la emergente que impulsó Mario Bergara con excomunistas (Pintado, Lev, Kechichian, De los Santos, Graciela Villar entre otros que dejaron el partido a inicios de los ‘90), y grupos de ex PS, ex 711 y la Vertiente Artiguista, que confluyeron en Progresistas.

El grupo de Astori había quedado disgustado con Martínez, a quien apoyó desde el inicio, por su acercamiento a Bergara y la designación como posible ministro de Economía. Vieron deslealtad en eso, dada la puja entre astorismo y sus escindidos por liderazgo de este espacio.

Michelini y otros del FLS sufrieron el veto de Bergara por la asociación con Darío Pérez.

De todo ese espacio, sólo había afecto al “Pelado” en el grupo “Plataforma” –que se fueron del PS por el giro ortodoxo–, conducidos por Álvaro García.

Hacia 2024, el MPP impulsa a Yamandú Orsi, el PCU camina de la mano de Andrade y la “izquierda moderada” asoma con Bergara. Nadie quiere un intruso; ya son muchos para el mismo trompo. Todos ellos prefieren que a la IMM vaya alguien sin ambición presidencial de corto plazo, que no estorbe, que se comprometa con la gestión de Montevideo y punto.

Para mayo, el MPP aceptó el candidato de Bergara y Pintado (Álvaro Villar), mientras el PCU y el PS coincidieron en Carolina Cosse.

Ahí están los grupos que tienen músculo militante y capacidad de gestionar recursos y bancar campaña.

Afuera quedaban los otros. Los hasta ahora socios de Bergara quedaron prisioneros del caso; si aceptaban a Villar (acordado por Mario con Pepe sin consultarles), asumían ser liderados por el ex BCU y le daban la propiedad de “Progresistas”.

Y sin candidato muy popular, arriesgaban quedar en tercer lugar.

Su carta fue Martínez.

A los “progresistas” no “bergaristas” (Vertiente Artiguista, Baluarte, PAR, Plataforma), les devuelve la vida y la chance de ganar la interna de mayo. Y sorprenden a MPP, PCU y PS; ponen nerviosos a los otros dos postulantes que tienen que enfrentar al que dijeron que había sido excelente, maravilloso, como intendente.

Al “Pelado”, le devuelve la vida política: retorna como víctima (lo quisieron enterrar de nuevo), con el empuje de la popularidad de 2019, y con la chance intacta.

Como el epitafio escrito por el nicaragüense Cardenal, “creyeron que te enterraban, y lo que hacían era enterrar una semilla”.

Y mientras en el Frente se pelean por ser candidatos, en la coalición multicolor no aparece nadie con ganas.

Así, el atractivo del 10M para Montevideo, está en la interna de la izquierda.

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