Medicina es la carrera con mejor tránsito educativo.

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Se cae un mito: los estudiantes de Medicina terminan más rápido su carrera que los de Humanidades o Comunicación

La Universidad de la República mejora su eficacia de egreso, pero en Humanidades la mitad de los titulados demoró nueve años o más en acabar los cursos
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27 de octubre de 2022 a las 05:04

Cuando miran hacia atrás, tras la línea de llegada, la mitad de quienes se recibieron en Humanidades, Comunicación y Ciencias Sociales ven que su carrera universitaria fue larga. Demasiado larga. Porque a esa mitad de egresados los estudios les llevó el doble o más de los años que debería haberles tardado.

En la teoría —esa que luce en tinta sobre papel de un plan de estudios—un estudiante de Historia, Filosofía o Antropología debería titularse en cuatro años. A la mitad de quienes se recibieron antes de la pandemia, en cambio, la carrera les demoró ocho años y diez meses o incluso más. La Facultad de Humanidades es el ejemplo más extremo del “efecto delay” que tuvieron sus graduados hasta graduarse. Así lo demuestran los cálculos de la División Estadística de la Universidad de la República a los que accedió en exclusiva El Observador.

En Medicina —la carrera que en teoría demora más— pasa lo opuesto: el tránsito educativo es el más fluido del sistema universitario. Si para conseguir el título de médico se requieren siete años de estudios, la mitad de los nuevos médicos lo consigue en ocho años o menos. O, lo que es lo mismo, los médicos están tardando en recibirse menos que los historiadores, filósofos, lingüistas o antropólogos; y eso que la carrera de Medicina dura tres años más.

La mejora de los tiempos de egreso en Medicina, en Ciencias Económicas y en Psicología —tres de los servicios universitarios más populosos— explica que la Universidad de la República venga mejorando su “mediana de incremento de la duración teórica de la carrera”, como se le llama a esa variable que cuantifica la tardanza que tuvieron los titulados en titularse. Pasó de 60,4% a 56,7%.

“Esta es una demostración que, si se mira el conjunto de la Universidad, se está mejorando”, dice Nicolás Fiori, director de la División Estadística de la Udelar. “Los cambios de planes de estudio, fruto de un cambio en la ordenanza de grado hace una década, explican parte de la mejora”. Pero hay más: desde lógicas institucionales, el tipo de población matriculada, la trayectoria estudiantil antes de entrar a la carrera y hasta el bolsillo.

Evolución

En 2015, cuando la Udelar había hecho su último estudio público sobre la eficacia del egreso universitario, Arquitectura era el servicio con peores guarismo: la mitad de sus profesionales demoraban más de 12 años en graduarse. Aquellas largas escaleras de la entrada del majestuoso edificio de la calle Bulevar Artigas parecían una alegoría de la propia densidad de lo que allí dentro pasaba. Pero desde entonces, en el último lustro, hubo un cambio de plan, se flexibilizó el tránsito en los cursos (dejo de ser tan tubular y el estudiante puede elegir parte de su propia aventura académica) y mejoró sus guarismos. Otros ocho servicios universitarios también lo hicieron en este tiempo.

Pese a esa mejora, Arquitectura sigue estando entre las facultades con más “efecto delay” para acabar la carrera. Según Gabriel Errandonea, coordinador de la Unidad de Sistemas de Información de la Enseñanza, “Arquitectura tiene una composición social bastante más homogénea que otros servicios, en promedio son estudiantes que vienen de mejores niveles socioeconómicos”. ¿Qué tiene que ver eso con el retraso en la carrera? Al contrario de lo que sucede en Secundaria o UTU, en que los más pobres son los que más abandonan, “en la universidad el peso socioeconómico es menos significativo (porque el filtro se dio antes de entrar a la carrera) y, por el contrario, los estudiantes de contextos más desfavorecidos tienen más prisa por titularse para acceder a una salida laboral acorde a lo que estudiaron”.

