Luciano Supervielle se presentará el 2 y 3 de junio en el Solís
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > BANDAS SONORAS

Luciano Supervielle: "No todo tiene que ser rupturista, está bueno a veces ir hacia un lugar esperado"

El músico presenta este 2 y 3 de junio en el Teatro Solís su disco Épisode, que recopila algunos de sus trabajos para bandas sonoras cinematográficas
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28 de mayo de 2022 a las 05:04

En una escena de la película Amadeus, el sufrido compositor italiano Antonio Salieri le presenta una de sus obras al emperador de Austria, bajo cuyo servicio se encuentra. Al monarca le gusta, e invita a Mozart a sumarse a la corte para interpretarla. Sin mirar la partitura, el joven genio –guiándose solo por la torpe versión ejecutada por el emperador mientras ingresaba a la sala de música del palacio– se pone a tocar la pieza de Salieri, y se anima a hacerle cambios que dejan alucinados a todos los presentes, y al italiano mascando rabia. Antes de hacerlos, se gira hacia su rival y le dice, refiriéndose a la composición: “¿no funciona del todo, no?”.

Para Luciano Supervielle, esa frase del Mozart de ficción resume el precepto principal que para él tiene que cumplir una buena banda sonora: tiene que ser funcional. Sea para una película, para una obra de teatro, para un ballet o para los videos del canal de YouTube Tiranos Temblad. O incluso para un disco propio. La música tiene que funcionar, adaptarse al escenario, al formato, a lo que le pide la historia que acompaña o que busca contar.

Para el músico y compositor de 45 años, es funcional la música que está componiendo para la obra Calderón x 3, de la Comedia Nacional. Es funcional la del próximo disco de Bajofondo. O el suyo propio, en el que también está trabajando. Y es funcional la música que integra su disco Épisode, que recopila algunas piezas que ha compuesto para distintos largometrajes y cortometrajes a lo largo de su carrera, y que presentará en vivo en dos conciertos únicos que tendrán lugar el 2 y 3 de junio, en el Teatro Solís.

“La música siempre es funcional a algo”, dice Supervielle, y la frase queda flotando entre la discusión de un boliche y un parroquiano de un clásico bar del Cordón montevideano, los compases de Eye of the tiger que salen por los parlantes, los ruidos de la calle y el leve rumor de una repetición de un Biguá-Trouville en la televisión.

“Cuando hice la música para la adaptación de La Tregua para el Ballet del Sodre era absolutamente funcional a la coreografía. Ahora que estoy trabajando para teatro también, y ni que hablar para el cine. Pero cuando hacés música para un disco también hay una función. No es que podés hacer cualquier cosa. Te generás un marco. Elegís el que quieras, y ahí está la libertad, pero una vez que lo elegiste, estás haciendo música con cierto tipo de limitaciones creativas, entonces todo termina siendo parte de un mismo lenguaje”, explica. “En cine funciona distinto y es importante elegir cuándo ser protagonista y cuándo no, cuándo la música tiene que estar y cuándo no. Son un montón de decisiones que trascienden lo estrictamente musical, que tiene que ver con los diálogos, con la imagen, con la secuencia, con la historia, que con lo que pasa antes, con lo que pasa después. Pero es música funcional”.

Y repite: "Siempre la música es funcional, sea para bailar, sea para escuchar. Siempre uno genera un marco”.

Épisode reúne algunas de las creaciones de Supervielle para distintas producciones cinematográficas uruguayas: documentales, ficciones y hasta un cortometraje hecho como un fashion film para una marca de ropa, pero está pensado también como una selección de piezas que funcionen por sí mismas. Que se pueden escuchar sin la necesidad de estar viendo la película. Eso implicó un leve trabajo de adaptación, para darles un formato más cercano al de una canción tradicional, ya que algunos de los temas tenían estructuras o duraciones asociadas a la secuencia de imágenes que en ese momento había en pantalla dentro del contexto para el que fueron creadas. Funcionales, pero para otro marco.

El álbum lleva ese nombre tanto como una referencia al mundo audiovisual, pero también al hecho de que cada uno de los proyectos que están representados en el disco se conectan con distintos episodios de la vida y la carrera musical de Supervielle. Reflejan su evolución como compositor y las diferentes búsquedas sónicas que atravesaba en cada uno de esos momentos, que plasmó en estas bandas sonoras pero también en los proyectos personales o grupales que desarrollaba en paralelo.

