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Por qué gana el frente

Si bien es arriesgado dar argumentos, se puede lograr un razonamiento para tal afirmación
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04 de abril de 2019 a las 05:00

Juan Carlos Carrasco
Especial para El Observador 

 

Para fundamentar tal afirmación haría falta un conjunto de argumentos de carácter político, sociológico, histórico; y además gozar de una buena cuota de suerte para acertar. Es cierto. Un desafío a todas luces. Pero eso no me impide elaborar un razonamiento, más modesto, que aporte algunos elementos al debate previo a las elecciones de octubre. La conclusión del razonamiento corre por cuenta del autor.

Luego de 15 años de gobierno, el Frente es un barco con daños en el casco pero que no le impiden navegar. Hay realidades que la oposición no cesa de marcar como el endeudamiento, el déficit fiscal con aumento de impuestos incluido, el deterioro de la educación, la inseguridad, focos puntuales de corrupción. Por eso se afirma que esta elección es más incierta que las anteriores. Pero ninguno de esos elementos, en mi opinión, llega a afectar la estructura del Frente. En una entrevista en el diario El País, Marina Arismendi, ministra de Desarrollo Social, decía que “cuando las izquierdas se equivocan, o cuando no hacen lo necesario, los que se embroman son siempre los mismos: los niños, los viejos, los pobres, las personas con discapacidad...”. Es decir, si el Frente pierde, vendrá la desolación sobre la gente necesitada, porque a la derecha –como se clasifica a los que piensan distinto-, no le interesan los pobres. Obviamente esto no es verdad, pero es el cerno del pensamiento ideológico. Y éste permanece. Es decir, el Frente se preocupa hoy por los pobres más que la oposición.

Las ideologías simplifican la realidad, la dividen en 2 partes, una es la buena y otra la mala, y la buena debe vencer a la mala para alcanzar la felicidad de todos. En el Frente hay ideología; también la hay en la oposición, pero más débil. Ésta le recrimina al oficialismo el déficit fiscal, el riesgo de perder el grado inversor, el deterioro de la educación y la inseguridad. Pero el déficit fiscal –altamente pernicioso- no afecta a una enorme mayoría de gente. Perder el grado inversor, como podría suceder, no es un problema a corto plazo para muchos. Incluso el estado de la educación, preocupa a menos gente de lo que parece, como decía el profesor Rilla, hace pocos días. Quizás la inseguridad es más cercana a la gente y hace más fuerza. Por otro lado, el Frente sí ha conseguido objetivos, y no se pueden soslayar. Y algunos de los que no se consiguieron, son difíciles de conseguir para cualquiera. Sin ir más lejos, la burocracia estatal es un “bolo alimenticio” que hay que ver quién lo traga.

La ideología de la izquierda, a su vez, no es una flor nacida en el descampado, sino en un terreno abonado por el batllismo, el otro pensamiento que fue tan fuerte como el de izquierda. Apoyado en el liberalismo de viejo cuño, y con un fuerte ingrediente de anti catolicismo, el batllismo también tuvo un componente altamente social. Constituyó un período muy rico en la legislación laboral y social, que colocó al Uruguay dentro de los países de avanzada. Pero con una concepción del Estado que lo hizo el único protector de los débiles. 

Vale la pena citar aquí a Luis Batlle, para ver su concepto de justicia social, 20 años antes de que la lucha de clases se transformara en el motor del cambio social: “Cuando se amasa la riqueza entre el capitalista y el trabajador, lo que se produce es de todos y tiene que repartirse con equidad para que no exista el que lo tiene todo y el que no tiene nada, porque eso no es ni la tranquilidad ni la paz, ni la justicia; eso es la arbitrariedad y con arbitrariedad no podemos asegurar la paz social”.  Este impulso del batllismo se conserva y potencia con el Frente Amplio. Es una corriente que viene de atrás y se ha afianzado. 

Otro elemento a considerar es el clientelismo político, que ha contribuido al éxito del sistema partidario, y que es la utilización, principalmente por el partido de gobierno, del aparato del Estado con fines electorales. Un voto por el empleo público, ha formado la ya mencionada burocracia, adicta al partido al que se debe. Hay una buena masa de empleados públicos que han llegado al Estado a través del Frente. En esto no ha habido cambios  respecto a los partidos tradicionales. Las razones mencionadas hacen pensar que la confrontación de fuerzas entre el Frente y la oposición, es despareja, y debería prevalecer la ideología, desde mi punto de vista. El batllismo gobernó 30 años en el primer período y 12 años en el segundo. Casi medio siglo. El Frente Amplio lleva 15 años en el poder. La política no es matemáticas pero hace más gráficas las ideas.

Hay una última similitud que quiero resaltar y es la lucha por los derechos de la mujer, signo de nuestro tiempo, y que todavía es un ideal a conseguir. El batllismo, sin embargo, identificó ese derecho con la liberación de la mujer de las cadenas del matrimonio, como lo expresaba Batlle y Ordóñez. Aunque originalmente no era una idea popular, sino más bien de una pequeña minoría, se difundió con el tiempo dentro de la sociedad hasta volverse una institución. Al punto que, cien años más tarde, todavía cuesta vincular esa mentalidad divorcista con los males sociales que padecemos, como el retraso educativo, la droga, la delincuencia, la violencia doméstica. Sin familia, la sociedad se llenó jóvenes que tienen que valerse solos, que han perdido las referencias sociales, que se van transformando progresivamente en “lobos solitarios”. El proceso ha continuado y la pendiente agenda de derechos de las mujeres ha llevado al Frente a dar una pretendida respuesta con el aborto, la congelación de embriones y el matrimonio igualitario. Las consecuencias de estas leyes todavía son impredecibles, aunque es posible que se acorten los tiempos entre causa y efecto.

Si mi pronóstico sobre las elecciones es equivocado, queda pendiente otro artículo para disculparme. 

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