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Parásitos y Bong Joon-Ho le ganaron al tedio de los Oscar e hicieron historia en Hollywood

La película y el director se llevaron cuatro premios en una ceremonia que quedará marcada por el carisma y la emoción de los coreanos
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10 de febrero de 2020 a las 05:00

Al aburrimiento crónico del que sufren los Oscar no hay con qué darle. No hay fórmula o presentador que lo espante. No hay número musical que levante los bostezos de las plateas que las cámaras no filman. No hay escape para un tedio que se vuelve costumbre. Pero, aun así, algunas veces hay sorpresas. Y cuando esas sorpresas son además históricas, el hito le gana al sopor. Los ojos contaminados de sueño se abren. Los brazos se levantan y el puño se cierra. El aburrimiento se borra mientras el grupo de alegres ganadores trepa las escalinatas en busca de un premio que, aunque se olía, no se esperaba demasiado. ¿Y por qué? Porque para ganarlo había que romper las reglas. Pero guste o no, eso fue lo que pasó en la madrugada del domingo en Los Ángeles. Y, la verdad, qué bueno que pasó.

Parásitos, la película sur coreana que conmocionó a Cannes y luego fue labrando poco a poco su ruta a las salas de todo el mundo, se quedó este domingo con el premio a Mejor película en la ceremonia número  92º de los premios de la Academia. La obra más reciente del cineasta Bong Joon-Ho hizo historia, y lo hizo por varios motivos. Para empezar, es la primera película no hablada en inglés que gana en el rubro mayor. Once películas lo intentaron, y recién ahora, en 2020, se logró. Además, es la primera película en ganar en esa categoría y en el de Mejor filme internacional, anteriormente conocido como Mejor película extranjera o de habla no inglesa. El antecedente más reciente había sido el de Roma, de Alfonso Cuarón, que se debió conformar solo con el segundo en la edición del 2019.

Pero Parásitos, además, se llevó dos premios más entre los seis a los que estaba nominada: Bong se quedó con el de Mejor director y también logró el de Mejor guion original. Solo perdió en la categoría de Mejor edición y en la de Mejor diseño de producción. Y con los cuatro trofeos que el director coreano se llevó para su casa, emparda un récord histórico: el de Walt Disney, el único artista que había ganado cuatro Oscar en una sola noche hasta ahora. El peso de la historia, entonces, estuvo bien presente en el teatro Dolby de Los Ángeles. 

El éxito de Parásitos se contrasta, sin embargo, con el fracaso de 1917, su principal contrincante. La película bélica de Sam Mendes llegaba con diez nominaciones y un claro favoritismo para las categorías de director y película. Ganó solo tres y todos fueron en rubros técnicos: uno para la fotografía del gran Roger Deakins, otro para su mezcla de sonido y otro para los efectos especiales. Un final de bajo perfil para una película que se había colado en la conversación de un día para el otro y que había acaparado las apuestas y los pronósticos.

Los premios, si nos ponemos a pensar, estuvieron bastante repartidos. Todos los títulos nominados a Mejor película, a excepción de El irlandés, se llevaron algún que otro galardón (la lista de todos los ganadores está acá) y en los rubros actorales todo se dio como se pensaba que se iba a dar: Joaquín Phoenix –que se las arregló para hablar de todas las causas de las que se acordó y hasta mencionó a su hermano River– y Renée Zellweger se llevaron los principales; Laura Dern y Brad Pitt se coronaron en los roles de reparto. 

¿Y qué pasó en la ceremonia? Bueno, todo transcurrió bajo los anodinos parámetros tradicionales. Steve Martin y Chris Rock abrieron la noche con referencias sobre la falta de diversidad, las pocas mujeres nominadas y algún que otro chiste a expensas de los presentes; el recuerdo de Kobe Bryant apareció en los discursos de los ganadores a Mejor corto animado –Hair Love– y el outfit de Spike Lee; el fantasma de Netflix se asomó un rato para espantar a los viejos tradicionalistas de Hollywood; y los números musicales fueron de aburridos para abajo. Ni siquiera aprovecharon la explosión juvenil de Billie Eilish, a la que en una extraña decisión pusieron a cantar Yesterday en el In Memoriam, el segmento que recuerda a los artistas que murieron en el último año. No, no se olvidaron de Kirk Douglas. Llegaron a tiempo. 

El único que agitó y levantó la noche –a excepción del amigo Bong– fue Eminem. El rapero, que está estrenando disco, apareció de sorpresa junto a una banda para cantar Lose Yourself, el tema de esa gran película llamada 8 Mile que le dio el Oscar a Mejor canción original en 2003. En un momento extraño y digno de los primeros años de los 2000, el público se paró entre gestos de asombro y estupor, y movió los brazos al ritmo de los latigazos verbales de Marshall Mathers III.

Así que, pasando raya, lo mejor de la noche fue la emoción coreana. O, mejor dicho, la emoción de Bong al subir al escenario cuatro veces y hablar, traductora mediante, en un coreano que sonaba a resistencia frente al inglés predominante. Los discursos del director de Parásitos fueron breves, generosos y apuntaron a rescatar el valor de los que contribuyeron a que la película estuviera ahí. Y curiosamente, cerró casi todos sus discursos avisando que, después de estos premios, se iba a tomar unos cuantos tragos para festejar. ¿Pero qué podemos reprocharle? Cambiar las reglas de juego y romper con la hegemonía histórica bien vale una mañana de resaca. 

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