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Repensando nuestra política exterior 25 años después

En el aniversario del Tratado de Asunción, reflexiones en torno al Mercosur desde la perspectiva uruguaya
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07 de mayo de 2016 a las 14:48
Fue con un inmenso entusiasmo que venía del viejo continente cuando, en marzo de 1991, en América del Sur, cuatro presidentes con plumas cargadas de ilusión, firmaron el Tratado de Asunción que se transformaría en la carta fundamental para el nacimiento del Mercado Común del Sur formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La firma de este tratado acaba de cumplir 25 años y hace pocos días los países que hoy integran el bloque sudamericano recordaron en Montevideo, aquella fecha fundacional. En este contexto, viene bien realizar algunas reflexiones, desde una perspectiva uruguaya, sobre nuestra política exterior, 25 años después.

Lejos de la esperanza de aquel marzo del año 1991, los discursos del evento llevado a cabo en la sede del Mercosur, en Montevideo, dejaron en claro que los presentes estaban ante un día de recordación pero no de celebración. Las palabras del canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, anfitrión del evento, fueron contundentes al decir que hoy el Mercosur se encuentra con una agenda "cargada de buenas intenciones" a la que le "cuesta concretar resultados".

El evento fue un microcosmos de cómo estamos

En el evento no estuvo presente ningún presidente del bloque más allá del local, Tabaré Vázquez. A pocos minutos de empezar el acto, un grupo de parlamentarios de Brasil se retiró del recinto como protesta por el lugar que les tocó en la sala. Mientras se pronunciaban los discursos de los cancilleres presentes, parlamentarios de la oposición venezolana levantaban pancartas reclamando por la emergencia humanitaria que vive su país. No era necesario ser un entendido en la integración latinoamericana para que, viendo lo que ocurría en la sede del Mercosur, se pueda comprender el estado de situación actual del bloque sudamericano.

El Tratado de Asunción se proponía crear una zona de libre comercio para diciembre de 1994 y así dar paso a la creación de una Unión Aduanera al poco tiempo, lo que suponía, por tanto, contar con un arancel externo común y una política comercial externa común. Luego de 25 años, ninguno de estos propósitos fueron alcanzados plenamente. Sin embargo, en el camino, se fueron sumando países a la lista de miembros plenos. En 2012 se incorporó Venezuela mientras Paraguay estaba suspendido. Bolivia y Ecuador también están en camino a incorporarse plenamente. Es decir, estamos en un tren que no sabe cuál es su rumbo, pero que en el camino sigue sumando pasajeros.

¿Hasta cuándo?

Ante este panorama, la principal pregunta que surge hoy, a 25 años de la fundación del bloque, es ¿hasta cuándo sus países, y en especial Uruguay y Paraguay, seguirán esperando? Resalto estas dos economías menores del bloque, porque a diferencia de los otros socios con inmensos mercados internos, les va la vida en abrirse al mundo. No es un tema de discurso, sino de responsabilidad de gobierno, porque lo que aquí está en juego son mayores oportunidades para nuestras empresas y sus trabajadores.

Resulta difícil imaginar en el actual contexto internacional que algún día países con mercados tan diversos como los del Mercosur puedan generar una política externa común. Es verdad que Europa lo hizo pero le llevó más de 50 años y hasta hoy le sigue costando mantenerse integrada. Además, empezaron antes, cuando el mundo era otro. Por tanto, en un contexto tan dinámico como el de hoy, ¿podría darse el lujo este grupo de países sudamericanos de esperar 25 años más para que su integración "madure"? Como poder, podrían, pero seguro cuando despierten ya existirá un Acuerdo Transpacífico de Comercio entre Estados Unidos y Asia, y otro Transatlántico entre Estados Unidos y Europa. De seguir esperando, los países del Mercosur despertarán en un mundo que tendrá estándares comerciales que difícilmente puedan modificar.

El desafío –quizá final–que tiene el bloque por delante es concluir el acuerdo con la Unión Europea que, tras 20 años de negociaciones, el próximo 11 mayo en Bruselas, podrá dar señales de avance, si logra concretarse el intercambio de ofertas. Si esta prueba de fuego no muestra progresos antes de fin de año, pocas dudas deberían quedar de que el nuevo viento político que hoy sopla en la región podría transformarse en el impulso que necesita el bloque para adaptarse a una nueva realidad internacional. Un impulso que, sin dejar de lado lo hecho en el pasado, promueva un sinceramiento a través de hechos y no solo de palabras. En ese potencial escenario, una convergencia entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico (formada hoy por Chile, Colombia, México y Perú) podría ser una señal de integración verdadera para una región cansada de recordar fechas históricas y necesitada de celebrar algún día, progresos reales.

Las oportunidades que existen hoy pueden esfumarse fácilmente en poco tiempo. Por eso es que necesitamos actuar y pronto. Las señales desde nuestra cancillería son muy buenas realmente; ejemplo de ello es el acercamiento que se está dando con Chile. Tanto desde la política como la academia, debemos contribuir para que estas señales se transformen en acciones reales que, aunque implicarán riesgos, ninguno será mayor que el que atravesamos hoy al peligrar quedar desprendidos de las cadenas globales de valor.

Nosotros, los uruguayos, sabemos enfrentar estas encrucijadas cuando trabajamos unidos. Hoy el desafío es integrarnos nacionalmente para dar este paso y salir a buscar mercados por el mundo. Tenemos capacidad de sobra. Hay que animarse. Ya lo decía el gran Methol Ferré, "hay momentos en que los países son ungidos a 're-encontrar' su vida, para hacerse cargo de ella plenamente o liberarse a la deriva. Lo que es Uruguay, nos lleva a lo que fue, para elaborar el será. Veamos así lo esencial".

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