Entonces, cuando más heterogénea es una generación universitaria, más posibilidad de que haya tránsitos que intenten acercarse a la duración teórica de la carrera.
Un arquitecto necesita su título para firmar planos, pero no lo requiere para entrar como dibujante a un estudio de arquitectura. Eso también retrasa la carrera. El ejemplo paradigmático ocurre en Ingeniería, en que la demanda del mercado hace que muchos de los alumnos dilaten sus carreras cuando ya están en tercero o cuarto de facultad. “Y lo mismo pasa en Trabajo Social: desde la crisis de 2002 hay una sobreoferta de empleo, en el interior reclaman contar con esos profesionales y a los estudiantes los vienen a buscar ya en tercero”, cuenta la decana de Ciencias Sociales, Carmen Midaglia.

Rodrigo Arocena, el rector que había impulsado la descentralización universitaria de principios de este siglo, decía que la Udelar “es una universidad de estudiantes que trabajan y de trabajadores que estudian”.

En Medicina —y ahí yace otra explicación de su tránsito fluido— pasa lo contrario: sin el título habilitante no se puede ejercer y, a la vez, la densidad del plan (incluyendo un año de internado) hace que sea casi incompatible la vida estudiantil y laboral.

¿Profesionales?

“Humanidades es uno de los servicios con la población más envejecida —quienes demoran más en acabar la carrera— y eso está vinculado con que los proyectos de vida de muchos de esos estudiantes no son necesariamente terminar una carrera para ejercer como profesionales”, explica Errandonea. De hecho, en los salones de la calle Uruguay y Magallanes es frecuente que algunos asientos estén ocupados por quienes quieren estudiar aquello que no pudieron de jóvenes o que están haciendo una segunda carrera.

En la génesis de la Facultad de Humanidades, el filósofo Carlos Vaz Ferreira defendía el paradigma del “conocimiento por el conocimiento”. Es decir: el derecho de las personas a estudiar sin importar que esa sea una salida laboral o un ejercicio profesional.

Psicología tiene parte de su público así, “pero a la vez es una de las carreras con más posibilidad de ascenso social: estudiantes que encuentran una salida laboral… y eso mejora el egreso”, dice el coordinador de la Unidad de Sistemas de Información de la Enseñanza.

Esa concepción de estudiar “por el placer de estudiar” parece cabalgar contramano de lo que acontece en la mayoría de sociedades occidentales: el primer título de grado se obtiene en cada vez menor tiempo, es cada vez más generalista, y la especialización se consigue recién en los posgrados. Los europeos lo definieron antes de acabar el siglo pasado con la firma del Plan Bolonia.

Esta tendencia occidental es una de las razones que —junto a que más del 60% de las carreras universitarias no requieren un bachillerato diversificado— hacen que la Administración Nacional de Educación Pública camine hacia el bachillerato general (con énfasis en áreas).

La repartición que hoy existe en el bachillerato podría explicar también parte de las demoras en la finalización de las carreras, dice el sociólogo Tabaré Fernández. Porque en las investigaciones que él lideró junto a Santiago Cardozo evidenciaban que “los que siguen el bachillerato científico tienen mejores desempeños y menos rezago que, por ejemplo, los de orientaciones humanísticas”. Y esa trayectoria de base podría continuarse en el nivel terciario.

“La transición de la Secundaria a la universidad no es tan sencilla de sobrellevar para muchos estudiantes: el mayor abandono por eso se da en primer año universitario, aunque luego hay lógicas institucionales que contribuyen más o menos a ese abandono”, señala Fernández. Como también incide para los tiempos de egreso “si una carrera es más o menos feminizada: porque en la mujer recae en buena medida el trabajo no remunerado… eso no se puede desconocer”.

Nota metodológica

Esta nota se realiza mediante el indicador Incremento en la Duración de la Carrera (IDC), que resume de forma sintética el incremento porcentual de la duración real sobre la duración teórica. Este indicador estandariza las diferencias entre las Facultades y Carreras que tienen duraciones teóricas distintas, lo cual permite realizar análisis comparativos.
IDC = (duración real – duración teórica / duración teórica)*100
Se tomaron las medianas de la distribución, con lo cual se obtiene la MIDC (mediana del IDC), que reporta el valor por el cual se ubica el primer/segundo 50% de los casos.
La Mediana del Incremento en la Duración de la Carrera (MIDC) para el total de los egresados de grado de la Udelar del año 2019 es de 56,7, es decir que el 50% de los egresados incrementaron en más del 56,7% la duración de sus carreras, respecto a la duración teórica de la misma.
 

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