Ignacio Risso

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Nacho, el goleador que pasa desapercibido

Ignacio Risso se convirtió en el décimo goleador de la historia del Campeonato Uruguayo con 106 conquistas; ya superó a Pedro Petrone, está a un tanto de igualar a Míguez y Héctor Castro y a siete de Alberto Spencer
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07 de octubre de 2014 a las 22:07

"Estoy en el súper pagando la cuenta”, dice Nacho mientras de fondo se escucha el sonido de la máquina registradora. Ahí está, en la cola como un ciudadano más. Pasando desapercibido. Fiel a su estilo. Quienes están a su alrededor no imaginan que están ante un jugador histórico. A Ignacio Risso no le incomoda. Al contrario. Lo prefiere así. “En la calle me gusta pasar desapercibido”, expresa como si hiciera falta aclararlo.

Risso no lleva la cuenta de sus goles. Jamás imaginaría que entró en la selecta historia de los máximos goleadores del Campeonato Uruguayo con 106 conquistas. Que su nombre se codea con apellidos ilustres como los de Spencer, Míguez, Castro, Petrone o Borjas.

“Nunca fui un obsesionado por el gol. Soy de los goleadores más generosos, es más, me reclamaban más egoísmo los entrenadores. Yo jugaba de volante, me gustaba más pasar la pelota y mi viejo me decía: ‘Pero hacé algún gol vos, definí’. Sinceramente no tenía conocimiento de esto”, expresó Nacho Risso a El Observador cuando le informó que es el décimo artillero de la historia del Campeonato Uruguayo y que está a uno de igualar a Óscar Omar Míguez y Héctor “Manco” Castro.

Cuando lo piensa un instante reflexiona: “Me sorprende porque no lo tenía como meta, pero se disfruta mucho. Está bueno haber dejado algo en el fútbol, no pasar tan desapercibido, si bien me gusta pasar desapercibido afuera de la cancha”.

Y enseguida se mete a buscar en su memoria aquellos viejos tiempos donde lo comenzaron a poner como delantero.

“El primero que me pidió jugar de 9 fue el Tobi Berger que me dijo si me animaba a jugar de 9 cuando tenía 19 años. Le tomé el gusto a los goles y me cambió la carrera porque yo era volante”.

Risso agregó que: “Después me marcó haber trabajado con Fossati que supo llevarme. Como delantero todo es entrenable y va en la forma de jugar. Yo por ejemplo en Danubio estaba todo el tiempo en el área, salía para pivotear. En Defensor se dio otro estilo porque buscan un juego por dentro y participo en la creación en la jugada, por eso tal vez no hice tantos goles, pero me gustaba generar espacios”.

A la hora de tener que hablar de los compañeros que lo asistieron para llegar a la cifra de 106 goles, Risso no los olvida.

“En Danubio me tocó jugar con Nacho González. Luego Polillita Da Silva que me sorprendió mucho por la frialdad, la inteligencia a la hora de definir. El Pollo Olivera también me asistió muchas veces. El Pollo tenía potencia, me acuerdo que le pegaba al arco, por arriba del golero, sin mirar. Era un jugador distinto, mucho más potente. Con Juan Manuel (Olivera) coincidimos en algún partido, Stuani que lo habían subido. Pero con el que más jugué fue con Chevantón aquel año que hizo más de 30 años. Yo estaba para habilitarlo porque aprovechaba mis espaldas”.

A la hora de hablar de quienes lo dejan de cara al gol en Defensor reveló que: “no dejo de sorprenderme con De Arrascaeta. Es un jugador recién salido del campito al que lo meten en una cancha y juega igual. Quedan pocos jugadores que tengan eso, hoy en día te quieren estructurar mucho y él trae eso de divertirse”, admite.

Nacho agregó otros nombres. “El Zorro Suárez tenía mucho desborde y mandaba el centro. Con Torito Rodríguez nos entendíamos bastante. Pero yo fui más generoso que goleador. Siempre embromaba con Martín Silva de que él sacaba del arco, yo peinaba y Mora aprovechaba. Con Nico Olivera también me entiendo mucho”.

El delantero violeta admite que lo de jugar de espaldas al arco lo tiene incorporado.

“En el fútbol uruguayo es muy común que saque el golero de aire, se sale muy poco jugando. Y esas cosas se dan con muchas repeticiones. Al delantero de referencia se lo busca mucho, se saltean líneas”.

Arribando al tramo final de su carrera, Nacho es bañado todos los fines de semanas por los aplausos de los hinchas que lo despiden con una ovación cada vez que es suplantado.

“Salir de la cancha y recibir los aplausos es lo más lindo, es lo que más te deja el fútbol. Con la gente de Defensor viví algo muy especial y por eso sueño el día de mañana dirigir a Defensor. Es que me siento como de toda la vida del club”.

Nacho entró en la historia pero nada lo saca de su rutina. Prefiere pasar desapercibido. Va al súper. A las 17.20 cumple religiosamente con la obligación de ir a buscar a su hija al colegio. Y luego la lleva a patín. Por la noche será tiempo para estudiar. Como un ciudadano más.

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