Nacional > ENTREVISTA A GUILLERMO VALLES

Negarse a los acuerdos comerciales es "suicida" y "siembra la miseria"

El diplomático uruguayo afirma que es "muy peligroso" que el país actúe en materia internacional como si fuera preso de una resolución del Mercosur
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26 de noviembre de 2017 a las 05:00
El apartamento en el que vive Guillermo Valles todavía muestra signos de una agotadora mudanza inacabada.

El diplomático uruguayo pasó los últimos doce años de su carrera en Ginebra, primero como embajador uruguayo ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) entre el 2004 y el 2010 y luego otros seis años más "del otro lado del mostrador" como director de la división Comercio Internacional de Bienes, Servicios y Materia Primas de Naciones Unidas (el principal foro internacional que estudia los problemas del comercio vinculado al comercio).

Antes fue subsecretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Jorge Batlle, embajador ante la Unión Europea, uno de los principales negociadores para la instauración del Mercosur y el encargado de inaugurar el establecimiento de las relaciones diplomáticas con China con la apertura de la primera embajada en Pekín.

Hoy está en el "banco de suplentes" de la cancillería y mientras espera su momento compartió con El Observador algunas de sus visiones sobre la situación del comercio internacional, el momento actual del Mercosur y la realidad uruguaya en materia de comercio exterior.

¿Cuál es la importancia de la próxima conferencia ministerial de la OMC en Buenos Aires?
En Buenos Aires habrá dos agendas: una implícita y otra formal. La implícita refiere a la defensa del sistema multilateral de comercio que, en el último tiempo, ha ido perdiendo su significación positiva frente a una narrativa reaccionaria y antiglobalización. Nos olvidamos completamente de cómo el mundo fue capaz de reducir la pobreza. En 1990 cerca del 50% de la población mundial vivía debajo de la línea de pobreza. Hoy es cerca de un tercio. ¿Cómo hizo la humanidad para lograr eso? Creció económicamente, lo cual posibilitó el financiamiento de las políticas sociales. Y el crecimiento económico se debió, entre otras cosas, al comercio internacional. Uno podrá decir: es un crecimiento localizado en China. Pero no es solo China y, aunque así lo fuere, es una buena ilustración del aspecto positivo del comercio para el crecimiento y para el desarrollo. En ninguno caso es condición suficiente, pero sí es necesario. Entonces la conferencia es muy importante para rescatar la narrativa positiva del comercio. Para cerrarle el paso al proteccionismo y al nacionalismo mercantilista. Sin comercio no vamos a tener mayor seguridad alimentaria en el mundo. Estoy seguro que Uruguay va a estar defendiendo al sistema y sus instituciones, tal como lo hizo China en Davos. Hay que pensar en términos históricos: le ha costado mucho a la humanidad llegar a estas instituciones y todos sabemos lo que pasa cuando las instituciones caen, ya sea en un régimen democrático o en el sistema internacional. Es la ley del más fuerte. La ley de la jungla.

¿Por qué el comercio ha ido perdiendo ese perfil positivo?
En primer lugar por una narrativa reaccionaria o sobresimplificadora de la realidad de Trump en la extrema derecha y también de la extrema izquierda. La apertura trae perdedores, es obvio que eso es así. Hay sectores de la producción que se pueden ver desplazados con la competencia internacional. Lo importante es saber qué hacer: cómo apoyar esos sectores para que se redestribuya la mano de obra y se readapten. Pero aún cuando vemos la parte negativa del comercio nos olvidamos de dos aspectos relevantes: cómo esos sectores y obreros van a ser desplazados por la tecnología. Eso no lo podemos evitar. Y número dos: nos olvidamos muchas veces de los consumidores. Si un consumidor de muy bajos ingresos puede acceder a vestimenta, alimentación y bienes de consumo que antes no podía, ¿no hemos beneficiado a la población? ¿no la hemos extraído de la pobreza? ¿por qué un lavarropas tiene que ser un producto de consumo de lujo? Que lo sea ayuda a seguir esclavizando a las mujeres. Tenemos políticas comerciales malas. Tendemos a proteger industrias que no existen en Uruguay. Habiendo hecho acá un enorme sacrificio de readecuación productiva ¿cómo le vamos a tener miedo ahora al resto del mundo?

Usted hablaba de una agenda implícita y una agenda formal. ¿En qué temas puede haber avance?
Para que esa narrativa positiva sea creíble se requiere conseguir cosas concretas. En Buenos Aires seguramente se dé continuidad a un programa de trabajo para el disciplinamiento de los subsidios internos a la agricultura que son distorsionantes. Y ojo que ya no son solo Estados Unidos, la Unión Europea y Japón los principales distorsionadores sino que ahora tenemos a China, India, Indonesia, Rusia, entre otros países. Es un panorama más complejo. Va a llevar tiempo, pero hay ideas y hay proyectos al respecto. También se van a discutir los subsidios a la pesca. Cerca del 75% de los recursos pesqueros mundiales está sobre explotado o al límite de la sobrepesca. Y este porcentaje ha ido en aumento. Hay muchos barcos para pocos peces. Ojalá que haya avances, por mínimos que sean, como disciplinar subsidios para embarcaciones, empresas o países que se involucren en pesca irregular, ilegal o no reportada. Seguramente algo se hará en materia de comercio electrónico vinculado a la defensa del consumidor. Y creo que también puede haber algo en materia del impacto que tiene la apertura comercial en materia de políticas de género. Es un conjunto de temas relevantes, lo malo es querer ser ambiciosos y llegar a acuerdos inmediatos en temas tremendamente complejos.

