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Natalia Oreiro: Una artista todoterreno

“Siempre supe que tenía madera de algo. Cuando hacía de modelo, siempre había chicas lindísimas, mucho más lindas que yo, pero terminaban pidiéndome a mí” Declaraciones a la revista Rolling Stone, de la que fue tapa con 22 años.
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13 de noviembre de 2016 a las 05:00

La historia de Natalia Oreiro es de origen humilde, en la barriada del Cerro. Su familia, de clase media trabajadora, o la decisión de irse a probar suerte a Buenos Aires con 17 años parecen ingredientes de una novela en que la mayor virtud de la protagonista es la perseverancia.

Se preparó para trabajar como artista desde niña (estudió danza y gimnasia), pero fue un concurso el que la puso bajo los focos: quedó seleccionada para ser parte del grupo de paquitas que tenía la estrella de programas infantiles Xuxa. Oreiro declararía años después que nunca ocupó el puesto porque el proyecto se frustró.

A fines de la década de 1990 la industria audiovisual uruguaya era incipiente en productos de ficción, por lo que Oreiro puso la mira en Buenos Aires para iniciar su carrera. Después de varias participaciones menores en producciones argentinas como Alta comedia, logro un papel en una novela de renombre: Inconquistable corazón. Dos años más tarde haría su primer protagónico (Ricos y famosos) con el que se metió en las casas de todos los rioplatenses, acaparando el rating en el horario central.

A ese le siguieron otros éxitos televisivos que la consagrarían como la reina de las telenovelas: Muñeca brava, Kachorra, El deseo, Sos mi vida, Amanda O y Cuando me sonreís antecedieron a su última producción, Solamente vos, en la que demostró que no había sido destronada.

Sus novelas se vendieron a más de 80 países con especial éxito en mercados como Rusia, Israel, Rumania, Polonia o República Checa, donde se emitieron hasta 10 veces.

Oreiro aprovechó bien la fórmula de la chica pobre con encanto a la que la suerte le cambiaba de la noche a la mañana, pero decidió intentar con papeles más dramáticos como en Lynch (Moviecity) o en la novela Entre caníbales, en la cual encarnó a una mujer que había sido violada por cinco hombres cuando tenía 17 años.

La reserva que de su vida privada mantuvo desde el inicio de su carrera no pudo evitar que quedara inmersa en un escándalo judicial en 1996, cuando una pareja la reclamó como su hija biológica, arrebatada durante la última dictadura militar argentina. Oreiro se sometió a dos análisis de ADN que probaron que la historia era falsa.

En lo político nunca ocultó su apoyo a la coalición de izquierda Frente Amplio y en las elecciones de 1999 se pronunció a favor de la fórmula Vázquez- Nin. Se la tentó para ser parte de la campaña, pero no aceptó.

En el mejor momento de su carrera actoral y con varios éxitos a cuestas, Oreiro dio un volantazo y resolvió incursionar en la música. Esto le supuso hacer un impasse en sus novelas para grabar tres discos de estudio: Natalia Oreiro, Tu veneno y Turmalina. Nuevamente debió afrontar duras críticas sobre su habilidad para el canto, pero no fueron tomadas en cuenta por el público, que la llevó a los primeros puestos de las emisoras y la hizo vender millones de copias en todo el mundo.

A pesar de que su repertorio estaba plagado de baladas melosas y pop latino, la uruguaya declaró estar influenciada por el rock y por exponentes como Janis Joplin, Pearl Jam, Los Redondos y Los Ramones. Fueron esos gustos musicales los que la acercaron al líder de la banda argentina Divididos, Ricardo Mollo, con quien se casó en 2002 y tuvo su único hijo, Merlín Atahualpa.

Como cantante, Oreiro también se sacó el gusto de triunfar y llenó varios teatros Gran Rex, además de hacer numerosas giras por América del Sur, Europa y Asia. El furor por sus novelas se trasladó a la música, especialmente en Rusia e Israel, donde aún realiza shows multitudinarios. Tal es el fanatismo del que goza por esas latitudes que su gira Nasha Natasha Tour –con 16 shows en toda Rusia durante 2014– fue inmortalizada en la pantalla grande en un documental dirigido por el uruguayo Martín Sastre.

Esta película se suma a Un argentino perdido en Nueva York (1998), Cleopatra (2003), Música en espera (2009), Miss Tacuarembó (2010) y Mi primera boda (2011). Aunque estos fueron éxitos de taquilla, sus últimos trabajos –Infancia clandestina y Wakolda– son los que la consagraron como actriz.

Entre el cine, la televisión y los discos se hizo tiempo para cumplir un sueño compartido con su hermana mayor, Adriana, que era el de tener su propia línea de ropa. Sus vestidos, que luce como embajadora de la marca en todos los eventos a los que concurre, ingresaron en la élite de la alta costura argentina y son los preferidos de varias estrellas del espectáculo. También le quedó tiempo para ser embajadora de Unicef y de Greenpeace.

Como demostración de que no era un mero producto discográfico o la chica del momento en TV, Oreiro se sostuvo en el mundo del espectáculo por 20 años, dejando claro que el timón de su carrera es algo que dirige a la perfección.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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