En Uruguay, los nuevos proyectos políticos viven tiempos muy difíciles. La semana pasada se desarmó el Partido de la Gente: la lista 12000 liderada por Guillermo Facello y Gustavo Zubía decidió abandonar el partido. Poco después, a muy pocos días de haber zarpado en medio de gran expectativa, naufragó “La Alternativa”, una coalición de centroizquierda conformada en torno al Partido Independiente. Así como la crisis del proyecto encabezado por Edgardo Novick es un testimonio de la potencia de los partidos políticos establecidos y de su capacidad para adaptarse a los desafíos del entorno (como argumenté hace siete días), la frustración de “La Alternativa” pone de manifiesto la potencia de la creciente polarización que signa estos tiempos, y la tiranía, discreta pero efectiva, de las reglas electorales.
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