¿Cuál es la importancia específica de esta conferencia para Uruguay dada su experiencia en el pasado?
Puedo remitirme a mi experiencia como embajador ante la OMC que me permitió representar y defender los intereses del país en la ronda de Doha. Allí, por ejemplo, negociamos lo que hoy se conoce como la cuota 481 –una cuota sin aranceles de carne de alta calidad–, lo cual significaba apoyar una revolución que se estaba dando en la ganadería. Eso nos permitió defender los intereses comerciales uruguayos con cosas que a veces son a corto plazo –como esta– o que son a largo plazo como la eliminación de los subsidios a la agricultura. Esto permitió que nuestro equipo pusiera su granito de arena para que luego de más de treinta años de negociaciones se eliminaran los subsidios a las exportaciones agrícolas. Todavía tenemos que lidiar con los subsidios internos.

¿Cómo explica que hoy no pueda canalizar su experiencia en el Ministerio de Relaciones Exteriores siendo el caso que esta es una cancillería muy avocada a la apertura comercial?
El maestro Tabárez podría responder mejor a esta pregunta. Hay jugadores que tienen que entrar en determinado momento y hay veces que hay que hacer banco. Lo importante es que el equipo funcione. Yo como jugador –todavía me quedan siete años antes de jubilarme– lo veo así. Y hoy hay buenos jugadores que están en la cancha. Por ahí escuché una versión de que Uruguay no tenía buenos negociadores. No sé cuál es la vara para medir eso. Supongo que lo habrá dicho alguien que sabe mucho de política comercial para decir semejante barbaridad. Que no seamos suficientes es otra cosa. Nunca es suficiente: yo lo he visto en Estados Unidos o en la Unión Europea. Ningún equipo negociador es suficiente, generalmente hay muchos frentes de negociación.

Se dice que hay muy buenos negociadores pero parecería que a veces faltan acuerdos por negociar. ¿Cómo ve a Uruguay insertándose en el comercio internacional?
La visión del equipo económico y de la cancillería me parece excelente. Soy embajador de la República y no soy quien para juzgar al Poder Ejecutivo, ni lo estoy haciendo. Pero sí reconozco que hay una visión bien clara en el Ejecutivo sobre lo que hay que hacer. Hubo un anuncio, una conversación muy importante a nivel de los jefes de Estado en Pekín de un acuerdo de TLC con China. En el ámbito de mis libertades me he permitido marcar una visión académica –en el Consejo Uruguayo de Relaciones Internacionales (CURI)– en el sentido de un fuertísimo apoyo al acuerdo con Chile. Y lo manifestamos públicamente porque es importante. Es un acuerdo que la mayor crítica que podemos hacerle es que no innova demasiado, porque la mayoría de las cosas ya están negociadas. Pero este acuerdo es importante por lo que representa Chile.

¿Por qué es tan importante si no innova demasiado?
Los acuerdos tienen un componente comercial, pero además tienen otro componente que es mantenernos abiertos al mundo. Para un país de las características y dimensiones de Uruguay sería absolutamente suicida pretender extraerse de un proceso de globalización que va mucho más allá de las voluntades de grupos o de ideologías. Uruguay no puede permanecer en esta isla pensando que nosotros podemos hacer una inserción selectiva de la globalización. El proceso de globalización es una mezcla de políticas nacionales que se anclan en acuerdos internacionales, pero por otro lado es un proceso tecnológico absolutamente revolucionario que cambia los patrones de producción y consumo constantemente. Y esta revolución acelerada va a suponer necesariamente la desaparición de formas de empleo y productos que hoy encuentran su mercado. Y la aparición de otros empleos, servicios y productos. Si no estamos vinculados, atentos e integrados a eso lo único que estamos es sembrando miseria. Por eso la importancia de la realización y efectiva implementación de la agenda de competitividad que tiene el gobierno, que es muy seria. Tiene que implementarse eso, no puede quedar en papel escrito ni en buenas ideas. Si uno ve los índices internacionales que tiene el país, en materia de desarrollo humano y progreso social estamos muy bien. En el índice de competitividad estamos muy por debajo de la tabla. ¿Qué quiere decir eso? Que el Uruguay no quiere competir. Eso puede entenderse. Pero el mundo nos lleva a eso, entonces tenemos que hacer una serie de ajustes y, sobre todo, no negarnos a la realidad.

