Espectáculos y Cultura > 25 años no es nada

Los éxitos, los fracasos, los egos y las heridas de No Te Va Gustar expuestos en su libro

"Memorias del Olvido" repasa el camino recorrido por el grupo y deja frases memorables sobre sus distintos momentos
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15 de marzo de 2019 a las 05:04

No Te Va Gustar ha logrado objetivos que pocos artistas uruguayos han alcanzado. La banda se ha convertido en una de las más populares de la música uruguaya a lo largo de sus 25 años de existencia a través de una combinación de esfuerzo, la misión concreta de profesionalizarse tanto arriba como abajo del escenario desde un primer momento, y la conexión lograda por sus canciones con el público, primero de acá, y luego de afuera.

Pero atrás de eso hay un colectivo de personas que dedicaron más de la mitad de sus vidas al proyecto. Un grupo que cambió de integrantes, que llegó a experimentar las alegrías más grandes y los dolores más profundos, que la pasó mal, que se peleó y que se convirtió en una familia.

La mirada a todo eso que compone a No Te Va Gustar, es decir, las historias de sus miembros, el vínculo entre ellos, lo que pasó sobre los escenarios, en las rutas, en los estudios y en las salas de ensayo, las cifras, las grabaciones y los discos, está en el libro Memorias del olvido. La biografía oficial de la banda, escrita por el argentino Mateo Crespo, que se publicó en febrero, como parte del conjunto de lanzamientos celebratorios del cuarto de siglo de la banda, que seguirá con un audiovisual y un disco de versiones acústicas.

A lo largo del texto, las distintas voces de la banda y sus allegados dejan algunas frases que permiten comprender mejor la historia y el presente de NTVG, así como entender de manera global por qué hoy ocupa ese lugar tan único.  

No Te Va Gustar se formó en 1994 como un proyecto musical entre amigos del liceo. Emiliano Brancciari y Mateo Moreno estaban dentro de la primera formación de cuarteto, aunque el día de la primera presentación el baterista (según dice en el libro, a propósito) los abandonó y Pablo Abdala, amigo de Moreno y Brancciari, fue quien se sentó tras los tambores y los platos.

Brancciari lo recuerda así: “Es el día que a Maradona le da positivo el antidoping. Yo había llegado a Uruguay hacía relativamente poco y me importaba mucho lo que pasaba con la selección argentina. ¡Hacía frío, mucho frío! En ese momento tomábamos cantidades de vino cortado con gaseosa, en damajuanas o rellenado en los bares. Entre el frío y los nervios de la espera se tomó mucho vino desde temprano, por eso es que no me acuerdo mucho del show en particular. Lo que más recuerdo es ir por la calle besándome con dos pibas que eran primas. Una cosa rarísima, un episodio extraño, todo muy loco”.

Desde un primer momento la banda se planteó la necesidad de ser profesional y tener una actitud compartida sobre la dedicación y la importancia del proyecto. Así lo plantea Gonzalo Castex, percusionista de NTVG: “Siendo muy jóvenes tuvimos la suerte de encontrar ese punto en común y de llevarlo adelante lo antes posible. A lo largo de los años, eso nos permitió afrontar desafíos más difíciles. Fue determinante encararlo a esa edad y con esa seriedad. Fueron decisiones tomadas en el momento justo, como comprar el sistema de audio, tener una sala propia, un manager, una estructura, salir de gira. No teníamos un mango partido por la mitad y todo eso nos generaba gastos pero se entendió que había que ir para ese lado. Era embarcarse en una aventura sin tener miedo, y para eso es importante la edad. No teníamos nada que perder, no teníamos hijos, era el momento de comerse todos los choclos y hacer todas las cagadas”.

El primer gran show de la banda fue en la Sala Zitarrosa, cuando presentaron su disco debut, Solo de noche. Así lo recuerda Brancciari en el libro: “Tenía un cagazo bárbaro, ¡una timidez! Creo que fue nuestro concierto más importante hasta hoy. Hemos tocado miles de veces, de muchas maneras y para miles de personas, pero nunca volví a sentir esos nervios y tanta adrenalina, ni siquiera tocando para 70 mil personas”.

Casi de inmediato, la banda también apuntó a abrir un nicho de público en Buenos Aires. A su primer show en la capital argentina fueron 20 personas, pero siguieron insistiendo. Para financiarse tocaban, por ejemplo, en cumpleaños de 15, lo que les dejó una cuantas historias para contar, como esta rescatada por el vocalista y guitarrista: “El fan era el padre. La piba no quería saber nada, no le importaban ni la banda ni la fiesta. No la quería nadie; la mesa de los amigos era más chica que la de un bar en medio de un lugar gigante. Había que tocar igual y cuando llegó el momento del final la piba estaba besándose con el novio detrás del escenario. Siempre terminábamos con No era cierto, hacíamos subir a la del cumpleaños al escenario y yo le colgaba la guitarra. A esa altura siempre estábamos en pedo porque pedíamos whisky desde que llegábamos, así a la hora de tocar el trauma era menor. No contentos con que la piba estaba pasándola mal en su propio cumpleaños, que estaba transando con el novio y nosotros la interrumpimos, la hicimos subir al escenario. Cuando estaba por colgarle la guitarra se asustó, se corrió y le di un guitarrazo en la cabeza. Un momento horrible. Ese tipo de cosas hacíamos para poder viajar a Buenos Aires o al interior de Uruguay a costo cero para nosotros”.

