Producción ganadera en campos de Uruguay.

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Los de afuera son de palo

Pablo Carrasco: "La ganadería es un negocio como cualquier otro, en el que se necesita talento en el negocio y no en lo ganadero"
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21 de mayo de 2021 a las 22:01

Mi actividad empresarial consiste en introducir a la ganadería a personas de la ciudad que fungen de “socios” de los productores ganaderos en una relación empresarial del tipo ganar-ganar. No ha sido una tarea fácil, en la medida que se trata de convencer a un citadino a asociarse con un sector que toda la vida ha hablado mal de su propio negocio.

La primera entrevista con el interesado en el proceso de concreción de la inversión tiene como prólogo obligatorio la advertencia sobre su desconocimiento absoluto del negocio. Mi reflexión contumaz consiste en cuestionarme sobre la razón para tal advertencia, cuando en otras alternativas de inversión no sería esperable que el inversor adujera  su lejanía con la tecnología del emprendimiento ofrecido.

¿Alguien imagina que para invertir en un parque eólico los candidatos tuvieran como impedimento su ignorancia en dinámica de los fluidos?

Después de mucho tiempo, he llegado a la conclusión de que la ganadería en particular padece históricamente de un aislamiento cultural y por lo tanto empresarial y tecnológico que la ha hundido en el estancamiento crónico y centenario que conocemos. A diferencia del resto de las actividades agropecuarias –como la forestación, la lechería o la agricultura –, que superan año a año su producción, nuestra actividad ganadera se encuentra atornillada a un 65% de destete y a los 100 kg de carne por hectárea.

El aislamiento es una buena explicación para el curioso hecho de que todas aquellas leyes que rigen la actividad empresarial en general no se apliquen al caso agropecuario. Es tal vez la razón de que no veamos en la ganadería tradicional la especialización y la división del trabajo. Que sea el único sector que sería capaz de crecer sin uso del crédito, es más, con aversión al crédito. Que existan tantos paquetes tecnológicos en uso como productores ganaderos hay, en una suerte de adolescencia tecnológica que no se ve en casi ningún país ganadero.

Si los de afuera no tienen nada que aportar por que no “entienden” el negocio, porque “lo que pasa es que usted no sabe nada de campo”, entonces no los dejaremos entrar. Sólo serán de recibo los aportes que provengan de nuestros pares y en tal sentido seguirán proliferando los grupos de productores, las jornadas de productor a productor, la grieta entre gente de campo y gente con campo, y tantos otros deslindes camperos que aumentan más y más nuestro aislamiento.

Si saber para qué lado se abre la portera de cimbra o la luna en la que se castran los potrillos cuenta para el éxito empresarial, seguiremos reclamando la permanencia de nuestros hijos en el campo en una suerte de dinastía campera excluyente para la gestión, con la consecuente condena de los descendientes a un futuro mediocre innecesario.

Frente a esta realidad, nos encontramos con la paradoja de que la tecnología está disponible en los centros de investigación y tal situación plantea una interpretación de dos únicas versiones. Los productores no saben lo que les conviene y deberán ser “instruidos” sobre ello o los productores no demandan el paquete tecnológico ofrecido por alguna razón, en cuyo caso habrá que cambiar la oferta.

Todo este escenario en mi modesta opinión no solo nos estanca, sino que nos anestesia en el diagnóstico autocomplaciente de tener un negocio al aire libre y la convicción de que “es lo que hay, valor”, y deja el éxito de nuestro sector en manos de los precios que quieran pagarnos. Es decir, en lo único que no controlamos.

La ganadería es un negocio como cualquier otro, en el que se necesita talento en el negocio y no en lo ganadero. Lo podrá conducir hacia el éxito un productor sin preparación académica, un ingeniero naval, un matemático o un diseñador industrial. Si queremos sacudirnos la catalepsia que nos aqueja, deberíamos repetirnos cada mañana que tenemos la suerte de estar en uno de los negocios más rentables del Uruguay, nunca más “Rentabilidad o Muerte”.

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