Primero apostó a la acumulación de los volantes de buen pie como la pócima mágica que haría aparecer el juego; luego, sin resultados, optó por marcadores y volantes mixtos que dotaran de músculo a una zona medular dañada.
Sin embargo, el recetario de
Peñarol no da resultado. Jorge Da Silva no le encuentra la vuelta a un equipo que tiene una deuda con el juego y lo salva, por ahora, que el líder es Plaza Colonia y que Nacional es un equipo que no logra repetir su rendimiento de
Copa Libertadores.
A grandes rasgos y por más que las intenciones y algunos jugadores cambiaron, el Peñarol de Da Silva sufre los mismos males que la versión de Pablo Bengoechea.
Peñarol es un equipo carente de equilibrio, con zagueros lentos, laterales de poco aporte ofensivo, una zona media que es superada en velocidad y un ataque que, por momentos, solo espera un disparo salvador de Diego Forlán para sacar las castañas del fuego.
El domingo en el Estadio Centenario,
River Plate le desnudó todas las falencias y dejó expuesto a un Peñarol que lucha contra su propia crisis de rendimiento.
La receta de Juan Ramón Carrasco fue sencilla desde lo teórico, pero necesitó de un plantel aplicado e intenso ante lo exigente de la idea.