Nicolás Tabárez
Periodista de cultura y espectáculosEspectáculos y Cultura > ASÍ FUE EL SHOW
Se prendió fuego el Antel Arena (y la culpa fue de Babasónicos)
Las flamas brotan del suelo. El escenario se incendia. Y en medio de las llamas, Adrián Dárgelos - mezcla de chamán, líder de un culto californiano, y profeta - se contonea. Extiende las manos hacia el público que repite el gesto y levanta un bosque de celulares para captar al vocalista de Babasónicos cuando este se despide del público montevideano después de dos horas de un show que dejó al Antel Arena prendido fuego.
La banda argentina pasó por el estadio montevideano en el marco de su gira Fuego Amigo, y dio un contundente show apoyado en el magnetismo de Dárgelos, la solidez de los músicos, una puesta en escena impecable y un repertorio de casi treinta canciones (estuvieron a una de esa cifra) que tuvo una pata de apoyo en el disco más reciente del grupo, Trinchera, pero en el que no faltaron los imprescindibles de las tres décadas de recorrido del proyecto.
Canciones como ¿Y qué?, Microdancing, Desfachatados, Los calientes, Yegua, Cómo eran las cosas e Irresponsables, que ya son clásicos, que invitan a bailar y al pogo al mismo tiempo, y que siguen siendo la chispa necesaria para encender a un público que celebró cada una de las apariciones de esos temas, al igual que la interpretación de La pregunta, el hit más reciente del quinteto y que hace algunas semanas fue elegida por la edición argentina de la revista Rolling Stone como la mejor canción de la historia del rock de ese país.
El incendio musical de los Babasónicos tuvo también el combustible que arrojó Dárgelos a lo largo de la noche. Sus meneos, sus bailes, sus gestos (las V de victoria y los puños levantados que hacían que pareciera también un líder guerrillero) y sus caminatas por una pasarela que lo depositaba en el centro del campo, rodeado de público y pantallas levantaron a la audiencia, en una suerte de show aparte que el frontman desarrolló a lo largo de la noche mientras sus compañeros de banda permanecían en el escenario, dejándole el lucimiento a él y al peculiar hechizo que genera.
El único achaque que se puede hacer es la reiteración de algunos problemas sonoros - al menos se percibían desde el campo - con la voz de Dárgelos perdiéndose entre los instrumentos cuando estos levantaban un poco la potencia.
Salvo ese defecto, el resto del espectáculo fue de una solidez apabullante, bien rodeado de juegos de luces, el uso de algunas pantallas y los fogonazos que emergían periódicamente del suelo para hacer honor al título de la gira.
Con su habitual mezcla de sofisticación, fiereza y seducción, la banda argentina dio una paliza de música, en una presentación de atmósfera cargada, celebración y fuego. Bastante fuego.