¿No aprobar el TLC con Chile entonces sería una mala señal?
El acuerdo con Chile es absolutamente ilustrativo de eso. Si tenemos miedo con Chile es querer decir: paren el mundo que me quiero bajar. Eso está muy bien para una historieta pero la realidad es que el mundo sigue. Los que están más avanzados están realmente integrados al mundo, lo están mirando. Y de ahí la importancia de los acuerdos. Es un tema absolutamente extracomercial. El acuerdo es un mecanismo de integración al mundo. Yo estoy muy lejos de decir que Chile es un milagro o que es el modelo a seguir. No. El modelo a seguir es uruguayo, tiene que ser endógeno. Pero hay que mirar cómo se adaptan otras sociedades a ese cambio. Para tener justicia social el país tiene que crecer y para crecer tiene que comerciar. No hay vuelta que darle.

Usted mencionó el impulso que los presidentes Vázquez y Xi Jinping le dieron al TLC. Sin embargo, desde entonces no vimos signos de avances y uno de los argumentos más comentados públicamente es la imposibilidad de Uruguay de negociar bilateralmente. ¿Cómo encararía este tema?
No es un tema que haya que manejarlo a la ligera. Hay que ver cuáles son los impactos económicos dentro del Mercosur, racionalizarlos. Pero no hay nada que pueda determinar la libre voluntad del Uruguay. La decisión 32/00, desde mi punto de vista, no es una decisión por la cual se abdica la soberanía del país. Esa decisión no está internalizada en los Estados, por lo tanto no tiene valor jurídico. Aún si lo tuviera rige el principio del derecho internacional que establece que habiendo cambiado las condiciones originarias del contrato, cambia el contrato. No podemos perder de vista el contexto: la decisión 32/00 formaba parte de un paquete de medidas que tenía por objeto reimpulsar el Mercosur luego de la devaluación brasileña de 1999. Pero han sido más los incumplimientos que las realizaciones. Lo que se procuraba era estar lo más coordinado posible en función del interés del mantenimiento de un Arancel Externo Común. El Arancel Externo Común es perforado por todos los países del Mercosur en función de excepciones que hemos acordado desde el comienzo: bienes de capital, bienes de informática y las zonas francas de Manaos y de Tierra del Fuego. Pero los cultores del santo sacro tótem del Arancel Externo Común nunca se preguntan cuanto importa Brasil por Manaos –ensambla, da mano de obra, agrega valor– y exporta a San Pablo sin pagar ningún arancel o tener trabas no arancelarias. Importa más de 14 veces de lo que importa Uruguay del resto del mundo. Hay varios formularios para llegar a San Pablo. Pero si usted se instala en Manaos tiene un TLC con el mundo porque importa a cero o con un máximo de 2% partes y piezas de donde quiera y exporta a Brasil. Si se instala en Uruguay tiene que pagar o negociar un régimen de admisión temporaria o pagar el Arancel Externo Común. ¿Cuál es el incentivo para instalarse en Uruguay? No lo tenemos. El incentivo es para venir con Botnia, con UPM o en servicios al resto del mundo. ¿Pero qué inversiones nuevas hay para producir desde aquí y exportar a Brasil? ¿O a Argentina? Cero. A 25 años de un proyecto de integración. Yo viví en Europa, vi lo que es la historia europea y las transformaciones que hubo. La generación de empleo en Portugal, España y Grecia inclusive. ¿Porqué? Porque existe un mercado integrado. Nosotros todavía tenemos un mercado fragmentado. Y le venimos a rendir culto al Arancel Externo Común. No es que esté contra la integración, al revés. No le doy la derecha a nadie en integración. Soy el número uno por la integración: le dediqué mi familia, mi tiempo. Pero no se lo dediqué a los tótems. El Arancel Externo Común es un tótem que molesta a todo el mundo.

Lo que usted dice, entonces, es que Uruguay podría negociar con China.
Negociar con China supone tener cuidados. Pero repito: Uruguay es libre y soberano. No podemos darle a la 32/00 un valor político, jurídico o económico que no tiene. No puedo aceptar que el Uruguay haya asumido que no es capaz. Es una cosa muy, pero muy, pero muy peligrosa pensar que el Uruguay ha perdido su capacidad de contratar, que es una de las definiciones básicas del derecho internacional. No es una convocatoria a la irresponsabilidad sino a reasumir que somos independientes. Lo otro sería asumir una condición infantil que para mí es agraviante.

Moderar la ambición con la Unión Europea

Que el Mercosur esté llegando a las etapas finales en la negociación con la Unión Europea luego de muchos años e intentos es muy positivo para Guillermo Valles. El diplomático reconoce que la recta final de estos procesos son desgastantes. Cree que es necesario "moderar la ambición" y "consolidar" lo hecho. "No conozco un solo acuerdo en el que las partes no hayan terminado insatisfechos. Lo importante es el equilibrio de las insatisfacciones", reflexionó.


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