Parásitos en Hollywood

Para elegir el premio a la Mejor Película, vota la totalidad de los miembros, en un sistema preferencial decreciente entre todas las nominadas. Los detalles son reservados. No se sabe si una película ganó por poco o por mucho ni cuál salió segunda o tercera. Ni siquiera se sabe cuántos son exactamente los miembros de ese multitudinario jurado.

Ese misterio es parte del encanto de los premios Oscar, pero hay algunas cosas que sí se saben. Desde 2015 la Academia de Hollywood ha sumado 3.549 nuevos miembros, con una gran diversidad de género, raza y nacionalidad, para llegar a un número de integrantes cercano a los 10 mil.

La primera gran consecuencia de estas acciones se produjo en la gala del domingo 10 de febrero: le dieron el premio a Mejor Película a un filme producido fuera de Estados Unidos y no hablado en inglés. Es algo que sucede por primera vez en la historia del premio, que se entrega desde 1927.

La película es Parásitos, una cinta bastante curiosa sobre una familia que de alguna manera coloniza a otra, cumpliendo con las tareas que estos pagan para no hacer. La acción transcurre en la Corea del Sur de hoy y plantea con un tono de comedia realidades muy contrastadas entre una familia rica y otra pobre.

Buena parte de la crítica en todo el mundo ha mostrado un entusiasmo digno de mejor causa por la propuesta del director y coguionista Bong Joon-ho, elevando a la categoría de obra maestra a lo que en realidad es una propuesta interesante, que tiene algún buen momento y está bastante bien conducida y actuada.

Llega a decirse, incluso, que hay una “feroz” o “despiadada” crítica social, cuando lo que sucede es lo contrario: la efectividad de la película es que tiene sus pretensiones bien acotadas. Es entretenimiento bien armado, a partir de una buena idea.

Gran parte de la crítica ha conjeturado que la genialidad del director deja al desnudo que los verdaderos parásitos son los ricos, pero yo creo que lo que hace Bong Joon-ho es contrastar ambos mundos y resulta que estos ricos son fríos e ingenuos y estos pobres son cálidos y pillos.

Y unos y otros forman una coreografía por momentos muy divertida, inquietante y hasta un poco triste, con lo cual es de orden felicitar a los responsables pero no hay ninguna necesidad de confundirlos con artistas.

De hecho, ya apareció la noticia de que HBO compró los derechos de la película y piensa transformarla en una miniserie, en la que el director Bong participará como coguionista junto a Adam McKay, ex guionista de Saturday Night Live y ganador de su propio Oscar por el guión adaptado de La gran apuesta (2016).

Es muy probable que la ficción transcurra en Estados Unidos y que si existía algún vestigio de crítica al mundo moderno, ésta se vuelva irreconocible, entre los pliegues inquietantes de la nueva trama.

En todo caso, para mí está claro que Bong Joon-ho no ha aportado nada nuevo a la historia del cine, ni siquiera a la del cine surcoreano, que ahora mismo tiene a uno de los grandes poetas del cine universal, en la figura de Kim Ki-duk, ése sí un gran artista, y una personalidad políticamente incorrecta, que está en las antípodas de Bong.

En todo caso es digno de celebrar que la Academia se escape de las fronteras de Estados Unidos y el idioma inglés, que se equivoque en distintos idiomas y culturas y maneras de ver el cine.