Los Rodríguez en familia

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Los Rodríguez con documentos

Estos Rodríguez no tocan ni fueron liderados por Andrés Calamaro; viven en La Unión y llevan el deporte en su ADN: Elio jugó siete años en Mandiyú de los uruguayos, Silvia fue atleta y Déborah es la mejor deportista nacional
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14 de agosto de 2011 a las 20:45

Es domingo al mediodía. El sol da de frente en la casa de los Rodríguez que está en obra, en la Unión. En la sala de paredes rosadas, un detector de metales estallaría por las montañas de medallas y trofeos. Déborah, la mejor atleta de Uruguay, es la coleccionista. Para ella el deporte es cuestión de familia. Para su familia verbo y predicado. Salud y, por encima de todo, valores.

Los Rodríguez son un clan deportivo. Elio fue jugador de fútbol que empezó en las inferiores de Peñarol en 1979.

Tapado por una constelación de estrellas –campeones de América y el mundo– pidió préstamo a Progreso en donde debutó en Primera de la mano de Hugo Arturaola.

Después pasó por Cerro, Huracán Buceo, Sud América y Liverpool antes de emigrar a Mandiyú de Corrientes en la temporada 1986-1987.

Ascendió con el equipo de los uruguayos (eran ocho) y se quedó en el club siete temporadas.

“Antes que se fuera nos casamos y nos fuimos juntos. Ahí dejé el atletismo”, contó a El Observador Silvia Güelmo.

Silvia es hija de Roney Güelmo, zaguero de Racing en su época dorada, la de 1960, y nieta de Maxfield Leaden, centrodelantero de Progreso.

“Estudiaba en el Miranda y en los interliceales competí en 400 llanos. Después me federé en Banco República y más tarde pasé a Stockolmo. Era el tiempo de Margarita Grun y Ricardo Vera, gente que llenaba la pista”, rememoró.

Después de Corrientes, el matrimonio pasó 1993 en Cobreloa para retornar a Montevideo: “Ahí jugué en Central Español, Sud América y Villa Española”.

Entonces Ángel, mellizo de Déborah, interviene: “Después el fútbol lo retiró”.

Ángel tiene 18 años y juega en la Tercera de Defensor Sporting como volante central. Fue parte del proceso de la selección sub 17 de 2009 y de la sub 20 de este año aunque no logró jugar los Sudamericanos: “Son cosas del fútbol dice; se sufre porque uno es deportista”, explicó. “Y si no sufrís no servís para esto”, complementó su hermana.

La motivación de Ángel es ahora pegar el salto a Primera. ¿Qué jugador le gusta en su puesto? “Ninguno, él tiene que ser el mismo y definir su propia identidad”, se apresura Déborah con la personalidad que la caracteriza, en las pistas y en la vida.

Ángel, al final, dice que le gusta el estilo de Diego Rodríguez, el Torito, titular en la viola.

En el medio se cuela Martín, el más grande (22 años). Empezó a los 13 con el básquetbol y a los 14 se entreveró con los grandes de Albatros.

“Lo vinieron a buscar de Cordón y después de Larrañaga pero no quiso ir”, contó el padre. Fue el que se tomó el deporte en estado light. Sin embargo, fue el primero en abandonar la nota: “Me voy a jugar al fúbol”, dijo, y se fue al trote.

“Además ahora tiene un hijo y tiene que dedicarle más horas al trabajo”, explicó Déborah que quiere que los genes del nuevo integrante de la familia lo empujen al atletismo.

“Ellos le compran pelotas pero yo me lo voy a llevar a la pista para hacerlo corredor”, agregó.

Con Martín alejado del deporte y Ángel en proceso de proyección, Déborah es la estrella de la casa. Y del deporte uruguayo.

“Empecé con el atletismo a los cuatro años y mientras, hice ballet, natación, judo, gimnasia artística y hándbol”, recordó la dueña del récord nacional absoluto de 400 vallas.

“Mis primeros entrenadores fueron Margarita Grun y Luis Sutura; después me federé en Empole y cuando volví del Mundial de menores de República Checa (2007) me fui para Campus de Maldonado”.

Andrés Barrios terminó de moldear ahí una máquina de ganar. “Con él mejoré mis marcas, en lo físico y en lo psicológico. Además tengo la suerte de entrenar junto a Andrés Silva que es un genio, una persona que me ayuda y me corrige día a día”, afirmó.

Déborah tiene un 2011 muy cargado: “A principios de año estuve dos meses en Cuba en una experiencia alucinante, estaba en un lugar paradisíaco conviviendo con excelentes atletas que ganan de US$ 8 a US$ 35 por mes. Después bajé el récord nacional de 400 vallas (58.63) con bronce en el Sudamericano de Buenos Aires y el bronce en el Panamericano juvenil”, contó.

Ahora le espera el Mundial de mayores (Daegu), el Sudamericano juvenil (Medellín) y los Juegos Panamericanos (Guadalajara).

“En Daegu espero hacer una buena serie, mejorar mi marca personal y hacer otra gran experiencia como la que hice hace dos años en Berlín”, dijo en alusión al Mundial en el que fijó el récord sudamericano sub 18 (59.21).

Del otro lado del mundo, como siempre, la estarán apoyando sus padres y sus hermanos. Y para ella eso ya vale una medalla.

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