Vino lágrima
Martín Viggiano

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Los dulces también son vinos

Cuando uno logra apartar los prejuicios, es bueno, de vez en cuando, probar algún vino dulce
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20 de noviembre de 2012 a las 00:00

Aburre escuchar una y otra vez las críticas a todos los vinos que no sean tintos. Que los blancos son de mujeres y que los rosados no son vinos. A ello, además, se suma una percepción sobre que los espumantes no pertenecen a la familia del vino y, lo peor de todo, se excluye con igual o peor maldad a los vinos dulces.

Suelen asociarse los vinos dulces a la mala calidad o determinado público (señoras mayores en la merienda, por ejemplo). También se lo incluye en la oferta berreta de algunos vinos que se despachan a granel y que pequeños comerciantes de barrio venden a partir de damajuanas de 10 litros a precios irrisorios. En fin, al vino dulce se lo destrata.

Pero como ocurre con los rosados y blancos, los dulces esconden tanto o más cualidades para descubrir que los tintos. Se trata de encontrar la forma, el momento y la compañía para apreciarlos. También se debe diferenciar el producto de acuerdo a su elaboración, y tener claro una determinada forma de degustarlos.

En el mundo se elaboran vinos dulces de excelente calidad, desde Oporto a Sauternes, de California a Hungría, y de Alsacia a Australia, pasando por Málaga, Sicilia o Alicante. Más cerca, en Chile, Argentina y Uruguay, también se encuentran muy buenas opciones.

A menudo se los denomina “generosos” o “licorosos”. Los vinos dulces se fortifican durante la fermentación, de modo que la subida del grado alcohólico hace que las levaduras mueran y una parte de los azúcares naturales del mosto queden sin fermentar y le den su característica de nota dulce.

Para elaborar los vinos dulces se dejan madurar al extremo las uvas en la planta, al punto que a veces llegan a un grado de descomposición, aunque ello se monitorea con elementos técnicos que permiten determinar si el producto, a pesar de su estado, es apto para utilizar. Así, se logra una deshidratación de la fruta y una concentración del azúcar natural y, por lo tanto, se diluyen elementos que aportan acidez al vino. Es por ello que muchos vinos dulces se identifican como cosechas tardías. Los racimo destinados para este tipo de vinos en Uruguay, por ejemplo, pueden estar en la planta hasta afines de abril.

Los profesionales aconsejan degustar los dulces o cosechas tardías junto a los postres, como final de almuerzos o cenas. Su temperatura de servicio es baja, similar a la de blancos, y en las presentaciones de la región vienen en botellas de medio litro.

Cuando uno logra apartar los prejuicios y abrirse a todas las posibilidades que presenta el mundo del vino, es bueno, de vez en cuando, probar algún dulce. Aunque más no sea para ejercitar el paladar. Si se hace, no va a dejar de ser más o menos apasionado del vino.

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