En 2006 la banda tuvo un sacudón gigante, cuando –en simultáneo– Moreno como Abdala deciden renunciar. Moreno recordó las motivaciones de su salida: “El Chama (Abdala) estaba complejo, hasta el día de hoy no entiendo muy bien qué le pasó. Yo trabajaba muchísimo y también tenía mi recompensa. En la gira europea era bajista y sonidista al mismo tiempo. No hay nada más lindo que obtener logros con un grupo humano, ir para adelante y saber que cuanta más inercia agarrás, más lejos vas a ir. Es como una bola de nieve que retroalimenta, y así sucedió. Pero yo veía que había que ir para otro lado, sin tanta previsibilidad. Proponía algunos cambios de fondo que no eran los que la banda quería”.

Sobre ese mismo tema, el mánager de la banda, Nicolás Fervenza, dijo: “A Mateo no estaban rindiéndole ni el concepto grupal ni la manera de funcionamiento. Estaba en desacuerdo con la horizontalidad de la banda, quería armar la propuesta de una manera diferente pero nadie quiso sumarse”.

Fue así como ingresaron Diego Bartaburu en batería y Guzmán Silveira en bajo. Pero los nuevos no la tuvieron fácil, según recordó Brancciari: “Barta y Chule tuvieron que pagar un alto precio. En los primeros ensayos no podía ni mirarlos. Realmente no podía. Era como si me hubieran cambiado la familia. Pasé de tocar con mis mejores amigos a estar con dos completos extraños. Si lo tomás como un trabajo tradicional es algo normal. Esto es otra cosa. Una parte es trabajo y otra es química, fraternidad y un montón de cosas que se van generando. Podés tocar muy bien. Pero, ¿y si salimos de gira y sos un idiota? Lo humano siempre estuvo por arriba de lo musical y más allá de que también somos obsesivos con la música que hacemos, nunca un pifie va a dejarte mal parado. Errarle en otro sentido, si”.

En 2012 No Te Va gustar atravesó otra crisis interna, aún más grave que la anterior. Brancciari lo rememora de esta manera: “Ahí hubo un problema de egos. Al estar en el centro, adelante, yo estaba más acostumbrado a la exposición y el reconocimiento. De un tiempo a esa parte el grupo había crecido tanto que eso les llegó a todos. Tal vez les costó adaptarse a esa situación. Los confundió. Argentina es muy nociva en ese aspecto. Por cualquier cosa te arruinan o te dicen que sos un genio. No existe un punto intermedio. Nosotros tenemos la suerte de haber disfrutado de lo bueno de Argentina sin tener que vivir con eso en el día a día, porque es tan fuerte que puede confundirte. Cuando están todo el tiempo diciéndote ‘sos un genio, sos un genio, ¡sos un genio!’, a la larga pensás, ‘¿pero no seré un genio?’ Y no, no lo sos. Creo que a los músicos que no estaban tan acostumbrados a la exposición ese periodo los afectó un poco. Todos opinaban de todo, todos querían meter la cuchara en todo, incluso en las canciones que yo hacía; me decían cómo tenía que presentarlas, por ejemplo. Mientras los demás estaban de vacaciones yo me pasaba todo el verano componiendo y grabando en mi casa. Al parecer tenía que llevarlas de manera tal que los demás pudieran verter sus ideas en algo menos procesado. No hace falta explicar cómo me sentí…’Pará un poco, ¿estoy trabajando para todos y venís a cuestionarme que hago demasiado?’. Era ridículo. 

Y encima de todo eso, el grupo recibe el golpe más duro de su historia, con la muerte en un accidente de tránsito del tecladista Marcel Curuchet, durante una gira en Estados Unidos. El impacto de su fallecimiento, y su espíritu son evocados por el guitarrista Pablo Coniberti: “Perdimos a un amigo muy importante. Curucha está siempre presente. Está con nosotros cada vez que tocamos. Tenía una personalidad muy particular, era un personaje total. Entrañable. Le costaba adaptarse a la mecánica porque era muy bohemio. Lo que pasó me llevó a un replanteo de todo, sentí que me había perdido cosas por la velocidad a la que vivíamos. Había que vivir con más tranquilidad y valorar más a los amigos y compañeros. Nos abrió los ojos”.

Pero ¿cuál es el secreto del éxito de NTVG? Para Andrés Sanabria, director del sello discográfico Bizarro: “La mayoría de las canciones de No Te Va Gustar son tristes. Pero se produce esa cuestión de que en vivo son una explosión. Una fiesta. Capaz que la gente está haciendo su catarsis y dedicándole las canciones a alguien. No tengo idea. No hay recetas. Hablan de temas universales, suenan bien, tienen terribles canciones y además son buenas personas y muy laburantes”.

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