Con eso también se conecta la portada del álbum, en la que un Supervielle niño grita en dirección a la cámara, sentado en una hamaca y vistiendo una remera de la recordada versión animada japonesa de Heidi. La foto la tomó su madre, y en segundo plano están su hermana y su padre, abrazados. “Pensaba que era en Francia, pero después mi vieja me corrigió: es en México, cuando yo tenía unos 6 años. Es un momento de mi vida muy importante”.

Y el concepto de Épisode es también el de mostrar momentos importantes, mojones en la construcción de un estilo musical, pero que no es tan conocida como otras de sus obras.

“Se conoce más lo que he hecho en mis discos o trabajos con otros proyectos, pero este trabajo es paralelo a todo eso, y dentro de estas bandas sonoras hay experimentos que después llevé a mis discos, y viceversa. Hay un diálogo muy importante entre la música que más se conoce con esta que no solo prácticamente no se ha escuchado -salvo que hayas visto la película-, y que incluso viéndola muchas veces pasa desapercibida. Me parecía que estaba bueno mostrarla, hace tiempo lo tenía planeado, y a eso se suma que nunca hice una banda sonora que desde mi punto de vista ameritara editar como disco”, contó Supervielle. “Este disco juega un rol que para mí tiene importancia, que es mostrar una faceta más amplia de lo que han sido las fotos de mis etapas concretas. Son fotos, pero de otra secuencia”.

La selección de piezas para Épisode fue, según él, caprichosa, pero al mismo tiempo representativa de los últimos 15 años de su carrera, que en el disco están retratados de forma anacrónica: comienza por lo más reciente y oxímoron mediante, avanza hacia atrás, con algunos saltos y vaivenes en la cronología. Están los documentales Criollo (en el que el lenguaje es el más cercano al Supervielle actual, y en el que las guitarras grabadas por Luis Angelero tienen una presencia clave) y 12 horas, dos minutos, que reconoce como una banda sonora difícil de hacer, en la que la temática del filme se refleja en el uso de sonidos orgánicos como respiraciones humanas.

Están los largometrajes de ficción El baño del papa, cuya música hizo junto a Gabriel Casacuberta y Artigas: la redota. Mientras que en el primer caso la película ya estaba terminada e incluso cada escena tenía música de referencia de otras películas, en el caso de la segunda el artista empezó a componer con uno de los primeros borradores del guion del cineasta César Charlone.

El grupo lo completa Mér serene, una pieza musical atravesada por un poema de su tío bisabuelo, Jules Supervielle.

“Para mí este tipo de proyectos, como las películas, tienen algo de banco de experimento para ideas que después se ven también en mis discos”, señala, y plantea un ejemplo patente: hay un tema en el último disco de Bajofondo, Absente, que arranca con un teclado, cuyo germen viene de una de las piezas de la banda sonora de 12 horas, 2 minutos. La autorreferencia, asegura el músico, está presente en toda su obra.

Al momento de explicar cómo es hacer música para cine, lo primero que Supervielle destaca es la faceta colaborativa de esta actividad. Si bien reconoce que en un disco propio también se trabaja con otros, la decisión final en ese caso es suya; en la banda sonora, hay más tenedores en ese plato. “Creo que la clave está en entender la película, entender lo que se está diciendo, y en mi caso, tratar dentro de lo posible de evitar los lugares comunes. Es algo que trato de hacer siempre, incluso en mis discos, y cuando llego a los lugares comunes que sea a propósito. Porque no todo tiene que ser rupturista, no todo tiene que ser transgresor, está bueno a veces también ir hacia un lugar esperado, porque eso también te permite darle más fuerza a lo inesperado”.

Su proceso suele ser el siguiente: un primer acercamiento al guion, después conversar con el director y con las distintas áreas creativas de la producción, luego empezar a trabajar en la música, lo que genera conscientemente un exceso de información que va decantándose hasta llegar al equilibrio de lo que la historia, cada escena y cada momento necesitan. Se van subiendo peldaños creativos desde lo más intuitivo hasta lo más concreto, para encontrar las soluciones adecuadas para lo que pide la película. O sea, hasta que la música funcione.

Y lo que tiene que estar siempre es el interés personal. “Tuve muchos ofrecimientos de cosas que no me ha interesado hacer”, cuenta Supervielle. “Por lo general las cosas que acepto hacer tienen un grado de novedad para mí, implican aprender. Me pasa con el teatro ahora, es la primera vez que lo hago y sé que voy a aprender un montón. Y muchas veces es difícil, porque cuando te proponen un proyecto no existe ni en el papel, te tenés que hacer una idea de lo que te está contando una persona, hay algo intuitivo en eso también”.

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